Una provincia y tres generaciones unidas por el ganchillo
La zamorana Paula Requejo aprendió el arte de tejer gracias a su abuela, natural del Mahíde, que a la vez aprendió de su bisabuela Catalina, de Pobladura de Aliste. Cada una se especializó en un artículo, desde la alfombra zamorana a los famosos amigurumis
Un arte que también le ha servido para salir del bloqueo creativo que trajo consigo la pandemia
El ganchillo se convirtió durante décadas en un arte capaz de unir generaciones y que la pandemia ha resucitado. Sumida en un bloqueo creativo fruto del confinamiento de la primavera de 2020, la zamorana y residente en Valdemoro (Madrid) Paula Requejo retomó las agujas y los ovillos, como en su día le enseñó su abuela, para emplearlos como técnica terapéutica que le permitiera seguir creando sobre un papel en blanco.
El famoso síndrome del escritor ante un folio sin garabatear se hizo realidad el año pasado en una Paula dispuesta a arrancar con su tercer libro, pero que se topó -como millones de españoles- con un confinamiento y una dura realidad que impedía a muchos mirar más allá de las duras cifras diarias. Atrás quedaba "Isla Kietud", su primera novela (2016) que dio paso a un caos difícil de olvidar. Si bien las ediciones de esta obra y de "Tras la telaraña" (2018) se han basado en pequeñas autoediciones, Paula se veía en la encrucijada de encontrar una alternativa a su afición principal.
“En la pandemia ni podía leer ni escribir y necesitaba crear”, por lo que las agujas regresaron a su mente y se convirtieron en su tabla de salvación al comprobar que sus manos aún recordaban las técnicas que antaño le enseñó su abuela -también llamada Paula-. Eso sí, la técnica del ganchillo ha empleado en otro tipo de creaciones más modernas como son los muñecos o “amigurumis” realizados con una técnica de punto muy apretado. A las muñecas que crea les ha añadido el "toque zamorano" incluyendo los colores de la bandera a los típicos trajes regionales, unos resultados que muestra orgullosa en sus redes sociales, como Instagram.
Un hobby que permitió a Paula relajarse y crear muñecos que ha regalado a su madre, junto a la alfombra zamorana de su bisabuela y la famosa manta que en su día creó su abuela.
Paula aún recuerda a una Catalina -natural de Pobladura de Aliste- entregada a la labor de las alfombras zamoranas con las lanas de colores y formando los famosos nudos ayudada de un boli BIC amarillo. Una afición que trasladó a su hija Paula -ya más entregada a cualquier tipo de artículo de moda y, especialmente, a las famosas colchas a base de grannys- mientras una Paula de apenas seis años aprendía a base de observar. Aunque fue su abuela la que le introdujo en la práctica aprovechando los largos ratos tras la comida, mientras sus hermanos dormían la siesta y su abuela escuchaba las radionovelas en su casita asentada en la zona de Valorio, una vez abandonó el municipio de Mahíde tras la jubilación de su marido como guardia jurado.
Paula y sus hermanos quedaban así al cargo de la abuela mientras sus padres se dedicaban a sacar adelante su tienda de reparación de televisores. Sin tiempo para enseñar el oficio a su hija, el ganchillo unió a las dos Paulas. Una afición que décadas más tarde, y ya asentada en Madrid, decidió retomar.
Así, Pobladura de Aliste, Mahíde y Zamora quedan unidas a través de tres generaciones que continúan transmitiendo el amor por las creaciones de lana, a la que se suman sus vínculos con Sanabria -de donde procede su madre- y Videmala por parte de su padre.