El Santo Entierro de Mombuey desafía a la lluvia y llena de solemnidad el Viernes Santo
La urna del Cristo Yacente, auténtico corazón del cortejo, volvió a emocionar a vecinos y visitantes. Se trata de una pieza ricamente decorada, de gran valor artístico y simbólico, que alberga la imagen de Cristo muerto, tendido con serenidad y recogimiento en su interior. La escena, cargada de dramatismo contenido, avanza en un ambiente de profundo respeto, acompañada por el sonido de tambores sordos y las melodías de música de capilla, que subrayan la solemnidad del momento.
Caperuz morado y devoción intacta
Los cofrades del Santo Entierro, ataviados con su tradicional túnica y caperuz morado, encabezaron el cortejo, seguidos por decenas de vecinos que, en absoluto silencio, se sumaron a la comitiva a lo largo del recorrido marcado por la cofradía. La procesión, sobria y pausada, avanzó con la urna a hombros por las calles más emblemáticas del municipio, envuelta en el luto ritual y en el respeto absoluto de quienes, año tras año, mantienen viva esta tradición.
A cada paso, se hacía visible la intensidad emocional del acto. Algunos vecinos portaban velas, otros faroles, y no faltaban los rezos en voz baja ni las miradas humedecidas por la emoción. Porque en Mombuey, el Santo Entierro no es solo una procesión: es un acto de fe compartida, de memoria colectiva y de respeto por las raíces.
Una noche para el recuerdo
Que el mal tiempo haya respetado la ceremonia es, para muchos, casi un milagro. Las previsiones no eran optimistas, pero finalmente las nubes aguantaron y el cielo se abrió a la tradición. A su término, la urna fue devuelta con cuidado al templo, donde permanecerá hasta la Resurrección, mientras los vecinos se retiraban en silencio, conscientes de haber sido testigos, un año más, de una de las estampas más auténticas y sentidas de la Semana Santa rural zamorana.
En un mundo en constante cambio, Mombuey mantiene firme su fidelidad a lo esencial. Y en este Viernes Santo, la procesión del Santo Entierro ha vuelto a demostrar que la emoción, el recogimiento y la devoción pueden más que cualquier amenaza de lluvia.