Solo los mayores y quienes tenían problemas de salud aceptaron cobijo en casas de familiares, amigos o centros de mayores. El resto prefirió quedarse en sus pueblos, aunque el fuego estuviera cerca. Porque aunque hay cientos de medios desplegados, la convicción de muchos vecinos es clara: lo suyo, lo defienden ellos mejor que nadie. Y tal vez no les falte razón.

Zamora, ya señalada como la provincia más vaciada de España y de Europa, corre ahora el riesgo de serlo todavía más. El fuego no solo devora montes y hogares, también arranca raíces y multiplica el desánimo de quienes siguen resistiendo en una tierra castigada.

Mientras tanto, la política parece repetir el mismo guion de siempre: visitas apresuradas, paseos por terrenos arrasados y palabras huecas. Pero lo cierto es que, tres años después de la tragedia de la Sierra de la Culebra, seguimos sin planes de evacuación reales, sin medidas que den seguridad a los pueblos pequeños, sin soluciones de futuro. La experiencia no sirvió de nada. No valen macro planes económicos que no llegan a ningún sitio solo a los despachos y a los medios que seguimos publicando los proyectos, pero no vemos realidades que contar como final.

La indignación crece al mismo ritmo que el desastre. Zamora resiste, como lo ha hecho siempre frente a los avatares de la historia, pero la sensación de abandono es insoportable. Cada incendio se convierte en una herida más abierta, en una cicatriz que se suma a las anteriores.

Esta tierra, que guarda en sus montes, ríos y pueblos la esencia de lo que somos, no merece lo que le está pasando. La pregunta que debemos hacernos es si, esta vez, alguien será capaz de escuchar a los que han decidido quedarse y defender lo suyo. Porque ellos, con su firmeza, están demostrando que todavía hay vida, dignidad y futuro en la provincia más olvidada de Europa. Serán los Reyes, será el Presidente del Gobierno, el de la Comunidad Autónoma, el desaparecido Consejero de Medioambiente...Zamora provincia de realidades ya lo tiene claro.