Zamora pierde vocaciones

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 En las últimas décadas, la vida monástica en la provincia ha sufrido un notable declive

El silencio y la contemplación siguen siendo parte del alma de Zamora, donde la vida monástica aún resiste el paso del tiempo. Sin embargo, la realidad es que el número de monjes y monjas en la provincia ha disminuido drásticamente en las últimas décadas, reflejo de una crisis vocacional que afecta a toda España.

En Zamora, la presencia femenina es mayoritaria en los conventos de clausura. Destacan comunidades como las Benedictinas del Monasterio de la Ascensión, con nueve religiosas en su sede a las afueras de la capital, y las Clarisas del Real Monasterio de Santa Clara en Benavente. También persisten las Carmelitas Descalzas de Toro y las Bernardas del Monasterio Cisterciense del Salvador, sumando en conjunto unas 44 monjas dedicadas a la vida contemplativa.

El panorama es menos claro en cuanto a comunidades de monjes. A diferencia de otras provincias con abadías o monasterios masculinos de referencia, en Zamora la vida monástica masculina no tiene el mismo arraigo.

Fuentes de la Diócesis de Zamora confirman que el envejecimiento de las comunidades religiosas es un desafío, y aunque algunas órdenes siguen recibiendo vocaciones, el relevo generacional es escaso. “Las iniciativas están ahí, pero cuesta encontrar jóvenes que se sientan llamados a este tipo de vida”, señalan.

Más allá de las cifras, la permanencia de estos conventos es un testimonio del legado espiritual y cultural de Zamora. En un mundo cada vez más acelerado, estos espacios de recogimiento siguen ofreciendo un refugio para la meditación y la oración. Pero la pregunta sigue en el aire: ¿hasta cuándo resistirán?