VÍDEO | Don Juan Tenorio "rinde cuentas" en el cementerio de Zamora
Anoche, entre cipreses y las tumbas del cementerio de San Atilano, La Tijera Teatro ofreció una versión intensa y contenida de la célebre escena del comendador en "Don Juan Tenorio". El escenario natural —sepulcros, estatuas y senderos que conducían al "escenario"— se convirtió en un personaje más: austero, solemne y profundamente teatral.
La pieza se centró en el momento supremo en que Don Juan se enfrenta a la estatua de don Gonzalo de Ulloa, que advierte, acusa y muestra al seductor el cúmulo de sus transgresiones. El público, en silencio, siguió la aparición de las sombras y el diálogo visceral entre la culpa y la necedad que precede a la llamada a rendir cuentas. Según el libreto clásico, esta escena aparece como Escena II del cementerio, con la estatua de don Gonzalo encarando a Don Juan y las sombras que pueblan el fondo.
La dirección optó por una puesta desnuda: iluminación puntual sobre la estatua del comendador, vestuario sobrio y una interpretación que alternó el miedo y la culpa. El actor que hizo de Don Juan logró transmitir esa mezcla de arrogancia y sorpresa ante la inminencia del castigo, mientras que la figura del comendador —entre pétrea y humana— funcionó como espejo y sentencia. El momento más emotivo llegó cuando, en el clímax, Doña Inés reaparece como intercesora: su llegada transforma la amenaza en posibilidad de redención y subraya el tema romántico central de José Zorrilla: el poder salvador del amor.
La puesta en escena en San Atilano no solo rindió homenaje a la tradición teatral de las representaciones de Don Juan Tenorio en cementerios, sino que también mostró cómo el espacio urbano y la memoria colectiva pueden reactivar un clásico: la noche terminó con aplausos y la sensación de haber asistido a un rito teatral capaz de convertir la piedra en palabra y la culpa en esperanza.