Sospechas, desengaños y una venta millonaria: el Convento de las Marinas, ¿regalo envenenado para Zamora?
O al menos, ya no como lo conocíamos. Una salida silenciosa, una operación "opaca" y muchas preguntas sin respuesta han encendido la indignación entre vecinos, fieles y quienes conocían y conocen de cerca a las cinco religiosas que hasta hace pocos meses habitaban el recinto.
¿Una marcha o un desahucio encubierto?
La versión oficial habla de falta de vocaciones y edad avanzada. Pero según ha podido saber Zamora News, detrás del traslado a León hay algo más que jubilación espiritual. Varias fuentes apuntan a que la decisión fue empujada desde instancias superiores, con la vista puesta en una futura venta o cesión del inmueble. ¿Destino? Una universidad privada, una gran empresa constructora o, quizás, un pelotazo urbanístico disfrazado de reforma cultural.
ZAMORA – En el corazón de una ciudad donde las piedras hablan y los muros rezan siglos de fe, historia y silencio, se cierra una puerta que quizá ya no vuelva a abrirse. El convento de Santa Marina —más conocido por los zamoranos como el de las Clarisas o las Marinas— ha dejado de tener vida religiosa hace meses y ahora tenemos un futuro incierto para la Casa Palacio que ha venido siendo la sede del convento de Santa Marina desde finales del siglo XIX. Y lo que se esconde tras este aparente traslado conventual es, según muchas voces, una operación con más sombras que luz, más dolor que paz y más preguntas que respuestas.
Una historia que comenzó hace más de cinco siglos, con mujeres consagradas al silencio, la oración y la pobreza, y que hoy se apaga envuelta en la polémica. Porque más allá del relato oficial, hay un reguero de dudas, indignación vecinal, sospechas de especulación y una sensación colectiva de pérdida y desengaño.
Un convento con cinco siglos de historia
No se sabe con exactitud el año de su fundación, pero el delegado de patrimonio de la diócesis, Miguel Ángel Hernández, lo sitúa en 1482. Desde entonces, las religiosas clarisas han tenido una trayectoria marcada por la perseverancia y los desplazamientos forzosos. En 1766 vivían en un convento de la calle Santa Clara, pero fueron exclaustradas en 1868 por decisión del Gobierno revolucionario de "La Gloriosa", que convirtió el edificio en sede de la Administración Civil.
Pasaron 13 años en el convento de Santa Clara y luego en una casa adquirida en la rúa de los notarios. Finalmente, en 1878, el obispo de Zamora logró que el Estado indemnizara a las religiosas con 210.000 pesetas por los daños sufridos. Con ese dinero pudieron comprar el palacio del marqués de Villagodio, que estaba en venta tras el fallecimiento de su esposa. Aquel edificio se convirtió en su hogar definitivo, y desde entonces el convento de Santa Marina ha formado parte de la vida religiosa, social y arquitectónica de Zamora.
Un monasterio con alma, arte y espiritualidad. Con sus escaleras de nogal, su pequeño cementerio conventual, objetos litúrgicos, tallas y recuerdos. Todo eso seguro que ha desaparecido. Y sin explicaciones.
Un cierre silencioso, una operación ruidosa
Según el comunicado oficial del Obispado, el 7 de marzo de 2023 las hermanas abandonaban Zamora para unirse a la comunidad de León. El motivo: la avanzada edad de las religiosas y la imposibilidad de sostener el convento con autonomía. Lo que no se dijo entonces, pero ahora se murmura en los pasillos de la ciudad y entre los fieles, es que la operación podría estar directamente vinculada con una futura venta millonaria del inmueble.
La propia abadesa habría expresado su enorme decepción al saber que el convento pasaba del Obispado a la venta o para ser gestionado sin consulta previa a la comunidad. De hecho, en la escritura de compraventa de finales del siglo XIX ya figuraba una cláusula por la que el edificio quedaba como patrimonio del Obispado en caso de cierre de la vida conventual y he aquí la cuestión, se cierra para "heredar", o se cierra porque realmente no había relevo?.
“Lo han hecho todo en silencio”, asegura un vecino del barrio. “Un día estaban y al siguiente ya no quedaba ni una”. Las religiosas se fueron con una urna que contenía los restos de las hermanas fallecidas, como si se tratase de una mudanza más. Pero quienes las conocían saben que esto no fue un traslado: fue un desahucio con sotana.
¿Qué hay detrás del cierre?
La especulación se dispara. Se habla de una posible cesión por 30 años a la Universidad Pontificia de Comillas o de Salamanca, lo que traería actividad académica y juventud a una zona envejecida, pero también de una operación urbanística millonaria que podría beneficiar a grandes grupos inmobiliarios. La Universidad del Duero se podría llamar así, ya que hasta nombre tiene ya la parte universitaria de esta operación que parece resistirsele al obispado o en este caso al Obispo que lleva parte de las negociaciones con las Universidades. La nota simple del registro no revela todavía cambios en la titularidad, pero también fuentes cercanas al proceso aseguran que hay un comprador potente, con capacidad de “hacer desaparecer” lo que hasta ayer fue convento y mañana podría ser apartamentos o un hotel de lujo.
Incluso se insinúa que podría haber intereses económicos para facilitar la operación desde dentro de la Iglesia. Desde el Obispado, todo son silencios. Ni comunicado, ni explicaciones, ni desmentidos. Una discreción que, lejos de calmar las aguas, solo alimenta la desconfianza.
Fe vendida, confianza perdida
Porque lo que se ha vendido o se ha cedido, no es solo un edificio. Se vende una parte del alma de Zamora. Un espacio que ha sido hogar espiritual, lugar de encuentro, refugio para muchos y símbolo de lo que fuimos como comunidad creyente y ciudad viva.
Sí, se nos van los trenes, los jóvenes, los médicos, el agua… pero esto es distinto. Aquí se nos ha ido la fe sin procesión, sin misa de despedida y sin respeto.
Y mientras celebramos San Pedro, discutimos por las obras de humanización o nos enredamos con el Mercado de Abastos, el Museo de Semana Santa o el conservatorio sin sede… uno de nuestros conventos más queridos al parecer presuntamente ya no es nuestro.
¿Un futuro con universidad o con ladrillos?
Si llega la Pontificia, al menos habrá gente, movimiento y quizá esperanza. Pero también quedará la duda de cuánto se ha pagado, quién lo ha cobrado y qué parte de esta historia se ha silenciado por interés. Porque estudiar en esa universidad no es accesible para todos, y lo público debería estar por encima del negocio privado.
Las Clarisas eran parte del paisaje espiritual y emocional de Zamora. En su silencio, tejían oración, consuelo y cercanía. En su pobreza, eran testimonio vivo. Y ahora, con su marcha, nos queda una ciudad más vacía, más fría… y más desconfiada.
Porque cuando se juega con la fe, con el recuerdo y con la dignidad de una comunidad entera, no se venden ladrillos: se vende confianza. Y esa, por muchos millones, no se recupera.