Algarabía infantil en la tarde de las palmas

Las inmediaciones del Museo eran un revuelo de público y cofrades minutos antes de la procesión

Miles de niños participan en la procesión de La Borriquita, marcada por el sol y las altas temperaturas

Zamora se ha echado a la calle bajo un sol rabioso con palmas, ramos de olivo y laurel en las manos para recibir a Jesús, que ha entrado en la ciudad a lomos de una burra acompañado por centenares de niños luciendo sus ropas de estreno como ordena la tradición el Domingo de Ramos.

El tañido de las campanas del Barandales y la Banda de Cornetas y Tambores Ciudad de Zamora sonaban alegres esta tarde anunciando el cortejo oficial de la entrada de Jesús en una Jerusalén del siglo XXI cincelada en sillares románicos y fachadas modernistas que a lo largo de una semana serán el escenario de su Pasión y Muerte y también de la mañana gloriosa de la Resurrección.

Ambiente festivo y familiar en los aledaños del Museo en los minutos previos a la procesión, mientras el capellán de la cofradía, Jesús Campos, en presencia del Obispo de la Diócesis, monseñor Gregorio Martínez Sacristán, procedía a bendecir las palmas, con la intervención del coro Camerata Primo Tempo, que interpretó diversas piezas de polifonía ubicado junto al ábside de Santa María la Nueva. Zamora se dispone a vivir sus días grandes y los padres le explican a sus hijos el milagro que va a vivir la ciudad mientras los niños se congregaban en los aledaños del Museo con sus palmas, laureles y ramos de olivo en las manos.

Un multitudinario cortejo de niños, algunos muy pequeños, incluso en sus cochecitos de bebés, precedía el paso del grupo escultórico de Florentino Trapero, que representa la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén a lomos de un pollino aclamado por el pueblo. El raso fucsia de las capas de los cofrades ondeaba en una tarde de calor primaveral mientras miles de zamoranos esperaban en las aceras el paso de la procesión. Tras las lluvias de los útimos años, hay ganas de Semana Santa tanto en las filas como en las aceras.

Miles de palmas doradas se elevaban al cielo esperando la salida de la procesión, cuyo paso abandonó el Museo a las 17.49 horas, acompañado por las marchas procesionales de la Banda del Cristo del Perdón, que formaba impecable tras el paso por las calles, que se ensanchaban para recibir a Jesús con la misma algarabía con la que hace 2.000 años el pueblo se echó a la calle para proclamarlo Hijo de Dios.

Los pequeños hermanos vestidos de hebreos desfilaban por el centro de la procesión o en brazos de sus padres y madres; los niños con turbante fucsia y las niñas con toca celeste, integrados en la alegría y el colorido que son santo y seña en esta procesión en la que generaciones enteras se estrenan como cofrades, vestidos de calle pero cerca del mismo Jesús que después acompañarán Nazareno y Crucificado por las viejas rúas de Zamora.

Tras la bendición de los ramos, la comitiva -presidida por la concejala Soledad Sánchez Arnosi- abandonaba el Museo de Semana Santa para emprender el camino por la Plaza Mayor y Renova hacia San Torcuato y dar la vuelta por Alfonso IX para regresar por Santa Clara, convertida en un bosque de palmas doradas y emprender así, cruzando la Plaza Mayor, el camino de regreso al Museo. El reloj marcaba las 19.24 horas cuando los acordes de la Marcha Real despedían al paso, que retornaba al punto de partida.

Él lo dejó dicho: "Dejad que los niños se acerquen a mí". Y cada Domingo de Ramos, en Zamora, los niños van junto a él en la primera procesión de sus vidas, ajenos a los días de dolor y penitencia que marca el calendario, con la alegría reflejada en sus rostros.

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