Hay días que en este oficio se tiene que tener ganas. Ganas de ponerte a escribir cuando sabes que hasta tu última sílaba va a ser juzgada. Soy periodista de cuna, desde que comencé a escribir pequeños relatos con apenas siete años. Siempre tuve claro qué quería ser. A día de hoy me sigo emocionando al redactar; al leer mi nombre junto a esa palabra que significa tanto: periodista.
La libertad, en su concepción más simple, es la capacidad de la conciencia para pensar y obrar según la propia voluntad. El libertinaje es la actitud irrespetuosa de la ley, la ética o la moral de quien abusa de su propia libertad con menoscabo de la de los demás. Sin embargo, ¿hasta qué punto podemos echar por tierra el trabajo de alguien sin superar los límites? ¿Ha dejado de existir la barrera entre libertad y libertinaje? ¿Entre educación y falta de educación? Hemos llegado a un punto de no retorno. Todo se puede criticar porque la verdad que expongo es la verdad absoluta, supongo que ese es el razonamiento de la era actual marcada por las redes sociales y de profesionales sentados en su casa que entienden absolutamente de todo.
Aunque parezca mentira, detrás de la pantalla de los teléfonos móviles desde los que se leen las noticias, detrás de un texto que solamente tiene un objetivo, el de informar; hay una persona que siente, cree, sueña, lucha y tiene un corazón. Alguien que sale a la calle a buscar noticias, que lucha contra la desinformación, que quiere contar lo que pasa en cualquier parte del mundo.
Gabriel García Márquez dijo que el periodismo era la mejor profesión del mundo, ahora desde luego, no lo es. Fue cuando se valoraba la labor del comunicador; la función tan importante que tiene para la sociedad, contar la verdad, dar voz, no dar pie a engaños. Actualmente, ¿existe alguna profesión en la que el trabajador esté expuesto a críticas constantes simplemente por realizar su labor?