Hoy 19 de noviembre: Ser hombre también importa
19 de noviembre: Ser hombre también importa
Hay fechas que pasan casi de puntillas, escondidas entre la vorágine de los días internacionales que llenan el calendario. El 19 de noviembre, Día Internacional del Hombre, es una de ellas.
Y no porque sea menos importante, sino quizá porque en una sociedad que lleva años —con razón— dando voz a las mujeres, hemos olvidado que la igualdad real no consiste en gritar más fuerte, sino en escucharnos por igual.
Ser hombre hoy no significa ser más, ni tener privilegios. Significa, en muchos casos, aprender a serlo desde un nuevo lugar, sin moldes antiguos ni mochilas de hierro.
Significa ser padre presente, compañero que cuida, hijo que escucha, hermano que apoya.
Y también, reconocer que los hombres, como las mujeres, sienten, sufren, se rompen y necesitan apoyo.
La otra cara del silencio
Durante años, la sociedad pidió a los hombres ser fuertes, callar el miedo, esconder la tristeza. Se les enseñó a no llorar, a no pedir ayuda, a ser “el sostén” de todos, incluso cuando no podían sostenerse a sí mismos.
Y eso ha tenido un precio: las tasas de suicidio más altas en el género masculino, la invisibilidad de su salud mental y la falta de conversación sobre enfermedades que solo ellos padecen.
Porque sí, los hombres también necesitan que se hable de ellos desde la prevención, desde el cuidado, desde la empatía.
Y hay tres enfermedades que lo recuerdan con crudeza: el cáncer de próstata, el de testículos y el de pene.
Tres dolencias que siguen envueltas en silencio, en pudor, en ese tabú que tanto daño hace y que el movimiento Movember lleva años intentando romper con un gesto tan simple como dejarse bigote.
Movember: bigotes por una causa grande
Nació como una campaña de concienciación, casi anecdótica, en Australia, y se convirtió en un movimiento mundial.
Durante el mes de noviembre, hombres de todo el planeta se dejan bigote como símbolo de apoyo a la salud masculina, promoviendo revisiones, diagnósticos tempranos y conversación.
Pero Movember es mucho más que un bigote. Es una llamada a cuidar lo que no se ve.
A normalizar que un hombre acuda al médico sin vergüenza, que hable de sus miedos, que se revise, que se toque, que se cuide.
Porque, aunque aún haya quien no lo diga en voz alta, ser hombre no te hace invulnerable.
Y reconocer la fragilidad no te quita fuerza: te hace más humano.
Hombres que cuidan y mujeres que acompañan
El día del hombre no pretende competir con el día de la mujer. No hay una guerra de fechas ni de causas.
La igualdad no se mide por quién tiene más homenajes, sino por quién tiene más comprensión y menos prejuicios.
Porque las mujeres, con toda justicia, han conquistado espacios que antes les estaban vetados, y hoy son madres, trabajadoras, empresarias, líderes, y sobre todo, libres.
Y muchos hombres hemos aprendido de ellas, hemos cambiado gracias a ellas.
Hemos entendido que la igualdad no nos quita nada, sino que nos hace mejores.
Yo nunca entendí por qué mi madre no podía tener una cuenta bancaria a su nombre, o por qué tenía que pedir permiso para tantas cosas que eran suyas por derecho.
Por eso me prometí que mis hijas jamás vivirían algo parecido.
Que serían autosuficientes, valientes y libres, pero también capaces de mirar a los hombres de su vida —padres, hermanos, compañeros, hijos— como iguales, no como rivales.
Hacer las paces con la masculinidad
Quizá el reto de esta generación sea reconciliarse con lo que significa ser hombre.
Serlo sin necesidad de imponerse.
Serlo sin miedo a la ternura, sin avergonzarse de la emoción, sin esconder las lágrimas.
Hay hombres que cocinan, que crían, que cuidan. Que cambian pañales, que limpian casas, que acompañan a sus padres ancianos, que escuchan sin interrumpir.
Y sí, también hay hombres que sufren violencia, que son discriminados en procesos judiciales o laborales, y que merecen el mismo respeto que cualquier mujer ante una injusticia.
Reconocer eso no resta fuerza al feminismo. La equidad no tiene género: tiene justicia.
La igualdad se construye en plural
Hoy, más que nunca, necesitamos una sociedad de equilibrios y no de extremos.
Una sociedad que entienda que el respeto no es una consigna, sino una práctica diaria.
Que educar en igualdad no es elevar a uno y bajar al otro, sino caminar juntos, hombro con hombro, hacia un mismo horizonte.
El Día Internacional del Hombre no es una celebración vacía.
Es una oportunidad para recordar que la salud, la empatía y el respeto no son patrimonio de ningún género.
Es el momento de mirar a los hombres de nuestra vida —padres, abuelos, hermanos, amigos— y decirles también: “Cuídate. Te necesitamos. Tu vida importa.”
Un brindis por los hombres que saben querer bien
Por los que aprendieron a pedir perdón.
Por los que lloran sin miedo.
Por los que acompañan y no dominan.
Por los que escuchan, enseñan, aprenden, y viven con la misma ternura que fuerza.
Por los que se revisan cada noviembre, por los que hablan de su salud, por los que enseñan a sus hijos que la igualdad no se grita, se ejerce.
Porque sí: ellas paren, crean vida, y sostienen el mundo con sus manos.
Pero ellos también acompañan, protegen, trabajan, sienten y aman. Y si el futuro tiene que ser de alguien, que sea de ambos, compartido, igual y humano.