Miles de zamoranos han acompañado a Nuestra Madre de las Angustias por las calles de Zamora en la noche del Viernes Santo, cumpliendo el rito secular de arropar a la Virgen cuando su Hijo es descendido de la Cruz y lo depositan en su regazo.
Hombres y mujeres han cerrado filas en torno a la Virgen con velas y cirios encendidos iluminando las calles de la ciudad mientras Ella levantaba su mano en lo alto, admirada ante el dolor y ante la muerte. Acunando al Hijo en el último abrazo, antes de entregárselo a la tierra, sin saber que el domingo lo encontrará resucitado en la misma plaza donde resonaba la Salve a modo de despedida.
Una madre coronada por la devoción de siglos de los zamoranos, que depositan a sus pies plegarias y silencios, que desde niños aprenden a rezar en su capilla sin guardarse nada, todo corazón. Coronada por el orgullo y el empuje de sus cargadores, que sacan fuerzas de flaqueza en la noche más dura del año, en el epílogo de los días más intensos que vive Zamora, después de llevarla con tanta ternura sobre sus hombros. También a los pies de la Madre engarzado un pequeño Rosario como una plegaria, la caricia de las manos que la visten con todo mimo, esas pequeñas cosas que pasan desapercibidas para todo el mundo menos a los ojos de Dios. Salud para estar el año que viene junto a Ti.
En la noche de la Madre, antes de la Madre, la Cruz. Cristo en la Cruz. Cristo de la Catedral con rosas rojas brotando de la tierra, una por cada gota de sangre derramada. Rosas que hoy vuelven a la tierra como un beso y el abrazo de unos hermanos de paso que han hecho de la amistad ley de vida. Siempre en deuda con vosotros, Toño.
Noche de Viernes con el cansancio a las espaldas y la emoción de la mayordomía en las varas de plata y los amigos de siempre al lado, hermanos anoche, hermanos todos los días y todas las noches.
Y contemplándola así, tan cerca, tan de todos, en la noche de la Madre hubo quien rezó por el padre. Por esos padres que también ven morir, que entierran a sus hijos, que viven el dolor en sus carnes, que conviven con la ausencia y esa ley de vida quebrantada que rompe su día a día para siempre.
En la noche de la Madre, también estaban en su regazo todos los padres de la tierra. En el nombre de la Madre, ayer rezábamos por los padres que pagan el carísimo tributo de sobrevivir a sus hijos.