Jacobo Calidade

El mediocentro gallego del Zamora CF, timón del equipo desde su llegada, suma 100 partidos oficiales con el Zamora CF y ha mostrado un crecimiento desorbitado desde su llegada, procedente del Burgos, hace tres temporadas.

Como si fuera un brújula que marca el norte del Zamora CF, Jacobo Trigo ha sido el sostén de la medular del equipo rojiblanco desde que llegó un verano de 2011 procedente de un Burgos en el que ya se había dejado notar. Sosten y arquitecto, porque le tocó también crear juego, ser un jugador que moviera al resto de sus compañeros cuando a su lado no estaban Nacho Matador o Fran Ochoa.

Su brújula, la que marcaba el rendimiento del Zamora, siempre ha virado hacia el norte, hacia su Galicia natal, tierra en la que siempre ha dado un plus al tener en las gradas a amigos y familiares, ese plus que, a veces, te da victorias aunque juegues con 10 gran parte del partido. Jacobo, como buen gallego, ni defendía ni atacaba, ni iba ni venía, pero siempre estaba en el sitio, siempre encuentra el momento, siempre aparece.

Jacobo ha sido el muelle que permitía estirarse y encogerse al Zamora, lo ha sido y lo es, porque su concurso en el Zamora CF prosigue, desde la medular, siendo fundamental para Roberto Aguirre, jugando siempre que las lesiones o las sanciones se lo han permitido.

Y es que el crecimiento del mediocentro gallego ha sido exponencial desde su llegada a un equipo en el que, en principio tenía que ser el suplente de Nacho Matador y Agustín Villar. Pero la pensa enfermedad del Peleagonzalo, junto a las demostraciones de calidad que un joven Jacobo, todavía moldeándose, hicieron que al final fuera el gallego quien acabara siendo la pieza clave de ese centro del campo por el que también pasaron Josete y una figura en ciernes como Carlos Ramos.

La siguiente temporada volvió a compartir las labores del centro del campo con Nacho Matador y con Edu Payá, siendo él siempre la brújula, el hombre que si no tenía el día no podía frenar todas las embestidas que sufría el Zamora pero que, cuando demostraba su "calidade" era una pared delante de los centrales, un pulmón que vertebraba al equipo para que los pequeños se lanzaran al ataque e hicieran magia.

Pero el año de la reafirmación de Jacobo era este último, en el que se quedaba sin Matador, en el que el mediocentro gallego tenía que hacer olvidar a los que le habían precedido, en el que los rojiblancos perdían efectivos y volvían a completar una plantilla con un presupuesto muy bajo. Y ahí Jacobo creció un pasito más y además de brújula y músculo se convirtió en el constructor del equipo, el hombre que surtía de balones a los Jorge, Santos, Montero, Aarón, Hugo o Rubén. El hombre que, escoltado por Di Biase, hacía jugar al equipo y lo acercaba, con el paso de las semanas al play-off, muy lejos de ese objetivo de la permanencia.

Jacobo Trigo es uno de los estandartes de este Zamora que acumula centenarios muy jóvenes que un día apostaron por el club y que se han convertido en insignia. Un vestuario unida, una piña que forjaron los de la casa y esos de fuera que ya se han convertido en zamoranos. El club rojiblanco cerrará este año un capítulo que han escrito Jorge Hernández, Manu Arias, Alberto Prada, Miguel Santos y Javobo Trigo entre otros, todos ellos con más de 100 partidos a sus espaldas defendiendo la camiseta de la Perla del Duero.