El juego de La calva reivindica su "sitio" en las fiestas de Granja de Moreruela
En tiempos en los que las pantallas ocupan gran parte del ocio, en Granja de Moreruela se defiende el regreso de los juegos más tradicionales. La calva, un juego que premia el lanzamiento de precisión y que forma parte de la memoria colectiva del campo castellano, volvió a abrir la tarde festiva del fin de fiestas del Cristo.
El escenario fue de lujo: la explanada del monasterio cisterciense de Santa María, una abadía del siglo XIII que da identidad al municipio. Allí, el eco del marro golpeando la pieza de madera recordó que las costumbres de siempre siguen teniendo fuerza para unir generaciones y géneros. Mujeres y hombres se esmeran en ganar el premio por "volcar" la madera, con un marro que cubre una distancia de unos 14 pasos.
Tras la competición llegó la esperada merienda popular. El concurso de tortillas volvió a despertar la rivalidad más sana entre los más "cocinillas". El Ayuntamiento, como manda la tradición, ofreció escabeche gratuito para todos los asistentes, un plato que se sumó a los embutidos traídos de casa y a los postres más tradicionales como el arroz con leche, la leche frita y los dulces "Pili".
Un año más vecinos, familias y amigos disfrutaron de una tarde a ritmo de charanga, en la que tradición y la convivencia se volvieron a dar la mano. Y es que en Granja de Moreruela, la calva no es solo un juego: es un símbolo de identidad, un recordatorio de que las raíces rurales siguen vivas y de que el futuro también puede construirse mirando hacia las costumbres del pasado.