(A todos los que hoy arrimaremos el hombro bajo el Jesús de Luz y Vida. Hermanos).
Ya estamos ahí. Con los ojos puestos en el cielo, por si da tregua, y una maraña de nervios en el estómago como si fuese la primera vez, como si no hubiesen pasado 27 años desde que los hermanos de paso te alzamos sobre nuestros hombros y le llevamos hasta el cementerio surcando las calles y el Duero, los sueños, las esperanzas.
Hoy resucitan los muertos, nuestros muertos, cuando bajamos al cementerio y nos detenemos ante sus muros. Cuando cantamos desde lo hondo y rezamos y Jesús Luz y Vida acaricia el aire con su mano abierta y la extiende sobre todas las tumbas, sobre todas las cruces, sobre las lápidas sin nombre, sobre tanto amor como duerme en el abrazo de la tierra.
Ya estamos ahí. Con los hombros, con los ojos, con el corazón. Hemos cargado contigo con la mirada, hemos abrazado la madera, hemos sentido el peso de tu pie descalzo aún sin verte. Y hoy eres verdad, eres la Luz, eres la Vida. Eres las flores blancas de la ofrenda; eres la emoción y el silencio; eres la sonrisa eterna de Fernando, que nunca se apaga, que carga a nuestro lado.
Eres la presencia invisible de todos los que hemos querido, de todos los que te miraron a los ojos, de todos los que hicieron posible la Semana Santa en las procesiones y en las aceras, en los templos y en las calles, en la memoria del tiempo. Eres el Padre en el día del padre, la luz a pesar de las nubes, la vida en el jardín de la muerte.
Aquí estamos. Aquí estoy con el corazón disparado, con las manos temblorosas, con las tripas hechas un amasijo. Como si fuese la primera vez y regresase a los veinte años, a la memoria de tantas cosas compartidas, al abrazo que ya solo es posible al otro lado de la vida, mi vida, mi amor, todo lo que soy, lo que somos, lo que hemos sido.
Hoy todos somos uno. Estamos todos. Cabemos todos, hermanos al fin, marineros en una misma nave. Aquí estamos descontando las horas, con la túnica planchada y la faja en la silla, con el medallón y el pañuelo blanco preparado. Mirando al cielo; mirando hacia adelante, cerrando heridas, sumando esfuerzos, abrazándonos, sintiendo el orgullo de llevar la vida, la luz, la alegría, lo más bonito del mundo, sobre nuestros hombros.
Estamos, somos, siempre seremos. Buena procesión, hermanos míos.