La emoción del primer Miserere

El coro de la Penitente Hermandad de Jesús Yacente, que dirige Pablo Durán, realiza en Santa María la Nueva su primer ensayo ante un público expectante por escuchar la obra del padre Alcácer.

La alegría del reencuentro, los abrazos. El vacío de las ausencias, que cada vez pesan más.La emoción de enfrentarse de nuevo a la partitura, de cantar el Miserere como si fuese la primera vez no del año, sino de toda la vida. Todo eso se repite año tras año el segundo sábado de la Cuaresma cuando el director del coro del Miserere, Pablo Durán, convoca a los cantores al primer ensayo.

Eran las seis de la tarde en la iglesia de Santa María. Junto a la imagen de Jesús Yacente, los cantores se iban ordenando por cuerdas (bajos, barítonos y tenores) para recrear un año más la partitura del padre Alcácer, la que cantarán en la noche del Jueves Santo cuando pase Cristo Yacente por la Plaza de Viriato. En los bancos de la iglesia, numerosas personas aguardaban lo que ya se ha convertido casi en un rito, el cántico del primer Miserere del año, seguido casi con la misma emoción de quienes esperan horas en la calle para presenciar el rezo que se hace canto, cuando más de trescientas voces rompen el silencio de la noche.

Allí, entre los muros de Santa María estaban hoy, seguro, Don Jerónimo Aguado, que tantos años dirigió a los cantores; y Manolo Alonso, y Daniel Pérez Hariná, y Emilio Pérez, y César Álvarez, y todos los que año tras año acompañaban a Jesús Yacente por las calles para después unir sus voces al resto del coro con la penitencia ya cumplida.

Y así, con la emoción de los abrazos que se renuevan cada año, los cantores comenzaban la cuenta atrás para la noche mágica y de sus gargantas brotaba el primer Miserere con sus salmodias gregorianas sus estrofas polifónicas. Muchos, cantores y público, cerraron los ojos y se trasladaron a la Plaza de Viriato a uno de los momentos que más sobrecoge de la Semana Santa zamorana.

Los ensayos se sucederán durante los sábados de Cuaresma, puntuales, a las seis de la tarde en Santa María.

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