Puebla de Sanabria acogió con fervor y entusiasmo el Concierto de Semana Santa en honor a la Virgen de las Victorias, una cita que se ha consolidado como uno de los momentos más emotivos del calendario religioso y cultural de la villa. La Iglesia Parroquial de Nuestra Señora del Azogue se convirtió este fin de semana en el escenario de un encuentro musical y espiritual que reunió a vecinos, visitantes y devotos de todas las edades.
La Banda de Música Maestro Lupi, procedente de Benavente, fue la encargada de poner banda sonora a la velada, con un repertorio de marchas procesionales y piezas sacras que arrancaron sentidos aplausos y alguna que otra lágrima entre el público. Más de sesenta músicos y músicas subieron al altar para rendir homenaje, a través de la música, a la patrona sanabresa, bajo la dirección de José López Cid.
La concejala de Cultura y Turismo del Ayuntamiento de Puebla de Sanabria, Luisa Velasco Riego, abrió el acto con unas palabras en las que repasó la trayectoria de la Banda Maestro Lupi. Recordó sus humildes inicios bajo la batuta del maestro Lupicino Jiménez Camino, el benaventano que da nombre a la agrupación, y destacó la evolución del conjunto hasta convertirse en un referente musical en la provincia de Zamora y más allá de sus fronteras.
Al finalizar la actuación, el alcalde, José Fernández Blanco, entregó al director de la banda una placa conmemorativa como muestra del agradecimiento de todo el pueblo sanabrés por su participación en unas fiestas tan representativas como las de la Virgen de las Victorias. El acto concluyó con un ágape ofrecido por el consistorio a los integrantes de la banda y sus familias.
El evento contó con la colaboración de la Diputación de Zamora, la Fundación Caja Rural y el Obispado de Astorga, además de una mención especial para el vecino José Chicote, cuya implicación fue clave para el desarrollo del concierto.
“Virgen de las Victorias, excelsa majestad. Todos los sanabreses te quieren de verdad”, resonó con fuerza en el templo como inicio del himno que sintetiza el sentir de un pueblo que, una vez más, demostró que la música y la devoción caminan de la mano.