Monseñor Fernando Valera emociona con un pregón profundo y espiritual en el 73º pregón de la Semana Santa de Zamora en Madrid
Madrid acoge el 73º pregón de la Semana Santa de Zamora con el obispo Valera como pregonero de honor. El Auditorio del Centro de Cultura Contemporánea Conde Duque acogió un emotivo acto con el Merlú como introductor, posteriormente el Barandales y el posterior canto del Coro del Espíritu Santo y su Cruz Fidelix
Zamora lleva su Pasión a Madrid: el obispo Valera protagoniza un pregón inolvidable en el auditorio del Conde Duque
El 73º pregón de la Semana Santa de Zamora en Madrid emociona con la voz del Obispo Fernando Valera
La ciudad de Madrid vivió este fin de semana un emotivo anticipo de la Semana Santa de Zamora con la celebración del 73º pregón de la Semana Santa zamorana en la capital, organizado por la Casa de Zamora. El acto tuvo lugar en el Auditorio del Centro de Cultura Contemporánea Conde Duque y comenzó con una introducción cargada de simbolismo: el toque del Merlú, seguido por el sonido de las campanas de Barandales, y la interpretación del "Crux Fidelis" a cargo del Coro del Cristo del Espíritu Santo.
El zamorano en Madrid Luis Felipe Palacios fue el encargado de conducir el acto y presentar al pregonero de honor de este 2025, el Excmo. y Rvdmo. Sr. D. Fernando Valera Sánchez, obispo de Zamora, quien pronunció un pregón titulado:
"De la imagen al misterio. Una mirada interior"
(Se incluye de forma íntegra el pregón completo del obispo Fernando Valera, que puedes leer en el cuerpo del texto.)
El pregón fue una profunda reflexión teológica, histórica y sentimental sobre la Semana Santa de Zamora, sus raíces, su estética y su misión evangelizadora. Mons. Valera compartió vivencias personales, referencias a su participación reciente en Notre Dame, y un recorrido minucioso por cada uno de los días y procesiones zamoranas, poniendo el foco en la interioridad de la fe y en la experiencia espiritual que emana de las imágenes y actos litúrgicos.
Tras la ovación al pregonero, la presidenta de la Casa de Zamora en Madrid agradeció la presencia de todos en especial a la Diputación de Zamora. Tras los agradecimientos y tras proclamar a la Casa de Zamora como la embajada de Zamora en Madrid, se procedió a la entrega de los premios Banzos de Oro 2025, que reconocen a personas e instituciones que contribuyen de forma significativa a la promoción y difusión de la Semana Santa de Zamora. Antes de ello palabras del Presidente de la Junta Pro Semana Santa, también del Subdelegado del Gobierno Ángel Blanco, y del Primer teniete alcalde de la Ciudad de Zamora David Gago, el presidente de la Diputación Javier Faúndez, y finalmente la Vicepresidenta de la Junta de CyL la zamorana Isabel Blanco. El pregón finalizó con la indiscutible melodía que pone a Zamora en pie y habla de respeto y de un sentimiento común la BMZ tocó la marcha de Talberth como colofón del acto. Casi tres horas después desde el inicio de la convocatoria Luis Felipe Palacios cerró el acto con el "Salud para otro año y levantamos y nos vamos"
VIII Edición de los Premios Banzos de Oro:
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Banzo de Oro Institucional: Cofradía del Santo Entierro de Bercianos de Aliste. Por su labor de conservación de una de las tradiciones más sobrecogedoras y simbólicas del país, con más de cinco siglos de historia.
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Banzo de Oro a la Concordia: Rvdmo. Sr. D. Agustín Montalvo Fernández. Sacerdote zamorano comprometido con la vida religiosa y cultural de la ciudad, vinculado desde hace décadas a la Semana Santa.
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Banzo de Oro a la Trayectoria: Coro de la Hermandad Penitencial del Cristo del Espíritu Santo y Banda de Música de Zamora. Dos pilares fundamentales que han acompañado generaciones con su música y voz en las procesiones.
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Banzo de Oro Medios de Difusión: Podcast Ecce Homo. Dirigido por Óscar Coscarón y presentado por Jaime Rebollo, con colaboraciones como las de Sara Pérez y David Rodríguez, ha logrado llevar la tradición de Zamora a nuevos formatos y audiencias.
El 73º pregón ha vuelto a reafirmar el papel de la Casa de Zamora en Madrid como altavoz de las tradiciones zamoranas y punto de encuentro para quienes viven la Semana Santa con pasión incluso lejos de su tierra. Un acto que quedó impregnado de emoción, espiritualidad y orgullo por una identidad que traspasa fronteras.
PREGÓN COMPLETO DEL OBISPO DE ZAMORA
DE LA IMAGEN AL MISTERIO. UNA MIRADA INTERIOR
Monseñor. Fernando Valera Sánchez
Obispo de Zamora
Queridos amigos,
Hace algunas semanas, pude participar en la celebración de entronización de la reliquia más preciada de Notre Dame, la Corona de Espinas de Nuestro Señor Jesucristo, que se custodia en el templo más importante e imponente de París. Era uno de los actos de apertura y repristinación de dicha Seo. En la laica Francia, se vivió intensamente el rescate de la reliquia. Fue todo un símbolo de cómo los pueblos y sus gentes, aún después de la experiencia de la secularización, no pueden soportar que sus fundamentos, los que constituyen la identidad de un pueblo, pudieran quemarse. La fe que ha marcado a la vieja Europa no ha podido borrarse de un plumazo. Fue un regalo, queridos amigos, poder ser testigo de cómo la belleza está en la raíz de nuestra vida y de cómo un pueblo vibra ante ello. Y allí, donde estuvo el obispo de Zamora, estuvo todo el pueblo de Dios que peregrina en Zamora, todo el pueblo de Dios que se siente de Zamora.
Zamora, que ha guardado como pocas ciudades europeas la esencia de la fe más popular, la experiencia de la pasión, muerte y resurrección del Señor, arde interiormente por lo más preciado de su identidad. Es la Semana Santa, la vuestra, la Semana Santa que he hecho también mía desde el primer momento que pisé esta bendita tierra. La Semana Santa que llena de pasión los corazones y los apasiona colmando las vidas de nuestro santo Pueblo de Dios.
Frente a una época de “pasiones tristes”, quiero proclamar con firmeza y emoción, ante vosotros una vez más, que me siento orgulloso de ser el pastor de una Iglesia que arde de amor ante sus desfiles procesionales, ante las imágenes que nos hablan de una fe impermeable al tiempo, de una experiencia de amor crucificado que ha sido trasmitida con sencillez, proclamada con valentía y madurada en la historia que es siempre la historia de nuestra Zamora.
Sra. Presidenta de la casa de Zamora en Madrid Dª María de la Luz Uña.
Autoridades civiles y militares
Banzos de oro 2025
Cofradías de Semana Santa de Zamora, Sras. y Sres.
Me acogéis en este “Cuartel del Conde Duque”, en este acto tan de las entrañas de Zamora. Hoy la atalaya donde descuella la Torre de la Catedral, mira desde Madrid al cielo y arde con un corazón enamorado de la Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro Señor. Hoy Madrid, el que acogió con los brazos abiertos a nuestra gente, recibe también lo más preciado del corazón de Zamora, lo más insigne del alma de los zamoranos. Hoy Madrid es la caja de resonancia de esta melodía de pasión que durante siglos han ido tocando y entonando los vuestros, los nuestros.
Os invito a contemplar el alma de la Semana Santa de nuestra tierra, con mirada interior, con una mirada distinta, capaz de ver con el corazón. Nuestras procesiones son una experiencia de los sentidos: ver, tocar, oler, gustar, oír y, como no, una experiencia que nos llama a sentir interiormente los misterios de la Pasión de Jesucristo. Imágenes que hacen sobrevolar la imaginación con un solo destino: paladear el misterio.
Este pastor que soy, y que voy aprendiendo a ser entre vosotros, no viene de una tierra ajena a la expresión popular de la fe. Pero, puedo confesaros que, obnubilado por Salcillo, y quién no… he quedado tocado por Ramón Álvarez. He de confesaros que, acostumbrado a fervores y expresiones de profunda alegría, he quedado sobrecogido por vuestro recogimiento y respeto.
Venir a Zamora no es sólo venir a otro modo más al norte de vivencia de la Semana Santa, tan distinto al del sur. Venir a Zamora es venir a la raíz de una expresión popular donde afinan en tono perfecto, forma y contenido, palabra y acción, interior y representación. Esta rima tan cuidada, así mantenida y conservada es, en esta tierra y para el mundo entero, la mejor definición de la belleza.
Cuando contemplo las distintas expresiones de las procesiones de Zamora vivo la experiencia del Espíritu que me concede una mirada nueva capaz de encontrar en ella a Dios; va más allá de los sentidos externos, de lo que vemos, de lo que oímos o de lo que tocamos. Y ahí, en ese momento, se realiza el sentido más interior del amor.
Nuestra memoria sensible evoca los hechos históricos que me han configurado como persona y como creyente. ¡Lo he visto tantas veces! ¡Lo he escuchado, sentido, gustado! Hoy vuelven a ser realidad. Zamora ha interiorizado el misterio, y cada uno de los zamoranos, cada uno de vosotros lo lleva como connaturalizado por el amor. Zamora y su Semana Santa son el evangelio a flor de piel. Ver, oír sus sonidos, tocar como si fuesen impactos…, estas escenas vivas, que condensan todo el conocimiento que uno tiene en sí del ser y de las personas protagonistas de esos sucesos, especialmente de Jesús y de María. Y aquí, en Zamora, la imagen provoca e incita a la reverencia y a la adoración. Solo así hay comunión entre el hombre y Dios, consuelo interior ante las angustias del día a día, conocimiento interno del mismo Señor.
El preludio de la Semana santa con la presentación de IVª Estación, radiografía los desfiles que atraviesan nuestras calles. Es lugar de encuentro, cercanía y amistad. Es la imagen del conocimiento interno que nace del amor y permite conocer al Señor desde sí mismo más que desde nosotros: el Espíritu Santo suscita en nosotros el amor a Cristo, a la Virgen María, a los Discípulos, a la Verónica…, a los que tenemos delante en la escena que contemplamos, nos hace conocerlo de una manera más profunda, nos lleva al interior del Evangelio que pasa ante nosotros como el traslado del Mozo de San Frontis que atraviesa el Puente de Piedra en su subida a Zamora el Jueves de Pasión. Así comienza la pasión en Zamora: pasando al otro lado y traspasando el corazón de un pueblo hasta lo más profundo. Todavía es la pasión para los de casa. La de siempre.
Amanece el Viernes de Dolores a la espera de que el atrio de la catedral proclame con voz potente que Cristo se hizo obediente por nosotros hasta la muerte y muerte de cruz. Que siendo Dios, se rebajó, se anuló a sí mismo. Zamora se adelanta así al viernes santo poniendo la verdad de la fe ante todo y sobre todo. Este es el Señor. Esto es ser Dios. El Cristo del Espíritu Santo y el “Christus factus est” recogen el sentir y el decir de nuestra tierra. El camino desde el arrabal a la Catedral del Salvador, es el camino de la humildad a la gloria. Es la metáfora perfecta de nuestra fe: de la cruz a la victoria final. Pasión y salvación sirven de pórtico inigualable a los días centrales del Misterio Pascual.
Cómo no recordar lo que dirá Von Balthasar acerca de que “el hombre puede percibir ante todo y sobre todo a Dios y sólo porque puede percibir a Dios es capaz de percibir al otro en cuanto tal… Ambas cosas, es decir, la percepción sensible y el pensar espiritual van siempre unidos” (Gloria I, 341ss).
Ante nosotros está la humanidad del Señor. Cristo, siendo Dios, es verdaderamente hombre. Su encarnación tiene aquí, en la cruz, su destino y en la resurrección, su plenitud. Su humanidad carnal provoca nuestra experiencia de poder tocarlo, pero no de cualquier manera. Y el sábado de pasión en Zamora, la carne doliente y torturada, la que vimos crucificar, es redimida. La esperanza, el futuro se adelanta al Viernes Santo. Porque así es nuestra fe. Cristo vivo entre nosotros da la vida a los que han muerto. Y da la vida allí, exactamente allí, donde la carne de los nuestros reposa y espera la resurrección definitiva. Luz y Vida en una estética cisterciense que conjuga a la perfección con el románico de esta tierra. Y Luz y Vida que se transmite y que se siente, que se aclama y se canta, que se vitorea y se festeja cuando el Señor de la historia entra en cada vida, especialmente en la de los más pequeños, para mostrar el camino rotundo del evangelio. La “Borriquita” pone el evangelio en el abajamiento real que es la inocencia: el lugar de donde nunca debió salir. Jesús, entrando triunfalmente en Jerusalén, entra en cada una de nuestras vidas.
La humanidad del Señor, la debilidad de su carne queda expresada en su caída. Tocamos su caída, reconociendo la divinidad manifestada en la carne que, como la nuestra, a veces ya no puede más. Clarines y tambores anuncian a “Jesús en su tercera caída”. Esta experiencia de verle caer conduce a la adoración, al reconocimiento de lo que está más allá de los propios sentidos porque introduce en el misterio mismo de Dios. Y esto es lo que sólo Dios puede revelar y dar a conocer: la divinidad que ha irrumpido en la humanidad que tocamos con nuestras manos. “La muerte no es el final del camino”, llena la Plaza Mayor de la confesión de fe más profunda y popular. Zamora llora a sus difuntos con la certeza que Tú, Señor, ya los has llevado a la vida, ya los has llevado a la luz. El amor de Dios y el dolor del hombre compaginan en la amargura representada en María ante la caída de su Señor. Solo llora quien ama. Nuestra mano toca al hombre en su absoluta debilidad, en su final, y en él reconocemos la presencia misma de Dios.
Cae la media noche y la estética de la estameña al trasluz de la torre de San Vicente, acompasa la cadencia de un Crucificado sinigual que transita sin altura ni ornamento. Pasa como buscando tu mano. Pasa para que, sin adornos que despisten la mirada, atiendas a la gloria de Dios que transfigura también tu modo de ver, tu manera de mirar. Lo estás viendo tal cual es. Este es el hombre. Esto es ser hombre. Esto es ser Dios. Herida y clavo a pie de calle. Y ahí, mientras escuchas Oh Jerusalem, Jerusalem, tu corazón queda tocado por el amor de la Buena Muerte.
Entra en la pasión de Cristo; entra en ella y repite una y otra vez: ¿HAY DOLOR COMO MI DOLOR? Acabas de mirarle y de mirarte. Acabas de experimentar ese modo de ver interior que sana y salva. En Santa Lucía la noche y la oscuridad se hacen transparentes para ver con el corazón. Es la gracia de la fe que nos une y es capaz de dejarse mover por el amor.
Cuando observamos una imagen pasar que se hace vivencia interior, contemplamos, no a uno mismo, ni sus capacidades o incapacidades, sino al mismo Señor. El camino de tu vida se hace hoy, martes santo, Vía Crucis, como el camino de la Vía Dolorosa, el camino, tantas veces difícil y duro. El mozo que vino a la ciudad vuelve a san Frontis como atravesando la ciudad del todo. El morado de la pasión hace de Zamora el camino del calvario.
Una palabra tuya, mi Señor, una palabra tuya bastará para sanarme. “Tengo sed”, tengo sed de tu amor. “Oh Dios, por qué me has abandonado”. Las “Siete Palabras”, preludio del silencio definitivo. Palabras llenas de hondura. Jesús entrega su “Espíritu” sobre sus hijos de Zamora. Ahí está el misterio mismo que se acerca a nosotros y nos toca para quedarnos afectados para siempre. Se trata de una mirada nueva a la realidad, incluso sobre la propia pobre realidad que percibimos de nosotros, ya que nos da la posibilidad de mirarnos tal y como Dios nos mira. Y aquí, en plena noche del martes santo, queda suspendida toda palabra al tiempo que vuelve a rasgarse el velo de lo real cuando suena, una y otra vez, TODO ESTÁ CUMPLIDO.
En las imágenes de Ramón Álvarez, de Mariano Benlliure, de Quintín de Torre, de Florentino Trapero, de Víctor de los Ríos, de Ramón Abrantes, de Hipólito Pérez Calvo o de Ricardo Flecha, entre otros muchos, queda simbolizada la carne que tocamos del Salvador. El Jesús de carne y hueso es al que apuntan esa colección tan bella y tan a pie de calle que Zamora guarda como lo mejor de su esencia. En las imágenes, está el símbolo. En la eucaristía, la realidad. Su cuerpo magullado, tan bellamente representado, se entrega cada día como pan eucarístico. Es la Eucaristía que en la mañana del miércoles santo ha sido testigo de la renovación de las promesas de sus sacerdotes. Misión y servicio entregado. Esto es mi cuerpo para que cada sacerdote entregue su ministerio cada día diciendo: esta es mi vida dada en servicio por todos.
Contempla la espina que atraviesa la frente, la espina que une nuestra vida con la historia y la leyenda. Esa espina que nos identifica como zamoranos del todo asidos a la cruz de Cristo de las Injurias. Es la imagen de mi ministerio episcopal. Es el Cristo donde el misterio se hace carne crucificada en su atalaya, en este Gólgota donde el Señor está clavado en la cruz. Es momento de silencio. Un silencio que inunda y ensordece mientras el calvario se hace trono que adorar. Son tus llagas las que lleva. Es el ardor que las palabras de Jesús van suscitando en el recorrido del “Silencio” por Zamora. Silencio para que solo hables tú.
La noche toma cuerpo y Zamora vuelve a su modo más rural trayendo a la ciudad el sentir de Aliste. Las “Capas Pardas” y el Cristo del Amparo, con el sonido del “Bombardino”, anticipan, en Zamora, el jueves santo de Bercianos. Es la cruz de Jesucristo ante la que dobla la rodilla todo un pueblo para proclamar: ten mi bien mi Dios mi Amor, misericordia de mí. Hoy me veo postrado aquí con penitente dolor. Su omnipotencia no ha descuidado nuestras debilidades; su gloria no desatiende nuestras miserias; su carne divina no oculta las llagas de nuestras heridas. Por eso esperamos en el Señor. Él es nuestro auxilio y escudo.
¡Como ardía nuestro corazón! Es la Palabra que trabaja por dentro, la Eucaristía que nos configura con Cristo. El Jueves santo nos sienta a la mesa con Jesús y es él, el Señor y el maestro el que nos lava los pies. ¿Lavarme Tú a mí los pies, mi Señor? “Con el corazón se cree” (Rm 10,10). “La fe transforma toda la persona, precisamente porque la fe se abre al amor… conocimiento propio de la fe… La fe conoce por estar vinculada al amor en cuanto el mismo amor trae una luz” (LF, 26). El amor celebrado, el amor compartido, el amor entregado, nos da ojos nuevos. Ojos llenos de “Esperanza”, como un manto de “estrellas” que nos hace mirar más allá. La Virgen de la Esperanza es hoy el verde de nuestra tierra ardiente al amparo de una madre que acoge en su corazón este clamor de esperanza. María, madre del señor, rellena de sentido el vacío de nuestros hombres y mujeres, acoge la desesperanza de nuestras vidas.
Los nazarenos descalzos, como Moisés ante la zarza, inundan el centro de Zamora. La “Vera Cruz” está en la calle poniendo belleza y simbolismo a lo que se celebra en el templo. El verde de la mañana se tiñe de oscuro con La Vera Cruz: resumen y compendio del Relato de la Pasión. En Zamora, la palabra se hizo imagen. La verdad se transmitió simbólicamente: a golpe de artesanía, al ritmo del sonido de una marcha, al tempo del silencio de los pies desnudos. Zamora está preparada para entrar en la verdad. El pueblo se adentra en el misterio que envuelve en su modo inagotable, en su novedad y en su esperanza. Cristo muerto en unas parihuelas exhala su último aliento vivificador en la noche en la que la ciudad se estremece con el miserere. Dios se hace presente, con la fuerza de la divinidad, a través de lo que contemplamos en la humanidad vencida de Cristo, con toda su omnipotencia. Solo se puede entrar descalzo, humilde, sencillo, en silencio… Es noche de jueves santo. Es tiempo de oración. Es Getsemaní.
A las cinco de la mañana en la Iglesia de San Juan comienza la procesión a golpe de la “Marcha fúnebre de Thalberg”, el Merlú. Es el camino al calvario, es la Soledad con manto bordado, es “Redención”. Así desfila Zamora por sus calles, con sus gentes, con su pasado y su futuro. Zamora sabe de amor, lleva inscrita esa palabra en su propio nombre. Ver con la mirada, ver con la mirada interior ese Cristo de Benlliure, constituye una escena evangélica de singular belleza. Un artista que trasciende con su gubia y su inteligencia iluminada y que nos hace atisbar la presencia viva de Dios. Es la mirada que se hace capaz de Él. Lo que ves cambia porque ha sido Dios mismo quien se ha hecho presente y nos hace ver más de lo que la mirada de los sentidos o de nuestra razón puede alcanzar a ver porque se ha visto iluminada por la luz de la fe.
La Pasión de Zamora es un modo radical e incondicional de hacerse presente contemplando una realización íntima del misterio salvífico objetivo e interiorizado que llega hasta la sintonía sensible, y esta tiene un modelo subjetivo en las sagradas personas, a las que representa. Es una cota alta de oración y de encuentro. Así son los oficios de Viernes Santo, donde en el camino de la Cruz nos dejamos mirar, como un día se dejó mirar Zaqueo. Nos dejamos invitar a la mesa de la humanidad sufriente. Como él quiero ver a Jesús. Mirad el árbol de la cruz. Besad el árbol de la cruz.
Poco después de la hora nona, acontece el “Desenclavo” y la procesión del Santo Entierro. Toda Zamora, en las filas de nazarenos, como hermanos de acera, cargando, sus autoridades… Es el cariño de todos ante la muerte, es el abrazo eterno del que nos ama. Es la solemnidad de negro con la que Zamora entierra a su Dios. Desenclavo que, a pocos kilómetros, guarda la esencia de los siglos en un acto patrimonio inmaterial como es el de Bercianos. O el viernes Santo de Toro o de Benavente o de Villalpando o de tantos y tantos lugares de nuestra diócesis… toda una tierra volcada en su Dios con la confianza de que la muerte de su Señor no puede pasar desapercibida para estas tierras hechas al fuego de la experiencia del dolor.
¿Qué queda cuando ha muerto el Señor? ¿Qué hay cuando la tierra acoge en sus entrañas al sol? El Viernes Santo encierra en su tiniebla el dolor de una madre. La nuestra, la de toda Zamora. “Nuestra Madre” procesiona en Zamora pasando por la pasión de su hijo. El que nació de sus entrañas, vuelve exangüe a su regazo. Ella es el consuelo, ella es la esperanza, ella es la hondura, ella es el abrazo de madre. Sostuvo el dolor y el sinsentido de su hijo y hoy sostiene el tuyo y el mío. Cuántas oraciones llevan sobre sus hombros los cargadores de tan insigne “Madre”. Hoy el cielo tiene corazón de madre y esa madre con sus lágrimas llenas de ternura te mira a ti. Una mujer vestida de sol, la luna por pedestal, corona de doce estrellas sobre su cabeza (Ap 12, 1).
Aquí, en Zamora, la pasión tiene nombre de mujer. Cientos de mujeres, madres, hijas, esposas… en tantos desfiles, en tantos actos… Ellas tantas veces ultrajadas, pero sobre todo mujeres que sostienen, que acompañan y que aman con un corazón traspasado. Aquí no se perciben palabras o ideas, ni siquiera imágenes, sino al Señor mismo, sobre tus brazos de madre. Aquí reconocemos a aquel al que hemos tocado en el camino de nuestra vida, es Él que nos ha tocado al mismo tiempo. Sus manos me han curado. Esas manos inertes, sostenidas por un corazón de madre.
Cristo ha muerto en Zamora mientras el luto cubre la ciudad entera. Es sábado santo y en el interior del cristiano resuenan los ecos de las palabras del maestro, las dificultades del camino, la tristeza del Gólgota, la angustia ante la muerte, los gestos del jueves santo… Todo está cumplido. Y ahí queda la soledad. La Madre del Amor crucificado. La madre de esta tierra herida, la reina y señora, a la que Zamora promete estar siempre en vela, la que envuelve nuestras soledades en su velo. Una espada atravesará tu alma (Lc 2, 35). Profecía del amor que duele, porque es amor. El hijo que muere como un fracasado, expuesto al escarnio, entre los delincuentes… Solo quien ama, sufre. Delante de ella su guardia de honor y una marea de mujeres de corazón grande. Ella es el prototipo de la mujer de Zamora. En esa escena tan entrañable de soledad volvemos a escuchar las palabras de la anunciación: No temas, María (Lc 1,30). Es lo mismo que escuchamos nosotros sus discípulos: ¡no temáis! No tengas miedo, el Espíritu del Señor, vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra (Lc 1, 35). Y hoy, más que nunca, sabemos lo único que alienta ante el miedo: la certeza de que el Señor está con nosotros.
Atento, hoy y aquí, a la palabra de ternura que el Espíritu dice en ti. En S. Juan, por el rosetón, se cuela un rayo de luz. Ante el rostro lleno de lágrimas, una mujer resplandece siempre vestida de sol. Como el sol que renace de la tiniebla. Como el grano de trigo que muere para dar fruto. Dios no puede ser más que Amor. Y el Amor vive. Y vive entre nosotros. La Vigilia Pascual, la celebración cristiana por excelencia, canta la gloria de la resurrección, la majestad de un crucificado que es el Cristo, el Señor. La Palabra, la Eucaristía, las Aguas del Bautismo. La comunidad reunida para escuchar: ¡Ha resucitado! ¡Aleluya! La noche, que se rompió por su muerte, se rompe ahora por su vida. Y la mañana lo certifica con toda la rotundidad de la luz y las flores. Cristo ha resucitado ¡Jesús Vive!
Y una vez más el camino de la “Pascua” que nos hace, como los de Emaús, conocer y gustar interiormente la humanidad de Cristo. Hemos visto pasar su pasión ante nosotros. La hemos visto atravesarnos en lo más hondo de nuestro ser. El calor de la palabra y la memoria de su vida alientan nuestro camino en estos días. Es la comunión con Dios y con los otros, con nuestros mayores, con los que nos llevaron de la mano ante el misterio, con quienes descubrimos lo que es ser Padre.
La ciudad se apasiona y se vuelca con la semana que nutre de identidad y fuerza a una tierra tantas veces demacrada y olvidada. Zamora tiene en sus entrañas carne de calvario, de soledad, de abandono. La iglesia de Zamora y su pastor, sin embargo, quieren ser hoy anuncio de resurrección. La Buena Nueva de la mañana de gloria tiene que inundarnos a todos, desde las instituciones hoy aquí representadas, a las empresas, a la cultura. Gracias a los que hacéis posible que lo nuestro y nuestras cosas salgan más allá y lleguen allende nuestras fronteras.
Los zamoranos portan banzos muy pesados. Llevan sobre sus hombros cargas a veces imposibles de soportar. La peor de todas, la más dura es la de la indiferencia, la del olvido. Quiero que este pregón sea una llamada a la esperanza. Un pregón de la pasión que inunde de resurrección nuestros recovecos, nuestras miserias, nuestras dificultades. La esperanza en cristiano, mira al futuro porque sabe que todo lo demás es provisional. También los malos entendidos, las luchas de poder, las rencillas, las dificultades…
Porque nuestro presente no lo es todo.
Porque nosotros y nuestras fuerzas no lo son todo.
Porque nuestras ideas y esquemas, porque nuestras formas de entender la fe y la iglesia no lo son todo. El futuro que esperamos cambia nuestro presente, transforma nuestro hoy, llena de sentido nuestro ahora. El mañana inunda el sentido de cada hoy. La Esperanza es posible porque el amor es real.
La Semana Santa de Zamora, de sus Pueblos, hasta la procesión más pequeña, llevan una experiencia fundamental. La fe nos descentra de nosotros mismos y de nuestras cosas porque el centro lo ocupa el Señor y los misterios de su Pasión. Es Él lo único importante, y esto se hace sin discursos. Esto se hace sin absolutizar nada de lo nuestro, porque Dios nos hace ver el Misterio del Amor entregado.
Todo esto muestra ese “cariño interior” que Zamora y su Pasión provoca en mi corazón de pastor de esta Iglesia que peregrina en Zamora.
Sé bien lo que significa para vosotros el pregón en esta casa de Madrid. Sé la importancia y el honor que tiene promover y proclamar aquí vuestra pasión más allá de vuestra querida Zamora. El honor es hoy el mío. El privilegio es hoy el mío. El honor y el privilegio de ser vuestro pregonero, unido a la suerte que el Señor me confía cada día para seguir siendo vuestro pastor.
Muchas gracias
Como conclusión ante este pregón:
Hay que resaltar que en el pregón Monseñor Valera olvidó a los medios digitales algo que creemos de esta parte ha sido un error ya que en la difusión de la Semana Santa los medios digitales hemos mostrado siempre el compromiso claro y conciso de nuestros orígenes, y de una semana que es para nosotros crucial y que ayuda a que nos conozcan fuera de una ciudad y provincia que sigue necesitando una voz clara y libre ante muchas y muchas vicisitudes. La voz y la imagen de la Semana Santa en Zamora sale al mundo gracias a los medios digitales por encima de los tradicionales, le pese a quien le pese. En la evolución está el cambio y el dejar de sentir esa rancia costumbre de que siempre son los mismos los que más hacen...craso error.