Velando almas y plegarias. Empezamos.
Hoy ha sido un día como todos los días, como si nada especial ocurriese en las calles, como si el cielo fuese azul con el mismo azul de siempre, como si el sol tuviese la misma claridad, como si el viento soplase con la misma caricia. Hoy ha sido un día igual que todos los días, como si esta luna brumosa fuese como todas las lunas. Como si esta noche que huele a tormenta fuese una noche cualquiera.
Pero ya es mañana, ya es hoy. Ya es jueves, madrugada. El reloj marca las doce, hoy es mañana. Como este ayer recién acabado era miércoles, víspera de la Pasión, y el cielo no era igual que todos los días, ni el azul era azul como siempre, ni el mismo sol, ni la luna como todas las lunas, ni esta noche como todas las noches. Porque la tierra huele a húmedo, y a tormenta, y a primavera. Porque hoy, ahora, velamos almas y plegarias, abrimos las puertas, soñamos.
Sabemos que ha llegado, que ya es, que los días son distintos y tienen nombre propio, de Pascuas a Ramos, Pasión. Que hoy es un día entre los días, que hoy somos miles de corazones que sienten, que entienden, que se reivindican, que saben, que buscan.
Es hoy. Seremos nazarenos a tu lado; corazones morados contra la tarde al otro lado del río, este río por donde bajaba la vida, aquél que a veces contemplábamos en un abrazo que era corona de espinas, doloroso hasta la sangre, punzante. Te reconoceré Crucificado por mi cruz, por la cruz que todos llevamos. Aquí, ahora, en esta tierra de cruces, en esta vida de cruces, en este vía crucis de cada día, soledad, silencio, olvido. Por el amor crucificado, por los falsos besos, por los Judas de carne y hueso que nos vendieron un día, una noche cualquiera.
Seremos a tu lado; seremos amor. Amor muerto en una urna de cristal para que todos lo vean sin que nadie sepa. Amor sepultado en la tierra, ya sin fruta ni flor. Te reconoceremos ahí, en la Cruz, en las calles, en el aire, sobre todas las cosas, terciopelo morado, sábana blanca, carne, herida, poniendo nombre a los días y a las noches, soñándote en pie como cuando el amor venía hasta la puerta y le salíamos al encuentro y abríamos la casa y el alma sin guardarnos nada. Aquí, ahora que sólo queda muerte y dolor y la caricia desnuda del aire y tantas calles que hablan sin palabras y queman por dentro.
Ya es mañana, ya es hoy. Caminaremos a tu lado empapados en el vino de tu sangre sin mentira, en la verdad de tu costado, de tus pies desnudos, de tu cabeza coronada por afrentas. Y te besaremos así, sin despegar los labios, con los ojos cosidos a la Cruz, en las manos de la Madre, en la ausencia de los que nos faltan, en la esperanza de que exista otra vida, otra orilla, otro lugar donde ser agua sin dolor, sin este cansancio, sin este peso invisible que sostienen los hombros, sin lágrimas, sin memoria.
Hemos llegado. Estamos aquí, en esta noche en que Zamora se acuesta y Tú te pones en pie y tomas la Cruz esperando la madrugada y la luz del día. Mañana es hoy.
Aquí, ahora, esperamos siempre tu milagro, velamos almas y plegarias. Empezamos.
(Artículo publicado en www.semanasantazamora.org)