Luis Felipe Palacios Arroyo pronuncia un magistral pregón en Madrid desde la emoción, la memoria y la reivindicación
Luis Felipe Palacios Arroyo ha pregonado la Semana Santa de Zamora en Madrid con un mensaje que ha ido más allá de los días de la Pasión, una petición a los políticos y quienes gobiernan esta tierra para que no la dejen morir, para que aprovechen la "profunda capacidad de sufrimiento" de los zamoranos, en un ejercicio de amor y "egoísmo", "porque no quiero quedarme sin hogar, sin raíces, sin los referentes vitales que tanto necesitamos nosotros y nuestros hijos".
Con la túnica de La Congregación, su cofradía del alma y la de sus hijos e hijas. Desde la emoción de quien la ha mamado desde la cuna; desde el agradecimiento de quien ha aprendido de la mano de los mejores; desde la nostalgia de quien la vive desde lejos; desde las vivencias de quien año tras año desfila por las calles o carga bajo la Urna y la Virgen de la Alegría y desde la responsabilidad de quien se la ha transmitido a sus hijos con la misma pasión, Luis Felipe Palacios Arroyo ha ofrecido un magistral pregón de Semana Santa alejado de los tópicos y los recursos comunes. Perfectamente estructurado, ha aunado su condición de creyente, de zamorano en el exilio, de zamorano preocupado por su tierra y de amigo, hermano y cofrade agradecido con los suyos, para construir un pregón que ha sido un ejercicio de amor y de memoria.
La memoria del niño que veía a su padre ir a cargar La Magdalena o ayudar a preparar los churros en el desayuno de Resurrección en casa de Antonio Pedrero y Luisa; la del adolescente que salía en pandilla con sus amigos -uno de ellos, Julio Eguaras, introducía a los presentes en la figura del pregonero-; la del amigo que escuchó por vez primera la marcha de Los Clavos en una defectuosa grabación en casa de quien hoy es su hermano, Antonio Pedrero; la del discípulo que sigue las enseñanzas de Lili; la del cofrade que se ve por primera vez en la fila con sus hijos; la del zamorano que siempre regresa a los pies del Cristo de las Injurias, el de su tío José, o de la dulce Soledad, su gran amor, nuestro compartido amor; la del cargador que se prepara para llevar sobre sus hombros a Jesús Muerto en La Urna, desde el recuerdo a Fernando Calderón, o la Alegría de la Virgen en la Resurrección, a la voz de Justo...todos estos sentimientos han aflorado en el pregón de Luis Felipe Palacios Arroyo, envuelto en el humilde laval de la madrugada del Viernes Santo, el más noble, el más bonito de los tejidos para un zamorano.
Y sonaron las esquilas del Barandales y después el Merlú, convocando a los zamoranos a su Semana Santa, a sus días grandes.
Luis Felipe Palacios ha mirado al pasado pero sobre todo ha mirado al futuro y ha querido aprovechar su voz y su palabra para lanzar un mensaje a quienes dirigen el destino de Zamora, la tierra que no quiere ver morir, la tierra que cada vez encuentra más deprimida, para lo que ha instado a tomar medidas que eviten la despoblación y fomenten la natalidad.
Su voz, su anuncio, su verdad, su emoción y también su reivindicación, bien merecen ser escuchadas en Zamora capital en la mañana de un Domingo de Ramos, abriendo la gran Pasión de los zamoranos.
GALERÍA (Fotos Rafael Pedrero/ Óscar Antón)