En los pueblos de Zamora no hay "Black Friday"
En muchos pueblos de la provincia de Zamora, el Black Friday pasa desapercibido. No por desinterés de los vecinos, sino porque simplemente no hay tiendas que puedan sumarse a la jornada de ofertas. En localidades despobladas, sin supermercado ni comercio de barrio, la fecha comercial más destacada del año se convierte en un recordatorio silencioso de la falta de servicios cotidianos. Y en los pocos pueblos que aún conservan comercios, los negocios locales luchan por sobrevivir frente a la despoblación, la competencia de grandes superficies y las compras online.
Según un informe sobre el comercio minorista rural, en la provincia de Zamora 66 municipios no cuentan con ningún comercio minorista abierto actualmente. Otros 75 pueblos disponen únicamente de una o dos tiendas, generalmente supermercados pequeños, farmacias o gasolineras, lo mínimo para abastecer a la población local, y casi el 60% de la actividad comercial se concentra en Zamora, Benavente y Toro.
El conjunto provincial cuenta aproximadamente con 2.393 comercios abiertos, pero la mayor parte se concentran en la capital y algunos núcleos urbanos. La dispersión poblacional y la baja densidad de habitantes en muchos municipios rurales hace que mantener un comercio rentable sea casi imposible. Entre 1999 y 2021, la provincia perdió cerca del 23 % de sus empresas comerciales, y varios pueblos quedaron completamente sin actividad minorista, según datos de la Cámara de Comercio.
Este fenómeno no es solo una cuestión de números: tiene consecuencias sociales y culturales profundas. La “tienda de barrio” ha sido tradicionalmente un punto de encuentro, un espacio de relación comunitaria y un recurso vital para los vecinos, especialmente los mayores. Su desaparición acentúa el aislamiento y debilita el tejido social de los pueblos.
Cuando las ofertas no llegan
En los pocos comercios que sobreviven, la capacidad de sumarse al Black Friday es limitada. Las pequeñas tiendas enfrentan costes fijos relativamente altos, márgenes ajustados y una clientela reducida. Ofrecer grandes descuentos puede implicar asumir pérdidas, y muchos comerciantes consideran que la fecha no tiene sentido en su contexto.
Por su parte, en municipios sin ningún comercio, la experiencia del Black Friday es inexistente. Los vecinos se desplazan decenas de kilómetros para abastecerse o dependen de pedidos online, lo que convierte la fecha en un recordatorio de la distancia entre la ciudad y la España vaciada.
La despoblación como telón de fondo
El declive comercial se explica en gran medida por la despoblación: Zamora es una de las provincias más envejecidas de España y la que mayor porcentaje de municipios sin comercio concentra. La media provincial indica un supermercado por cada 1.662 habitantes, pero este dato beneficia sobre todo a la capital y a núcleos urbanos, dejando a muchos pueblos rurales al margen del consumo organizado.
La pérdida de población, unida a la concentración de servicios en los centros urbanos, dibuja un panorama en el que el Black Friday se convierte en un símbolo de desigualdad territorial: mientras en la ciudad los vecinos recorren tiendas y aprovechan descuentos, en los pueblos rurales las estanterías permanecen vacías de promociones.
Más allá de los números
Aunque existen iniciativas de repoblación y aperturas recientes de tiendas en algunos municipios, la realidad es que la España vaciada sigue enfrentándose a la falta de servicios esenciales. La celebración del Black Friday, por tanto, no solo refleja un fenómeno comercial: evidencia la brecha entre quienes viven en zonas urbanas y quienes habitan pueblos con escaso o nulo comercio.
Para muchos vecinos, la fecha no es una oportunidad de ahorro, sino un recordatorio de lo que ya no existe: la tienda de barrio, el encuentro con el vecino y la vida cotidiana más próxima.