Opinión

La carta que no escribí

(A #Marga, mi comadre, mi amiga, mi hermana, cuando se cumple un año de que partiese de vuelo un seis de junio como hoy. Con todo mi amor).

Seis de junio de 2018. Un año desde que me fui a despedir a ese hospital azul y nuevo cuyas paredes saben de despedidas, las más duras y también dulces de mi vida. Un año sin la carta que no te pude escribir porque dolía tanto que la tinta era sangre de un corazón partido sin anestesia.

Un año sin tu voz grave, tan cansada y rota en los últimos meses; sin tu alegría, sin tu presencia importante en todas las cosas de mi vida.

Un año sin cantar por Luz Casal, Camarón, Betty, ni por Bambino ni Manzanita, ni los Panchos, ni tu Rosa de Pitiminí de la Jurado.

Un año escuchando tu voz en el silencio, cerrando los ojos para poder verte, aspirando fuerte el aire para sentirte conmigo, en mí, dándome la mano, sonriendo, abrazándome, brindando.

Un año sin trepar a los magnolios en las noches de verano, sin reírnos como si no hubiese un mañana, sin hacer del destino un juego de cartas, sin luchar contra la muerte, contra el puto cáncer, que te pegó un tabacazo mortal por necesidad hasta que cerraste los ojos como una bella durmiente sin apenas pelo, rapadita, ante mis propios ojos.

Y los días de confidencias y aquellas conversaciones en voz baja sin fin, y las noches de Seegrams tónica en la copa y el hielo rascando en la garganta, y tu lealtad sin fisuras y tu amor incondicional desde que me tuviste en brazos cuando apenas contaba dos meses. Y Sanabria, y el viejo Cuatro Naciones, el Bello Lago y el Rocío del Rejo y el Crin, y las tardes de septiembre en Salamanca y la emoción de los tendidos de Madrid. Todo, tanto.

Un año pensando lo que te gustaría ver a Morante resucitar, lo que disfrutarías en una noche encendida de cante y candela, aquellos atardeceres mágicos en La Caleta encendida en sol naranja, las máquinas expendedoras de tangas que nos dejaron locas hasta gastar todo lo suelto; las recetas de los "caniches" y el tomate relleno; las margaritas blancas, tus flores, que te abrazan más allá de la tierra que te acuna; los besos que se hubiesen enredado en el suave pelito de Martina y Cayetana, que son artistas como su abuela, que son tu sangre desde la sangre de Verónica; lo orgullosa que estarías viendo cómo Álvaro ha crecido hasta el infinito, cómo hubieses soplado las velas junto a Patro.

Un año y te escribo ahora porque te echo infinitamente de menos; porque a veces la vida sin ti es como un corsé que me aprieta y no me deja respirar y otras siento que tu sonrisa, tu alegría, es una luz que me ilumina por dentro, que sigues aquí y escucho tu risa en los rincones, en las tardes de Los Pelambres, frente a la ciudad que se alza orgullosa sobre el Duero y la piedra.

Porque apenas hay recuerdos en los que no estés. Por tu nombre labrado en la misma letra que el de Puchi y Matilde, que son mi infancia, los veranos al pie del Lago, mi adolescencia, los muses del mediodía y de los jueves en el Jalisco; los primeros tonteos en La Calleja, aquella noche loca en El Muro, Estadio Azteca en el Marlén, aquel medio siglo de flamenquito, karaoke y rosas rojas en tus cincuenta, tu voz desde Jerez, el día que conociste a Leli en Las Espadañas, aquel brindis sereno al salir del médico con tus tres incondicionales -"si duro unos meses, bien; si duro uno o dos años, bien también; y si me curo, mejor"; tu valentía, tu lucha, tu cansancio, aquella comida última de Navidad, las miles de cosas que te dije en voz bajita cuando ya bombea sedantes aquella máquina maldita (otra vez ese sonido); la promesa que te hice, el último beso, el deseo de que volases libre de aquel cuerpo que aprisionaba tu alma preciosa, pura, sin maldad.

Y hoy, un año después, te escribo la carta que no pude escribirte tan enfadada con la vida, con el mundo, con ese Dios en el que necesito tener y del que a veces reniego. Y a veces me rebelo contra todos y otras te pregunto cómo es, qué tacto tiene, a qué sabe el cielo.

Te quiero siempre, comadrita. Y te echo de menos cada día mientras el mundo sigue girando. No sabes cuánto, cómo.

Sigue volando, cariño mío, hermana grande, amiga del alma, compañera en tanto de mi vida. Tan jodidamente temprano.

Sigue volando, mi preciosa Marga. Ilumínanos con tu alegría.

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