El bolígrafo que hizo feliz a un niño en la Navidad de la postguerra en Villalpando
Pablo Modroño tenía siete años cuando un bolígrafo sustituyó a la pluma mojada en tinta que usaba hasta entonces. Para él, aquel sencillo objeto marcó una Navidad inolvidable, símbolo de modernidad y de la ilusión de su infancia. En la Villalpando de la postguerra, los regalos eran pocos, los gestos cotidianos lo llenaban todo, y las fiestas se vivían con austeridad, pero con intensidad.
En aquellos años, la Navidad se celebraba en casa de los abuelos, con la familia reunida alrededor del Nacimiento que se instalaba en cada casa. No había luces ni reclamos comerciales, tampoco Papá Noel ni la ilusión llegaba envuelta en papel: se construía en los encuentros, en los abrazos, en la mesa compartida. Allí, lo justo: turrón blando o duro y, como plato principal, el gallo más grande del corral.
La Nochebuena comenzaba con la Misa del Gallo, centro de la vida comunitaria. Al volver a casa, la velada seguía con partidas de cartas, parchís o los juegos disponibles, mientras los abuelos relataban recuerdos y anécdotas. Era una celebración íntima, centrada en el Niño Jesús, sin prisas ni excesos.
La Nochevieja tenía un aire distinto. En muchas casas se mataba cerdo; en otras, un cordero. Los dulces caseros —turrón de almendra elaborado por la abuela, y como no, peladillas y piñones— llenaban la mesa de sabores sencillos que hoy evocan tanto escasez como unión familiar. Y, por supuesto, no faltaban las uvas para recibir el año nuevo.
La festividad de los Reyes Magos tiene para este viudo de 83 años un significado especial. Él fue protagonista en una de las primeras cabalgatas de Villalpando, en 1959, un desfile que recorría las calles con antorchas, caramelos y disfraces improvisados en casa. Pablo Modroño recuerda salir con un pantalón relleno con almohadas en cada pierna, un ejemplo de creatividad nacida de la escasez, que sentó la base de las cabalgatas que hoy recorren la provincia.
Hoy, a sus 83 años, Pablo sigue activo en la vida social del municipio. Preside la Asociación de Jubilados y Pensionistas La Purísima y participa en la recreación histórica del voto de Villalpando, encarnando al alcaide de la villa en tiempos de Fernández de Velasco.
Su testimonio ofrece un viaje al pasado: una Navidad sin adornos superfluos, donde un bolígrafo podía ser un tesoro y una cabalgata humilde sembró la semilla de una tradición que todavía ilumina las calles de Villalpando.