El viaje mochilero de 150 kilómetros del sayagués ‘Buenajera’
El “Camino de Sayago” empieza en Salce y termina en el Puente de Requejo
Sergio Aguilar, natural de Carbellino, planificó a finales de verano una ruta a pie en la que fue desvelando los secretos de algunos de los municipios de la comarca hasta el puente de Requejo. En total seis jornadas y más de 500 publicaciones en Instagram que fueron seguidas desde España a Argentina
La de Sergio Aguilar es la historia de un sayagués enamorado de su tierra. De un aventurero nato metido a mochilero durante los seis días que duró su travesía por los caminos de Sayago. Como si de un peregrino se tratara y con la única compañía de su móvil emprendió un viaje -bautizado como 'el Camino de Sayago'- que se extendió por más de 150 kilómetros entre el pueblo de Carbellino, siguiendo el curso del Tormes, pasando por Argusino hasta Fermoselle y continuando por el Duero hasta Villadepera para finalizar en el puente de Requejo. Allí, donde Sayago agoniza y Aliste se erige en todo su esplendor con el Duero como protagonista y con las vistas que ofrece un viaducto centenario suspendido a 90 metros del río finalizó un viaje apoteósico que se erigió como un auténtico cuaderno de bitácora virtual.
Un viaje a la antigua usanza pero que contó con el apoyo de las nuevas tecnologías y miles de seguidores que jornada a jornada seguían de cerca sus andanzas descubriendo huellas de nutrias y jabalíes, paseando entre rebaños de ovejas y durmiendo al raso o en las portaladas de las iglesias. Unas historias que comenzaron siendo seguidas por 300 ó 400 personas y que en el ocaso de la ruta llegaron a rozar las mil personas: “Me escribía gente de Argentina indicándome que estaba pasando por el pueblo de mi padre o que me decían que su abuela les tenía el móvil ‘secuestrado’ para seguirme”.
En total más de medio millar de publicaciones y cerca de dos horas de visualizaciones plagadas de multitud de datos, detalles, pero también curiosidades que se extendieron durante su visita por Carbellino, Roelos, Salce, el antiguo y desaparecido Argusino, Formariz, Cibanal, Fermoselle, Fornillos, Palazuelo, Mamóles, Fariza, Cozcurrita, Badilla, Argañín, Gamones, Torregamones, Villardiegua de la Ribera y Villadepera.
Una aventura no exenta de imprevistos y rodeos, en la que la falta de cobertura fue la tónica en muchos puntos del camino. Ya lo había avisado Sergio (Buenajera en sus redes sociales) de antemano a sus seguidores convertidos en ese momento en fieles espectadores de cada paso que daba este médico y profesor de instituto residente en Valladolid pero cuyo corazón reside en Sayago. Porque allí la cobertura alta se traduce en “de vez en cuando”, por lo que en ocasiones tocaba aparcar el móvil, guardar las stories para otro momento y limitarse a disfrutar del paisaje que se abría ante sus ojos.
“Había un montón de caminos cortados o que te obligaban a atravesar fincas de ganado bravo”. La odisea de recorrer a pie la ruta planteada sorteando las carreteras convencionales se tornó en realidad a medida que abandonaba el término de Carbellino. Con una media de unos 30 kilómetros diarios y pese a portar las mínimas provisiones, la mochila pesaba y el cansancio hacía mella al término de cada jornada: “El día acaba como empezó. Mojado, asado, sediento, quemado y con hambre”.
Porque el agua potable no abunda en los caminos de Sayago en contraste con la generosidad y amabilidad de unos vecinos que, ya prevenidos sobre su viaje, se acercaban a brindarle su apoyo en forma de un bocadillo o de un pequeño refugio donde guarecerse de la lluvia. Eso cuando era posible, porque la primera noche la pasó al raso a la entrada del antiguo término de Argusino. Arrastrando los efectos de una noche de tormenta guarecido bajo plásticos y sin apenas dormir, la aventura continuó por tierras del desaparecido municipio, por aquél entonces al descubierto ante la bajada del nivel del embalse de Almendra.
“Fue la etapa más dura. Como estaba tan bajo el agua y hay tantísima arena era como caminar en una playa, por lo que te ibas hundiendo, además el trayecto engañaba. Era un continuo zig zag”, recuerda.
El final de la jornada le pilló en Cibanal donde al ofrecimiento de los vecinos se unió la insistencia del entonces párroco Florentino Pérez que salió a su encuentro con tuppers repletos de comida, vino y agua. Es sólo un ejemplo de la solidaridad que se replicó también en el Camping de Los Arribes, en la posada de Doña Urraca, La Tortuga o el Obrador de Gaia.
Una experiencia en todos los sentidos en la que la pantalla de Buenajera descubrió los secretos de El Pulijón, los versos recitados de la poetisa fermosellana Iluminada Ramos, el arte de Nuria de Numa Cerámica; pero también las huellas de los animales salvajes. Entre rastros de garzas y lo que podría confundirse con un lobo, la combinación entre la arquitectura rural y la naturaleza que brinda esa zona tan dispersa de Sayago conquistaba a cada paso, a cada storie.
Una aventura que se prolongó entre los sinsudores lógicos de la sobrecarga a la espalda, los caminos intransitables y los cambios de planes: “Iba con una mochila sobrecargada porque consumía al día entre 3,5 y 5 litros de agua que tenía que llevar encima en todo momento ya que no sabía cuándo iba a tener el próximo avituallamiento”. Un saco de dormir, un cargador, comida en lata y un cuaderno en el que apuntar datos curiosos para completar sus publicaciones conformaban el 90% del peso.
La de Sergio fue una ruta de descubrimiento en toda regla en el que las visitas más o menos planeadas se entremezclaron con auténticos descubrimientos en forma de personas que le desvelaban los secretos de la lana o de la fotografía de guerra gracias a su encuentro con un reportero presente en conflictos como Irak o Siria. Todo ello con las privilegiadas vistas que ofrece la ubicación de la ermita de la Virgen del Castillo, a los pies de los Arribes.
Entre rozaduras, ampollas, dolores de espalda, cuello y tobillo y sobrecargas musculares finalizó uno de los viajes más virales en la historia de la comarca que comenzó planteado como un viaje para recuperar tradiciones y que se prolongó durante una jornada y 30 kilómetros más de lo inicialmente previsto.