Cargadores y directivos del Silencio descienden la imagen desde el altar de su capilla hasta su mesa procesional
Un año más se repitió el rito y el Cristo de las Injurias, titular de la Real Cofradía del Silencio, ya está en su mesa procesional tras ser descendido desde el altar de su capilla mediante un espectacular sistema de poleas que elevan a la portentosa imagen sobre las cabezas de los presentes, cerca de las bóvedas del templo mayor de la ciudad.
Un equipo de doce personas -cargadores y directivos- fueron los encargados de coordinarse para la delicada tarea, que se realiza mediante un doble sistema de poleas: uno instalado en la capilla de la imagen, para sacarlo de su anclaje y descenderlo desde su altar, y otro desde una ventana cercana al trascoro, mediante el que la talla se eleva de nuevo para ser depositada en su mesa procesional.
Entre uno y otro proceso, el Cristo es depositado casi a ras de suelo y es entonces cuando los zamoranos pueden contemplarlo en todo su esplendor, tan cerca que se le acaricia con la mirada, tan al lado que impresiona por la magnífica perfección de su anatomía, por esos detalles que circulan de boca en boca: los dientes, la lengua, el paladar, la espina que atraviesa las carnes de su frente, su expresión doliente, sus "tres miradas".
Numeroso público se dio cita en la seo para presenciar la bajada del Señor de Zamora en un acto que siempre se realizó en la intimidad y que desde hace años concita la atención de devotos y curiosos que quieren presenciar uno de los ritos más espectaculares de los preparativos de la Semana Santa. La llegada de la era digital se hacía presente en el templo mayor, con innumerables disparos de flashes y la presencia de numerosos dispositivos móviles que dejaban constancia del momento.
El Crucificado, joya de la imaginería del Renacimiento español, fue descendido de su altar y depositado en su capilla, donde procedieron a retirar el polvo con unos pinceles especiales, dado lo delicado de la talla más valiosa de la Pasión zamorana. Posteriormente, fue trasladado a la zona del trascoro, donde tuvo lugar la elevación de la imagen hasta ser anclada en su mesa procesional.
Los zamoranos se encontrarán de nuevo con él cara a cara en todo su esplendor el próximo Miércoles Santo, cuando la ciudad jure silencio a sus pies y abrace a la ciudad entera desde la Cruz.