El censo de Figueruela de Sayago 'continúa creciendo' gracias a los mayos más reivindicativos: "Estamos aquí y resistimos pese a todo"
El censo no miente. Si la España Vaciada es una realidad tangible, más lo es la Zamora Vaciada que en algunos núcleos de población apenas llegan a la decena de residentes fijos. Una triste realidad a la que se enfrentar día a día los vecinos de los municipios víctimas de un éxodo rural que tras décadas continúa haciendo mella y poniendo en riesgo el futuro de núcleos de población que salen adelante por el empeño de unos vecinos guerreros.
Hablar de Figueruela en algún sentido nos recuerda a esa aldea ficticia al noroeste de la Galia en la que Astérix y Obélix encabezaban una rebelión sin cuartel ante la amenaza de la conquista romana. La cabeza de René Goscinny y Albert Uderzo poco podían imaginar que esa rebelión podría aplicarse al drama de la despoblación y pérdida de servicios a los que los habitantes de los pequeños municipios se enfrentan a diario.
Con algo menos de una treintena de vecinos censados y apenas una decena de ellos residiendo de manera permanente, el pueblo ha dado un "salto de calidad" con la incorporación de nuevos habitantes ficticios que vuelven a traer la atención de decenas de visitantes que a diario se acercan a contemplar esta curiosa intervención.
Un total de ocho mayos -siete personajes y un burro- completan un sentido homenaje a los antepasados así como a las labores y la vida tradicional de antaño, un método casi abocado al mismo olvido al que se somete a este núcleo afectado por la escases de servicios.
La actuación dispuesta estratégicamente a la entrada del pueblo a su paso por la carretera ZA-306 sirve a su vez de altavoz y crítica a este éxodo rural acrecentado cada vez más por la falta de oportunidades y servicios. Una situación que lastra las ya de por si escasas posibilidades de expansión de un pueblo que lleva décadas sin ver nacer a un niño: "Estamos aquí y resistimos pese a todo".
La Asociación Cultural de Vecinos ha sido una vez más la artífice de esta curiosa actuación elaborada con materiales reciclados --ropa usada, plástico, sillas, etc- y que han dado lugar a la figura de un párroco, dos labradores o un burro de trabajo. Entre azadas, cubos de agua, cestas de mimbre y otros tantos aperos cada vez más en desuso, Figueruela resiste poniendo la mejor cara que puede. Una curiosa estampa que mezcla reivindicación y homenaje apartes iguales y que ha vuelto a atraer la atención de gente de la zona que se ha acercado a contemplar a los nuevos habitantes.
Un trabajo que se ha alargado durante casi un año en el que apenas seis manos han ido dando forma a estos muñecos que han contado eso sí, con el emparo y soporte de los 38 socios repartidos por diversos puntos de la geografía nacional.