Ahora Decide: “Otro 8 de Marzo…”
Vivimos otro 8 de Marzo convulso, de una u otra manera, como todos los anteriores que conmemoraron la lucha de las mujeres por conseguir la igualdad de derechos. Esto, que en principio debería de ser una obligación, se nos niega con argumentos peregrinos.
Pero las estadísticas se empeñan, una y otra vez, en demostrarnos que esconder la cabeza solamente debe de funcionarle a los avestruces.
Allá vamos. La tasa de ocupación de las mujeres es del 44 por ciento, frente al 56,1 por ciento de los hombres. Del empleo femenino, el 27 por ciento es temporal y el 25,4 por ciento es a tiempo parcial, es decir, 3 de cada 4 asalariados a tiempo parcial son mujeres.
Según el INE, hay una diferencia en contra de las mujeres de más 5.000 euros en el salario total respecto al de los hombres. La hora extra que cobran las mujeres es de 3,11 euros de media, el de los hombres es de 11,4 euros respecto al mismo trabajo.
El 90 por ciento de excedencias por cuidados de hijos y familiares las solicitan las mujeres. Y según la Organización Internacional del Trabajo, en 2018 el trabajo no remunerado de cuidados en España se cifra en 130 millones de horas al día, equivalentes a 16 millones de empleos a tiempo completo y al 15 por ciento del PIB. ¿Se entiende mejor así por qué la lucha de las mujeres incómoda y escuece? ¿Por qué la campaña de acoso y derribo a una lucha que lo que pretende es igualar estas cifras que deberían de ponernos la cara colorada?
Urgen medidas positivas que compensen las cortas trayectorias laborales de las mujeres sobre las que recaen los cuidados mayoritariamente. Es de ley y una cuestión de dignidad para evitar que la tasa de pobreza entre las mujeres mayores de 65 años sea más alta que la de los hombres. Se necesitan servicios de apoyo familiar, ingreso mínimo vital, información accesible, políticas de conciliación. Y todas aquellas medidas que permitan que las mujeres no partamos de la línea de salida 50 metros por detrás de los hombres. Porque si no lo hacemos, si no ayudamos a igualar las oportunidades, nunca podremos, ya no llegar por delante a la meta, sino que no siquiera seremos capaces de alcanzarlos.
La política debería servir para mejorar la vida de las personas. En este caso es doblemente obligatorio que así sea, si no queremos que el 51 por ciento de la población española siga siendo más pobre y menos digna simplemente por el hecho de ser mujeres.