Luchamos por vosotros

"El cáncer se cura. Conocemos la cruz, pero también conocemos la cara de la enfermedad, la luminosa victoria de la vida".

Hace tres años el cáncer se llevó un pedazo de mí. Sin avisar, sin anestesia, a dolor vivo, porque sí. Apareció un día, sin más. Y aprendimos a convivir con él, a recorrer un camino en el que cada paso era una lección de vida. Días de hospital, de quimios, de noches en vela, también de esperanza, porque sin esperanza la vida no es vida.

Cáncer. Puto cáncer. Lo leemos, lo vemos escrito, hablamos de ello. Pero nadie lo conoce, nadie sabe lo que es de verdad hasta que no convive con la enfermedad, hasta que no se convierte en el epicentro de un vida que cambia por completo y se organiza en función de los horarios que el cáncer establece y rompe todo lo conocido. Cáncer.

No era la primera vez que el cáncer se hacía presente; es difícil que haya alguien que no lo haya vivido en sus carnes o en su entorno. Por el camino habían quedado ya otros retazos de mi vida en una familia -mi familia materna- que conoce bien sus devastadores efectos, pero que también conoce que existe la esperanza y la vida, la cara y la cruz de la enfermedad. Después comenzó la batalla de mi comadre, que se me fue en julio con los pulmones agujereados de un mal tabacazo; y no se detuvo su suma y sigue, su irrupción sin cita previa en nuestras vidas, en lo cotidiano, en nuestras células. Sin pedir permiso. Sin avisar. Cáncer.

El cáncer no se detiene. Hablamos de ello, enviamos cadenitas sin sentido más cargadas de buenos deseos que de remedios reales, que solo pasan por dotar a los especialistas en Oncología de los medios necesarios para investigar y detenerlo. Cadenas y lacitos que le dan visibilidad en la sociedad. Pero nosotros sí podemos ganar la pelea. Tenemos que ganarla y sé que lo haremos. A pesar del dolor, a pesar de lo que nos roba, de lo que nos marca, el cáncer sí se vence. 

El cáncer se vence porque cuando nos roza, cuando miramos de frente a la muerte, cuando sabemos que cada día es una despedida a quienes amamos, tenemos que aprender a apurar la vida, tomamos conciencia de otra realidad, de lo que de verdad importa. El cáncer se cura porque tenemos la obligación de sobrevivir, de que vuestra lucha no quede en el olvido. Tenemos la obligación de reclamar más fondos para la investigación, para el estudio, para los ensayos clínicos que hagan falta.

El cáncer se cura. Se cura, se alivia con amor. Amor hacia los enfermos, amor hacia quienes les acompañan en su travesía. Amor de aquellos que dedican su tiempo a asesorar y tranquilizar, a estar cerca. Amor para aprender a vivir la vida en un mundo loco que se detiene cuando el cáncer aparece y ocupa las veinticuatro horas de la pequeña historia de cada uno. Os lo debemos. Nos lo debemos. Por amor, por pura rabia. Porque solo el amor nos hace más fuertes y solo el dolor nos enseña a mantener los pies en el suelo como la más dura y la más cierta escuela de vida, como una bofetada de realidad que nos enseña lo frágiles que somos.

El cáncer se cura. Incluso en los terrenos más áridos brotan flores. Conocemos la cruz, pero también conocemos la cara de la enfermedad, la luminosa victoria de la vida. Celebramos, apostamos, luchamos, continuamos caminando. Vivimos. El cáncer se cura, se cura. SE- CU- RA. Y cada curación es una victoria, un milagro que os dedicamos a los que no pudísteis llegar pero nos enseñásteis la dignidad de no bajar los ojos ante la muerte, de vivir la vida hasta el último suspiro.

Hace tres años el cáncer me robó un pedazo de mí. Pero aún entonces pensé en todos aquellos que han podido vencerle. Y apreté los dientes y los puños y celebré la vida más intensamente. Que nunca se apague mi voz para pedir, para reclamar, para exigir todos los medios posibles para luchar contra el cáncer. Que no estén nunca cansados mis brazos, mis hombros, toda yo para ayudar en lo que pueda, en lo que sea.

Que nunca se olvide mi memoria ni mi corazón de lo vivido, que me ha dado alas para vivir con más fuerza, con más energía, con más determinación, sin miedo. Para seguir en pie, para mantener vivo el recuerdo y la esperanza. La esperanza siempre, la rabiosa esperanza que reclamo para todos. No podemos vivir sin ella.

Yo tengo la suerte de poder alzar la voz, de ser leída, escuchada. Nunca dejéis de luchar por la vida. Todo mi amor para quienes convivís con la enfermedad y para quienes os acompañan en la dura travesía.

Se puede, claro que se puede. Vamos a poder. Cuando sea. Adelante, valientes. Luchamos por vosotros. Con vosotros.