Los 30 de Castromil, los guerreros del pueblo contra el fuego

Crónica negra desde el corazón del fuego: Zamora arde, la dignidad resiste. Cerca del que fuera el bar Castromil y al atardecer de este aciago 15 de agosto festivo, el sol que se pone también a esta hora en Sanabria barruntaba el ocaso enrarecido por la canícula y el humo de los incendios de Zamora.
sol sanabria
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El infierno tiene nombre y código postal el 49 de Zamora y el 49572 de Castromil. Y no es la primera vez. Tras cinco días de llamas, humo, desalojos y promesas vacías, queda claro que ni la provincia ni Castilla y León están preparadas para afrontar una emergencia forestal de esta magnitud. Ni lo están ahora, ni lo estuvieron en 2022 con la Sierra de la Culebra reducida a cenizas, ni parece que vayan a estarlo mientras los despachos estén más preocupados por el relato que por la realidad.

Los 60.000 campos de fútbol que se quemaron hace tres años no sirvieron de lección. Esta vez, otra vez, se ha vuelto a llegar tarde, mal y con excusas. El fuego no espera. La ceniza no entiende de competencias. Y mientras el presidente Mañueco hablaba de que los medios eran suficientes, los pueblos gritaban auxilio a través de cualquier canal posible. En los balcones no ondeaban banderas, ondeaban toallas mojadas. Y otra vez más y más superficie, Zamora vuelve a ser de récord pero en lo malo.

En este caso en Castromil, una aldea entre Zamora y Orense ha demostrado una vez más que no hace falta tener más que necesidad y voluntad para arreglar las cosas aún sin ayuda del estado y de los equipos de extinción.

Ocurría ayer por la tarde hacia la noche...Los pueblos ardían y los vecinos –hombres, jóvenes, padres e hijos mayores de edad– se quedaban a resistir, mientras las mujeres evacuaban a los más pequeños y a los abuelos. Como en una película bélica pero sin final épico garantizado.

“Te quiero”, decían antes de subir al coche, al tractor que utilizaban como medio de defensa para hacer cortafuegos estilo trocha la que hacen los bulldozers.

Como si fuera la última vez, todo parecía una despedida apocalíptica. Porque podía serlo.
Y entre todos ellos, Castromil tenía que ser una aldea que tiene 170 vecinos en verano y apenas 70 en invierno. Treinta hombres que decidieron no rendirse. Treinta personas que han demostrado que el abandono político no puede con el amor a la tierra. Ellos no tenían helicópteros, ni trajes ignífugos. Solo tenían cubos de agua, palas, mangueras de jardín, tractores .. y dignidad. La que escasea en otros estamentos.

Las BRIF, los voluntarios, los héroes sin capa, han salvado lo que han podido, mientras las promesas institucionales se convertían en humo, los chicos de las Brif no pudieron ayudar a mi pueblo a mi Castromil del alma de mis orígenes donde nació mi abuelo Paco en 1922. Allí sigue su casa donde criaron a sus hijos mi bisabuela Anunciación que casualidad que era la partera, y mi bisabuelo Francisco Guardia Civil en aquel entonces. Y duele ver como transcurre todo, como dejan de la mano de Dios a nuestros vecinos aunque sean los mas alejados. Algo que sigue ocurriendo como la masa forestal que, año tras año, retrocede entre recortes y olvido. El Castromil de Zamora donde hay que ir como se suele decir "a peto" porque está lejos muy lejos, es un lugar precioso donde el Tuela riega sus veredas donde el color verde y la montaña daban un aire de libertad solo conseguible en la imaginación, menos mal que aún conservamos fotos de aquellos parajes en verde con árboles y escobas, con la belleza natural del entorno...

castromil
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Zamora vuelve a ser portada. Pero no por su patrimonio, ni por su vino, ni por su gente. Vuelve a ser noticia por lo mismo: por arder y por resistir. Europa mira con horror, y aquí seguimos sin relevo generacional, sin futuro, pero con una memoria que no olvida quién estuvo... y quién no.

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