La fiel dama y custodia de la Esperanza
Rosana ejerce desde diciembre de 2006 el cargo de camarera de la Virgen tallada por Víctor de los Ríos y a la que lleva sirviendo desde mediados de los 80 como ayudante de su predecesora
Fiel dama desde inicios de los 70 cuando la Sección de Damas apenas contaba con una década de vida, su devoción por la Esperanza nació entre el regazo de su madre, el tacto de las primeras tulipas de cartón y el celo por preservar la intimidad de la imagen
Cuando Balborraz se prepara para vivir una de las imágenes más sobrecogedoras e icónicas de la Semana Santa zamorana, la mirada de Rosana González es la de la satisfacción en su máxima expresión. Fiel dama desde inicios de los 70, cuando la Sección de Damas apenas contaba con una década de vida, su devoción por la Esperanza nació entre el regazo de su madre, el tacto de las primeras tulipas de cartón y el celo de quien años más tarde sería su mentora en el cargo.
La historia de la camarera de la talla esculpida por Víctor de los Ríos es la de un aprendizaje a fuego lento desde la observación, la prudente ayuda y asistencia y la más tierna devoción y respeto a una talla custodiada para preservar su intimidad y velar por ofrecer una imagen perfecta a ojos de sus fieles.
Así se lo enseñó casi desde la cuna su predecesora y primera camarera de la Virgen, Adoración Lorenzo. Las visitas de cada Martes Santo al tempo de San Andrés que por entonces acogía la imagen quedaron grabadas a fuego en la mente de una niña que comenzó a procesionar en los primeros compases de una joven sección que nació vinculada a la Cofradía del Vía Crucis. No sería hasta 2010 cuando la reconversión avalada por el entonces obispo, Don Gregorio Martínez, les otorgaría el privilegio de erigirse como Cofradía independiente.
Para entonces, Rosana ya sumaba su cuarta Semana Santa como responsable única, tras heredar el cargo al que venía contribuyendo desde mediados de la década de los 80. Un nombramiento que llegó avalado por años de trabajo conjunto que le llevó a ponerse al servicio de Adoración y gracias al cual ahora custodia su imagen en los desfiles de cada Martes y Jueves Santo.
De ella heredó esa ética que aún preserva con celo en los momentos de mayor intimidad. La capilla de San Nicolás se cubre de una cortina de tapicería que acota el campo de visión para preservar el respeto a una imagen a salvo de cualquier mirada o cámara indiscreta. Un respeto que se preserva con el mismo empeño que antaño y que han heredado todas y cada una de las Juntas Directivas a lo largo de su historia.
Más de tres décadas de aprendizaje entre baúles, joyas, rosarios y pañuelos que componen parte del rico ajuar de una talla de aires andaluces a la manera de la Macarena, pero que levanta pasiones y lágrimas en su tierra. Con su mirada perdida, sus lágrimas cubriendo su rostro y las manos extendidas al cielo, la Esperanza es la imagen de una madre custodiada por más de 2.000 cofrades y damas vestidas de riguroso luto.
Rosana ha sido fiel testigo de una estética en constante evolución que marcó el paso de las tulipas de cartón al frío latón y al cristal y del luto libre al abrigo de cuello cerrado con el que se termina por homogeneizar la imagen de unas damas coronadas con peineta y mantilla.
La espectacularidad de esta imagen alarga los preparativos desde antes incluso del arranque oficial de la Semana Santa. Más allá del cambio de ropa para cubrir a la talla de bastidor con el espectacular manto de terciopelo verde bordado por las religiosas de Santa Marina, el cometido de Rosana contempla la previsión de necesidades en forma de peticiones de arreglos, restauraciones o nuevos adornos como el cíngulo que estrena a juego con el del Nazareno.
La capilla cerrada al público se convierte en todo un ritual en el que los imperdibles y alfileres se cuentan por cientos para superponer las tres tocas al rostro. “Igual soy extremadamente exagerada, pero es una Virgen que cruza el puente y que me pide conjugar esa sujeción con la naturalidad”. Todo un ejercicio de armonía visual para asegurar una simetría que roza la perfección y que esconde la contratación de estudios fotográficos en sus primeros años en el cargo con el objetivo de estudiar el paso de la imagen en puntos estratégicos al paso del Duero o en su subida hacia la Plaza Mayor”.
Una historia de devoción y amor al calor de un verde esperanza que impregna el ropero de Rosana desde bien entrada la Cuaresma y que desvela el sentir de su dama número 58. Una fiel custodia, camarera y devota.