Los reposteros ya visten el Ayuntamiento a la espera de una Semana Santa que no será
Este 1 de abril el Ayuntamiento de Zamora ha procedido a la cuelga de los reposteros en sus balcones. El frontispicio de la Casa de las Panaderas luce con orgullo y melancolía los estandartes, los emblemas y las oriflamas de las diferentes cofradías que se encargan de hacer de la Semana Santa de Zamora una de las mejores, si es que no la mejor, de todo el mundo. Allí luce el luto del Santo Entierro, el rojo carmesí del Silencio, el verde de las Siete Palabras de Cristo, el morado de la que es nuestra Vera Cruz…
Este año no podrá ser así, la pandemia del coronavirus que azota nuestro país ha obligado a anular la Semana de Pasión, esa que inunda de emoción a la Bien Cercada. Una emoción particular, propia de la idiosincrasia del zamorano: circunspecta, contenida, respetuosa.
No habrá opción de ver al “Mozo” remontar las rúas zamoranas hasta su lugar de reposo. No enarbolarán los niños las palmas para dar la bienvenida al unigénito a su entrada en Belén. No resonará “La muerte no es el final” en la Plaza Mayor a los pies de un Cristo que cae por tercera vez. No habrá teas que iluminen la madrugada del martes santo al candor del “Jerusalem”. El silencio se hará en Zamora durante la tarde del miércoles, pero esta vez será porque las calles estarán desangeladas y no porque el fervor y el respeto del Cristo de las Injurias lo imponga. ¿Qué será de la plaza de Viriato sin la quietud previa al imponente miserere del Yacente? La vetusta Zamora no escuchará a Thalberg más que en sus móviles. Longinos habrá de aguardar un año más para desgarrar la sangre del hijo de Dios. Las zamoranas no tendrán oportunidad de escoltar a La Soledad, que habrá de guardar su lamento durante otros 12 meses más. Resucitará el hijo del padre en 11 días, la verdad y la vida, más nadie poblará el ágora zamorana para rendirle vítores y devoción.
Antonio Martín Alén cologa el respostero del Vía Crucis | Foto cedida a Zamora News
Hoy, más que nunca, nos encontramos descolocados. Arrumbados en el desván del confinamiento al que nos ha obligado el coronavirus. Habrá de vivir el zamorano 12 meses de rechinar de dientes, realizando acopio de paciencia hasta la llegada del final de cuaresma, que no de la cuarentena, del año 2021; año en el que los ciudadanos de esta ciudad nos la cobraremos doble, por nosotros y por los que ya no están. Por los que el virus, la undécima plaga, nos arrebató arteramente.
Cierra Zamora, cierra su Semana Santa.