El Cencerrón de Abejera de Tábara completó su ronda e hizo un año más su ritual ancestral
Las caras de los personajes que dan vida a la representación de la mascarada de los Cencerrones que se celebra en Abejera.
Mientras en la vertiente de la Sierra de la Culebra que se encuentra en la parte de Tábara, el día era desapacible con una niebla y un frío propio de estas fechas, nada más llegar a la vertiente de la zona de Sesnández, el sol reinaba ayer en la zona parecía que el frío que había en el ambiente se disipaba con los rayos del sol y todos los que se acercaron hasta esta pequeña población, pudieron ver el antruejo y la representación de los Cencerrones, una mascarada que se celebra como en los pueblos próximos para comenzar el nuevo año.
Abejera, es una población zamorana en la que las casas se fueron levantando con los materiales que abundan en la zona,, piedra y madera son los elementos más característicos en cada una de las construcciones que cada vez aunque se mantienen decenas, se encuentran deshabitadas, los sólidos materiales con que se erigieron, se mantienen pero son los hombres los que ya no están salvo en momentos como estos de fiestas y veraneos. Muchos de los moradores del pueblo lo fueron abandonando buscando mejores lugares en los que poder ganarse la vida.
Lo importante es que en la localidad han sabido mantener esta tradición que como en los pueblos vecinos, se pierde en los tiempos y no se sabe a ciencia cierta cuando comenzó a celebrarse, aunque seguramente como en los pueblos vecinos, las primeras representaciones datan de época romana forma pagana en la que se trataba de representar venerando a los espíritus malignos, la fertilidad de la tierra y de las personas que la habitaban.
La sátira social corre a cargo del ciego y el Molacillo, que hicieron su aparición en una pequeña plaza al lado de la Iglesia y se acomodaron sobre una alpaca de paja esparcida que les servía de acomodo. De ahí en adelante presencia el Gitano, quien subido sobre el burro iba contando las virtudes del escuálido animal tratando que el alcalde del pueblo se lo comprara y cada defecto que este ponía sobre el animal, el gitano se encargaba de contrarrestarlo alabando las virtudes que el asno poseía. También el Cencerrón y la Filandorra aparecieron en la plaza en medio de densas nubes de humo. Mientras el Cencerrón amenazaba con su tenaza de madera, la Filandorra iba esparciendo puñados de ceniza a los que presenciaban la actuación y estos dos personajes amenazaban al Ciego y al Molacillo tratando de sacarles del lugar en el que se encontraban y comenzaron las primeras refriegas con los demás personajes que trataban de evitarlo.
Los últimos personajes que hicieron acto de presencia fueron la Madama y el Galán que junto al Ciego que iba pidiendo el aguinaldo a los asistentes, eran los personajes que encarnaban el bien.
El Ciego y el Molacillo van recitando algunas coplas recopiladas a lo largo del año en las que de una manera un tanto desenfadada se van contando cada una de las anécdotas y sobre todo, muchos de los chismes que han estado circulando por el pueblo a lo largo de todo el año. Son esa sátira social que solo se permitía en estas ocasiones en las que había licencia para casi todo y cada uno de los acontecimientos del pueblo era narrado de una forma un tanto exagerada que provocaba la sonrisa y a veces la carcajada de quienes contemplaban el espectáculo.
Aquellos que no satisfacían al ciego aportando algo para el aguinaldo eran marcados con una tiza de colores haciéndoles una marca en la cara, aunque se ha tomado la costumbre de marcar a todos los asistentes contribuyan o no con una aportación para que los que participen en la mascarada puedan celebrarlo luego con una merienda.
Se van repitiendo las apariciones del Cencerrón y la Filandorra que cada vez se muestran un poco más agresivos con aquellos que los contemplan y con el resto de los personajes que tratan de defender a quien es víctima de las tenazas extensibles del Cencerrón y las peleas se suceden una tras otra y como suele ocurrir en estos casos, el bien acaba al final triunfando cuando consiguen arrebatar las bragas de la Filandorra que son mostradas como un trofeo.
Los Cencerrones de Abejera se enmarcan dentro de las mascaradas características es esta zona de la provincia y cada año es mayor el número de personas que desean contemplar las costumbres ancestrales que había en estos pueblos.
Es una simpática y amena representación del bien contra el mal que en los momentos en los que la censura se hacía más implacable, servía como válvula de escape para que los personajes pudieran decir lo que pensaban y lo que pensaba una buena parte del pueblo sin temor a represalias. Un año más gracias a ellos a sus habitantes el Cencerrón volvió por sus fueros.