Los niños, los grandes protagonistas del Domingo de Ramos, salen a las calles para acompañar a Jesús y a su borriquita en el camino por la zona noble de la ciudad.
Palmas y laureles, y alegría, risas, llantos, niños. El futuro de la Pasión, el futuro de la ciudad, la ilusión más grande por desfilar, por procesionar, por acompañar a sus pasos. Los niños y sus palmas, esas que padres, tíos, abuelos han comprado en los días previos a la Semana Santa, esas que han ilusionado a los más pequeños.
En el Museo, después de la bendición de las palmas, Jesús entra triunfalmente en Zamora, en su ciudad, acompañado por miles de familias, por miles de zamoranos que hacen debutar a los más pequeños, que los "bautizan" en la Pasión.
Y en Sagasta, en la cuna del modernismo zamorano, en ese marco incomparable para que las ramas de laurel y los ramos se agiten por la felicidad de la bienvenida al mesias, Jesús entra acompañada por la banda de música que, por primera vez en la Semana Santa, pone color a unos días en los que las tardes zamoranos tendrán un sonido especial.