La burocracia frena el sueño de reabrir la antigua fábrica de embutidos "Los Chatos" en Almeida de Sayago

Valda

Una emprendedora afincada en la zona denuncia que el "silencio administrativo" por parte del Ayuntamiento la ha llevado a abandonar el proyecto de reconvertir la vieja industria cárnica en centro de yoga y baile, un negocio que finalmente traslada a León

El Consistorio sostiene que "se ha hecho todo lo posible dentro de las competencias municipales”

En el corazón de Sayago, donde los pueblos luchan cada día contra el silencio y el olvido, asegura que ella soñó con devolver la vida a un edificio que durante décadas fue símbolo de trabajo y encuentro. La antigua fábrica de embutidos Los Chatos, en Almeida de Sayago, cerrada desde hacía más de 30 años, estaba a punto de renacer gracias al empeño de Valda Quairós, una mujer brasileña afincada en la comarca.

Valda sostiene que ha puesto todo su esfuerzo en el proyecto. Su primera idea fue reconvertir la vieja industria cárnica en un local social con un pequeño espacio para restauración, un lugar donde los vecinos pudieran reunirse y celebrar distintos acontecimientos. El Ayuntamiento de Almeida, encabezado por Miguel Alejo, aprobó las obras, que concluyeron en 2024, pero cuando todo parecía listo para abrir las puertas, llegó la notificación que frenó el sueño: no se autorizaba la actividad. La emprendedora decidió entonces reconvertir su idea. Presentó un nuevo proyecto para ofrecer clases de baile y yoga, una actividad más tranquila y adaptada al entorno. En junio de 2025 registró la documentación y esperó respuesta.

GALERÍA D IMÁGENES DE LA REFORMA DE LA ANTIGUA FÁBRICA EN ALMEIDA DE SAYAGO

Sin embargo, sostiene que el tiempo pasó y la respuesta no llegó. “He querido crear vida aquí, atraer gente joven, abrir un espacio que sumara. Pero todo son trabas”, lamenta Valda, que en estos años ha rehabilitado también viviendas en Figueruela y Moral de Sayago, donde ha logrado que unas quince personas, muchas con hijos, se instalen en la zona. Su inversión en la zona, asegura, ha sido de 60.000 euros, desde que dejó Madrid y su trabajo en una empresa de construcción.

Desde el Ayuntamiento, Miguel Alejo defiende que “se ha hecho todo lo posible dentro de las competencias municipales” e insiste en que los permisos de actividad dependen de la Junta de Castilla y León. Valda, por su parte, asegura que en las reuniones mantenidas con el regidor municipal, "con testigos por medio", nunca se le indicó que debía acudir a la Administración autonómica. Y así han pasado los meses, entre interpretaciones, plazos y procedimientos, y finalmente el entendimiento nunca llegó. Y con él, se esfumó la ilusión de abrir un nuevo espacio en Almeida. “En León ya he conseguido los permisos. Allí me han ayudado desde el primer momento”, cuenta con una mezcla de alivio y tristeza.

Su marcha deja tras de sí una inversión, un esfuerzo personal enorme y una reflexión que se repite en muchas zonas rurales: la burocracia también vacía pueblos.