Un amigo, compañero de instituto emocionado con su proeza, define como se siente un maratoniano, sin comentarios, sin mas... una gran reflexión de un gran deportista que ya ha cumplido los 45. La quinta del 69 sigue haciendo de las suyas.
Crónica de un sueño.-
Hay historias que hay que contar, acabar una maratón es una de ellas. El pasado domingo las calles de Madrid eran testigo de 15.000 de ellas, ésta es la mía.
El despertador suena a las 6:00, acababa de mirarlo a las cinco, las cuatro, las tres... Vamos, que dormir, dormir, poco. Me uno en Atocha a un grupo de madrileños que también se dirigen al Retiro, el grupo va creciendo mientras uno de ellos, el más experimentado, me aconseja en mi debut olvidarme un poco de los tiempos, no dejarme llevar por el público, no bajar nunca del ritmo que me haya establecido y que seguro que la disfrutaré hasta el km. 32 más o menos.
Ya en la estatua del Ángel Caído me despido del grupo y me dirijo al guardarropa. La buena organización de este año hace que todo sea muy rápido y enseguida me dispongo a vivir una experiencia nueva: entrar en un baño portátil en los momentos previos a una maratón. Coño, ¡no todo va a ser color de rosa! (os aseguro que de todos los colores menos de ese). Como lo mío era algo menor salgo pitando camino de la salida. Entre la multitud diviso a mi compañero Miguel, con el que había quedado en ese "a ver si nos vemos (entre 15000)". Le digo que, sin duda, esto es una buena señal. El pobre lleva casi mes y medio parado por culpa de una lesión de rodilla y su objetivo es salir y aguantar hasta donde pueda.
Cruzamos el Retiro en dirección a la calle Alcalá. Nos da tiempo a hacernos alguna que otra foto mientras el corazón empieza a latir un poco más fuerte. El gran día ha llegado y ya falta poco. En Cibeles paramos para contemplar el aterrizaje de la Brigada Paracaidista justo delante de la línea de meta. ¡Espectacular!
Faltan 10 min. para el pistoletazo de salida y los nervios empiezan a aflorar en forma de "volvería otra vez al baño", "ufff, con lo que voy a beber seguro que me va a tocar parar"...
Nos despedimos deseándonos suerte y nos dirigimos cada uno a nuestro cajón de salida. 9:00 de la mañana, los corredores de delante empiezan a moverse, casi andando. Tardamos casi 6 minutos en cruzar la línea de salida. Ahora sí, una aventura está a punto de empezar y tengo la suerte de ser el protagonista.
Enfilamos la Castellana, son 6 kilómetros que pican cuesta arriba, el ritmo es el esperado y la respiración va perfecta. Paso al globo de las 5 horas, de las 4:30. Las bandas de rock que amenizan el recorrido te insuflan aire en los pulmones. Llegamos al kilómetro 10 y las sensaciones son muy buenas, por mi pulsera de tiempos compruebo que voy al ritmo deseado. Los kilómetros pasan deprisa por el centro de Madrid, la gente te anima y te da alas, en los repechos acorto el paso y bajo un poco el ritmo. Se que se trata de no desgastarse al principio y ahorrar fuerzas para los últimos kilómetros. Aprovecho los largos tramos cuesta abajo para recuperar pero sin dejarme llevar en exceso. En el km. 15 tomo mi primer gel y compruebo que la cosa va bien. Algunos miembros de la brigada paracaidista me pasan a buen ritmo.
Adelantamos al globo de 4:15. La media maratón está cerca y se que allí estarán los míos (Mari Carmen, Paula, Mónica, Miguel, Nena y Miguel), tengo muchísimas ganas de verlos y de decirles tantas cosas. San Bernardo, Gran Vía, Callao, Preciados, Sol, Palacio Real y al fondo la pancarta de la media maratón. Por fin los veo, ¡menudo subidón! Me paro a darle un beso a mi mujer y a decirles lo muchos que los quiero y que estén tranquilos, voy muy bien. Bajo el ritmo un poco y consigo hasta que me hagan alguna foto.
Miro el crono, 1:56:51, solo 16 segundos peor que lo establecido, "la cosa marcha". Enfilamos dirección a la Casa de Campo por una larga avenida que se hace larguísima, km. 25. Muchos corredores van en grupo y corroboran que estamos en tiempo de las 4 horas finales. En mi caso, clavo la media de tiempo, 5:31 min./km., tomo el segundo gel en el km. 26 y empiezo a comprobar a las primeras de cambio como esta parte del recorrido empieza a pasar factura a los corredores. Ya no hay tanto público, las bandas ya no parecen de rock y muchos comienzan a pararse, a requerir la atención de los patinadores que amable y eficazmente les rocían con el "spray milagroso" (réflex). Gente con tirones, calambres. El ritmo sin saber muy bien se ralentiza pese a no ser un tramo cuesta arriba. El gel parece no hacer efecto y las piernas, inexplicablemente, van más despacio. Es pronto para el muro pero las sensaciones ya no son tan buenas. Bajo el ritmo.
Después de un par de kilómetros consigo recuperarme y pegar un pequeño empujón hacia delante. Km. 30. El ritmo ha bajado un poco y veo que el objetivo de bajar de las 4 horas va a estar complicado. No me obsesiono con ello y trato de llevar un ritmo constante. Km. 32, cruzamos el Manzanares y dejamos a la derecha el Calderón. Sé que aquí empieza realmente la maratón y, en Madrid, el tramo más complicado. Por delante 7 kilómetros cuesta arriba. A mi lado, un hombre empujando una silla de ruedas con una persona discapacitada, me impresiona la estampa y la valentía de la gente.
Primera subida dura y la gente se empieza a quedar, muchas personas andando mientras los miles de espectadores que agolpan las calles tratan de animar a los corredores: "dosifica", "baja un poco el ritmo", "vais bien", "la cuesta ya se acaba"... pero la cuesta no se acaba, las largas avenidas de Madrid, inundadas de camisetas multicolores te impiden ver la cima. Me adelanta un chico joven con una de ellas, en la que lleva la foto de su madre y una dedicatoria: "va por ti". No puedo sino emocionarme.
Km. 35, el ritmo ha bajado considerablemente, pues me resulta imposible mantenerlo cuesta arriba. Tomo un par de trozos de plátano y continúo bebiendo en cada avituallamiento. Sé que los míos están cerca e intento no descomponerme. Km. 37, oigo mi nombre y los veo, voy despacio, se han colocado en un lugar especialmente duro pero sé que la voy a acabar. Está en mi mano y la meta ya está muy cerca, no puedo pararme ni mirar hacia atrás. Es hora de mirar hacia delante.
Por fin se acaba este duro repecho. La gente grita "vamos que solo os queda un 5000", "que habéis hecho muchos". ¡Qué puedo decir de Madrid!, me han dejado sin palabras con sus ánimos, con las palabras exactas en los momentos complicados, vecinos ofreciendo a los corredores agua, gajos de naranja, hasta bebidas isotónicas... ¡impresionante!
Corono la cuesta y noto un fuerte pinchazo en el cuádriceps de la pierna izquierda. Me paro un instante a masajearla y darle unos golpes. Oigo una voz anónima que me grita "no te pares", "estira que se te pasa enseguida" y sí, sigo, trato de cambiar un poco la pisada y consigo que el dolor desaparezca.
La meta está cerca, pero todavía queda un tramo cuesta arriba hasta el 40. Remontamos hasta Colón, dejando el Retiro y, consecuentemente, la meta, a la derecha. Está cerca pero todavía se hace esperar. Las piernas van castigadas pero la cabeza empieza a disfrutar, son los últimos kilómetros de un sueño. El tiempo final hace muchos kilómetros que ya no importa, quiero disfrutar cada metro hasta la meta. Conmigo viajan también los míos y se merecen lo mismo que yo, disfrutarlo. Km. 42, la mujer de Miguel me saluda entre la multitud y mi cara comienza a reflejar la alegría de cumplir tu objetivo. Entramos en el Retiro, 195 metros para la meta, la gente se agolpa en los laterales, aplauden, gritan, animan, mientras con sus miradas buscan a los suyos...
Cruzas la línea de meta feliz, acabas de cumplir un sueño.
P.D.: la historia no acaba aquí. Unas horas más tarde hago una llamada, "Miguel, ¿qué tal?", ... al otro lado escucho "he acabado tío". ¿Qué mas se puede pedir?, el encuentro de por la mañana había sido el preludio de un final feliz: "ya éramos maratonianos".
Gracias a los míos y gracias Madrid
Gracias Antonio por tu aportación. Enhorabuena, ojalá muchos pudieramos seguirte.