¿Y si en Zamora pasa lo mismo?: Repsol renuncia a las plantas de hidrógeno verde
El futuro del hidrógeno verde empieza a mostrar grietas. Repsol, una de las grandes abanderadas de la transición energética, anunció en verano su decisión de abandonar su planta de Puertollano (Ciudad Real) tras concluir que el proyecto es “inviable, tanto económica como tecnológicamente”. La instalación, que prometía producir más de 30.000 toneladas anuales de hidrógeno mediante electrólisis, se ha quedado en papel mojado antes de ver la luz.
El golpe no es menor: Puertollano iba a ser el símbolo de una nueva industria energética nacional. Su caída reaviva el escepticismo sobre el modelo de producción masiva de hidrógeno renovable, especialmente en territorios donde las promesas aún no se han traducido en ladrillos, tuberías ni empleos.
En Zamora, tres proyectos de este tipo siguen su curso en los despachos: uno en Granja de Moreruela, otro en Coreses y varios más bajo la marca “Zamora 1 a 4”, impulsados por la empresa DH2. Todos se encuentran en fase de tramitación, pendientes de informes ambientales, concesiones de agua y de un contexto económico que hoy parece menos amable que hace un año.
La experiencia de Repsol no es un caso aislado. Expertos del sector reconocen que la ecuación del hidrógeno aún no cierra: producirlo es caro, transportarlo complejo y venderlo incierto. El entusiasmo inicial ha dejado paso a la cautela, mientras los promotores buscan fórmulas para que la rentabilidad no dependa exclusivamente de subvenciones o fondos europeos.
El frenazo de Repsol funciona como un aviso a navegantes. Si la gran petrolera no ha logrado cuadrar las cuentas, ¿serán sostenibles los proyectos zamoranos en un mercado sin demanda real ni red logística suficiente?. La burbuja del hidrógeno, dicen algunos expertos, podría estar desinflándose antes incluso de despegar.