Las damas amparan el dolor de la Virgen de la Soledad
Con el sol en lo alto y temperaturas elevadas, abría la Iglesia de San Juan de Puerta Nueva para dar paso a una madre, la de Cristo y la de Zamora. Una madre repleta de sufrimiento y pena por la muerte de su hijo. Una madre acompañada las damas que amparan su dolor.
Con sus capas, de capucha de lienzo negro y tulipa, acompañaron a la Soledad en su recorrido por las calles de la capital. Para sentir el abrazo de una ciudad que siempre la ampara.
Enfiló por la Plaza Mayor, para continuar por Renova, Plaza Sagasta, Santa Clara, San Torcuato. De riguroso luto, una a una custodiaba a la Virgen de la Soledad. A su pena. Cabizbaja y con lágrimas en su rostro. Todos la miraban, todos la esperaban para aliviar su tristeza. Una pena compartida con toda la ciudad. Un dolor que se siente como propio.
Con sus manos entrelazadas y al ritmo de las marchas fúnebres. Continuó su paso por las calles de Zamora. En la Plaza Mayor, se entonó la Salve, la Soledad, rodeada de miles de tulipas que la refugian. Que la custodian. Regresó a San Juan, con el amor de una ciudad en la punta de sus dedos.
Así, entró a su casa, en pleno centro de la ciudad. Repleta de luz, cariño y devoción. Soledad, nunca estarás sola. Zamora te acompaña. Te abraza. Te arropa. Te cuida.
Galería de imágenes por Aroa Colmenero