jueves. 18.04.2024
Como Bryan y María son muchos los jóvenes que se ven obligados a dejar sus hogares en busca de trabajo

Varios jóvenes españoles relatan cómo vive la generación perdida los tiempos de crisis y desempleo lejos de su hogar. ¿Es tan fácil huir de la crisis que asola el país?. Son muchos los que no tienen trabajo en España y también son muchos los que se están marchando al extranjero en busca de una vida mejor. Y es que, a veces nos vamos en busca de una oportunidad, pero no siempre sale como planeamos. Hablamos con Bryan y María, dos jóvenes que han tenido que volver a casa tras ir en busca de una nueva vida.

 

 Nos encontramos ante una generación sin futuro, la llamada generación perdida. Muchos jóvenes tienen estudios y están preparados para empezar su vida laboral, sin embargo, uno de cada cuatro están en paro. Actualmente, la tasa española de desempleo juvenil es la más alta de la Unión Europea. Desde que comenzara en 2008 la crisis mundial, los diferentes gobiernos de España han aprobado una serie de programas de austeridad que han afectado en especial a los jóvenes. Tan sólo ocho años atrás, era una situación impensable; el país vivía un auge económico que facilitaba trabajo a muchos jóvenes que dejaban sus estudios a los 16 años, y comenzaban su vida laboral.

Ahora se tienen que marchar del país en busca de un futuro, ya que parece que en España no se puede encontrar. ¿Qué hacer ante un futuro negro con la obligación de sacar una familia adelante? Esta es una de las preguntas que Bryan Arroyave Duque no se sacaba de la cabeza. Es un joven de origen colombiano  que reside en España desde los cinco años.

Ahora tiene 21 y, como tantos otros, ha tenido que dejarlo todo para coger un avión en busca de un trabajo con el que poder ayudar a su familia. A sus 17 años tuvo que decir adiós al colegio, a la universidad y a ese futuro prometedor que tanto ansiaba. Debía hacer maleta y enfrentarse a una de las cosas más duras para un joven: decir adiós a su familia y partir en busca de algo que aclarara su negro futuro.

Parece de película, pero es una historia común en el contexto en el que nos encontramos. María Sánchez Durán, una joven zamorana de 25 años, ha terminado el Grado en Ciencias Químicas y ha tenido que dejar su vida en España por un trabajo de niñera en Vancouver, Canadá.

Ambos tienen cosas en común, "no solo la edad, nos unen muchas cosas,- comenta María-, la más importante para mí: las ganas de vivir y de encontrar ese trabajo tan buscado que nos permita demostrar lo que valemos y llevar una barra de pan cada día a casa". Para Bryan "esta es la generación mejor preparada de la historia de España”, y aclara: “Nos vemos forzados a emigrar. Y quiero recalcar “forzados” porque no nos vamos por gusto, nos echan".

Como ellos tantos otros quieren dejar constancia de la grave situación que viven al tener que abandonar el país. Además de los personajes principales de esta historia, hemos preguntado a algunos jóvenes anónimos, y todos tienen una idea en común: "no nos queremos ir por el clima, ni por amigos, nos vamos porque queremos un futuro en condiciones". Con esta situación económica, se estima una emigración de cientos de jóvenes al mes, y se conoce que los empleos en el extranjero también acostumbran a ser precarios.

“Nos vemos forzados a emigrar "

Bryan ha viajado mucho en busca de un futuro: Holanda, Londres, España e incluso Miami han sido un lugar nuevo en el que encontrar una vida para este joven. Nos cuenta, como anécdota, que el acceso a Miami no le resultó fácil, “como era mi primera vez (en Estados Unidos), tenía que pasar el control de aduanas en Nueva York, y casi pierdo el vuelo a Miami”.

Tras acabar 4º ESO quería estudiar como el resto de los niños, pero el dinero no se lo permitía. "Mi familia necesitaba ayuda, y yo era el muelle perfecto que podría empujarlos hacia una vida mejor". De un día para otro recogió sus cosas (bolsa de aseo, algo de ropa y billete de avión) y viajó a Holanda, donde residía su tío. Encontró un trabajo temporal, pero decía que para eso se quedaba en España, así que con la excusa de pasar la Navidad con su familia, volvió y se encontró que en su casa las cosas iban peor: acababan de despedir a su madre de la empresa para la que trabajaba y tenían el primer aviso del banco de que les iban a desahuciar si no pagan su hipoteca. Por esta razón Bryan no tuvo más remedio que volver a Holanda y trabajar de nuevo como jefe controlador de fruta con un contrato de seis meses en la empresa Vier Fruit, “Era un trabajo de calidad, tenía buenos ingresos y el nivel de vida era similar al de España”.

María, por el contrario, tiene menos experiencia en el ámbito aéreo “tengo aerofobia, y cuando me llamaron estuve a punto de decir que no porque no quería coger un vuelo hasta Canadá”, pero tuvo que armarse de valor, hacer las maletas, y marcharse a una pequeña casa a las afueras de Vancouver para trabajar a cambio de casa y comida como niñera, “mis padres me dijeron que aprovechara la oportunidad y buscara algo relacionado con mi carrera. Pasaba muchas noches casi sin dormir, navegando por internet y buscando que alguien me contratara en un laboratorio, aunque fuera de ayudante”.

"Mi familia necesitaba ayuda, y yo era el muelle perfecto que podría empujarlos hacia una vida mejor"

Cuando Bryan cumplió 19 años decidió viajar a Londres en busca de trabajo. Allí estuvo limpiando casas y en poco tiempo pasó de 400 libras a 800; ganó estabilidad, pero una oferta de trabajo en España para ser ayudante de cocina en un restaurante durante un año le hizo volver. “Estuve tres meses en el restaurante, pero entró en bancarrota”, y tuvo que volver al trabajo de controlador de fruta temporal en Holanda, donde estuvo ocho meses. Tras acabar el contrato volvió a España. Recién cumplido los 21 años, y sin encontrar un sustento, decidió viajar a Miami a casa de una de sus tías. En tan solo una semana consiguió trabajo en un restaurante japonés limpiando alfombras y platos, ganaba 500 dólares al mes. Bryan tiene origen latino, por lo que iba con frecuencia a desayunar a un restaurante colombiano “terminé haciéndome amigo del jefe y conseguí que me contratara como ayudante de cocina por 650 dólares a la semana”. Su visado iba a terminar y podía decidir trabajar en negro y estar de ilegal o volver a España. Un contrato en Alcampo le convenció para volver junto a su familia.

María estuvo dos años haciendo de niñera en Canadá. En su primera casa, acordó con los padres que le pagaran  200 dólares en lugar de darle comida, ahorró poco a poco y pudo alquilar una casa en la que tener un espacio propio “estuve seis meses en la misma casa cuidando a los dos niños. Estaba a gusto, pero necesitaba un lugar que sintiera como mío”. Ya con una casa propia tenía más facilidades para encontrar otro trabajo que le gustara de verdad, pero ese momento no llegaba. Tras ocho meses como niñera en el mismo sitio, los padres tuvieron que despedirla porque se mudaban a otra ciudad. María pensó en volver a España, pero ya la habían recomendado para cuidar a la hija de los vecinos de sus antiguos jefes por 500 dólares al mes, y decidió quedarse un poco más.

“Me estaba desesperando, me gustan los niños, pero estudié cuatro años de carrera para algo”, a María no la contrataban en ningún laboratorio, no tenía experiencia. Tuvo varias entrevistas, pero ninguna llegaba a un final satisfactorio para ella, siempre había gente que había trabajado en otros lugares y tenían preferencia. Además de buscar trabajo en Canadá, también lo hacía en España, y finalmente la llamaron para que estuviera como becaria en un laboratorio de análisis de productos alimenticios.

Bryan  actualmente sigue trabajando en  Alcampo  y se muestra satisfecho con su trabajo. Las condiciones son cinco horas diarias y dos días de descanso por 750 euros al mes. Su contrato acaba en agosto y ha barajado tres opciones:”La primera, esperar la renovación de la empresa, si no me renuevan me gustaría emprender con un proyecto de venta de proteínas, y si ninguna de las dos cosas funciona volveré a Estados Unidos para conseguir un contrato de trabajo que me permita conseguir la documentación       necesaria para residir en el país”

María está de becaria en el laboratorio con un contrato de cinco horas por 500 euros, pero ve posible que la puedan contratar. “Sería mi sueño hecho realidad. La experiencia en Canadá me gustó y aprendí mucho, pero no cambiaría este trabajo por nada”, María está contenta, y nos dice que solo dejaría su puesto si le ofrecen un contrato en el sector de la perfumería, “me encantaría ir por la calle y pensar “esa chica lleva mi perfume””.

Ambos están encantados de poder estar de nuevo en  España con un trabajo que les gusta y con buenas condiciones.

"Si me quedo aquí es porque está mi familia, y es duro vivir lejos de ella”

Para terminar, y  acerca de su opinión sobre la situación actual, María nos ha dicho que este es su país, y que prefiere estar mal aquí que en otro lugar “todos los sitios tienen cosas buenas y cosas malas, yo ya conozco las dos caras de España y prefiero estar aquí, confío en que las cosas irán a mejor porque peor ya no pueden ir. Me gusta viajar y conocer distintos lugares, pero para vivir me gusta España”. Por su parte, Bryan opina que la situación está mejorando “a mi me encanta España, pero he viajado tanto que no me importaría vivir en otro lugar. Si me quedo aquí es porque está mi familia, y es duro vivir lejos de ella”.

Crisis, pesimismo, desempleo, futuro... conceptos abstractos, intangibles, que marcan una descripción, descripción que hemos realizado en este reportaje y la cual ya está más que aceptada socialmente. Este retrato que hemos tratado de hacer sobre la denominada generación perdida es, sin duda,  la peor cara de esta generación, la menos amable, la cara de la catástrofe, de la desesperanza, la de la advertencia, la del pesimismo... pero hay que recordar, que como en todo, es una cara más, una cara que se puede elegir o no, una cuestión por determinar de toda la gama de cuestiones indeterminadas que el futuro, heredero del presente, pero también corrector del mismo, nos ofrece.

Y es que las condiciones son malas, el futuro asusta, los cambios son urgentes y nuestros jóvenes están deseando que se luche por ellos, para que el día de mañana ellos puedan luchar por otras personas, para que no se vuelva a hablar otra vez de ninguna generación perdida.



La generación perdida