Mico era un gurruñito de apenas tres semanas cuando lo abandonaron en una caja de zapatos en la puerta de Scooby. Lo cotidiano, bien lo saben los voluntarios: tres gatitos en una caja de zapatos sin santo y sin seña, sin más pedigrí que una madre anónima ni más techo que el cielo raso de la calle, la apuesta por la vida en los primeros días de la vida.
Mico era el más pequeñito y el único que sobrevivió. Supe que era mío, supe que era suya, en cuanto ví asomar sus ojitos azules en una de las fotos que cuelga Scooby en Facebook para difundir los animalitos que esperan una adopción, una oportunidad. Apretaba la calorina de San Pedro cuando lo traje hecho una bolita de pelo para casa y le hice una cunita en mi corazón, cerca de Michu, mi otra princesa del Siam.
Y aunque nosotros pensamos en la suerte que tienen los gatos y perros abandonados por encontrar un hogar, en realidad somos nosotros los que tenemos esa suerte cuando nos encuentran, cuando nos hacemos egoístas y adoptamos por el mero placer de sentirnos queridos sin que nadie pida nada a cambio, sólo un platito de pienso, un buchito de agua y un huequecito caliente para arremolinarse y dejar pasar el tiempo.
Sé egoísta y adopta. Sé egoísta y pon un gato o un perro en tu vida. Sé egoísta y déjate querer cuando el mundo se para y ellos siguen girando ahí, con sus inmensos ojos abiertos cuando los demás no te miran. Sé egoísta y espera cada día un lengüetazo áspero sobre la piel que compensa más que cualquier beso, que cura más que cualquier tirita; sé egoísta y escucha el ronroneo suave sobre el edredón antes de que el sueño devore al mundo y todo sea oscuro; peina la suavidad de su pelo entre los dedos cuando ya no quedan otras caricias ni tacto más suave por explorar.
Sé egoísta y adopta. Mico era una pizquita cuando entró en mi vida tan pequeñito como la palma de mi mano y me robó el corazón sin pedir permiso, tan tierno, tan indefenso, tan gatuno. Sé egoísta; no te pierdas la alegría de verlos crecer; no escatimes un sólo minuto de su presencia sigilosa por la casa, en el sillón de al lado, cerca de la almohada que guarda tus sueños, junto al ordenador en el que desordenas tus ideas.
Sé egoísta: adopta. Mico era un gatito abandonado en la calle que me dio permiso para ser suya. Y aunque él no lo sepa, la afortunada fui yo el día que decidí abrazarlo y dejarme adoptar por él.