El día más grande del año. El día de la Matanza

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Zamora celebra el día de la Matanza: familias, frío, tradición y faena compartida en el puente de este diciembre del 5 al 9 se celebran cientos de matanzas en la provincia y aunque ya no es lo que era, las tradiciones se mantienen en muchas zonas de la provincia.

La llegada de San Martín vuelve a llenar la provincia del aroma a chichas, alegría colectiva y trabajo en comunidad en una de las tradiciones rurales más antiguas y resistentes de Zamora

La provincia de Zamora vuelve a vestirse de invierno, braseros y humo blanco. Del 5 al 9 de diciembre, muchas familias aprovechan el puente para celebrar uno de los ritos más ancestrales de la cultura rural: la Matanza. Un día que no es solo faena, ni solo comida, ni solo tradición: es identidad, memoria y reunión familiar.

Desde primera hora de la mañana, mientras las heladas aún muerden la hierba, la actividad en los pueblos empieza antes que el amanecer. La casa se llena de voces, de pasos, de “¿has preparado…?”, y de ese barullo alegre que marca el inicio de una jornada en la que participan niños, padres, abuelos, vecinos y amigos. En Zamora, la Matanza no se hace: se vive.

Un ritual que sobrevive al tiempo y a la despoblación

Aunque ya no tiene el peso de antaño, la Matanza sigue siendo uno de los pilares culturales más fuertes de la provincia. En un territorio en el que muchas tradiciones se apagan año tras año por falta de relevo generacional, este rito se resiste a desaparecer.

Durante décadas —y para muchos hasta hace no tanto— era un acto de pura economía de subsistencia: aseguraba la despensa del invierno y permitía aprovechar hasta el último recurso del cerdo. Nada se desperdiciaba. Cada familia tenía su método, su receta, su forma particular de hacer chichas, adobar carne o rellenar morcillas.

Hoy, aunque las circunstancias han cambiado, el espíritu sigue siendo el mismo: reunirse para trabajar juntos, compartir mesa y preservar una tradición que explica parte de la identidad zamorana.

Aroma a chichas, brasas encendidas y manos en harina

No hace falta mirar el calendario para saber que llega San Martín: el olor lo anuncia. Las chimeneas fuman desde temprano, las cocinas hierven de actividad y la faena se reparte de forma casi coreografiada:

  • los hombres al despiece,

  • las mujeres a las morcillas,

  • los más jóvenes al adobo y a lavar tripas,

  • los pequeños mirando, aprendiendo, o simplemente jugando alrededor.

  • roles entendidos y sin acritud en las posiciones.

El aroma de las chichas recién hechas, la sartenada para almorzar, los primeros cueros tostados, los calderos preparados para cocer… todo forma parte de un paisaje sensorial que muchos zamoranos llevan tatuado en la memoria.

En algunas casas aún se prepara la sangre para la morcilla “como Dios manda”, se discute si el pimentón debe ser más dulce o más picante, o si la receta “como la hacía la abuela” sigue siendo la mejor.

Una fiesta sin escenario: la Matanza como reunión social

Más allá del trabajo, la Matanza es una celebración. Es ese momento del año en que la familia dispersa regresa al pueblo; en que los vecinos se sientan juntos; en que la mesa se agranda y la bodega se abre.

La alegría no está en los gestos solemnes sino en la algarabía, el jaleo, las risas, la prisa, los mandiles manchados y las conversaciones que se repiten cada año. Es un día en el que nadie se siente invitado: todos son parte de algo.

Y aunque cada vez son menos las casas que mantienen viva la tradición por iniciativa propia, muchas asociaciones culturales y vecinales están cogiendo el testigo, organizando matanzas populares, demostraciones y jornadas gastronómicas que buscan salvar un patrimonio cultural que forma parte de la memoria de la provincia.

Una tradición que merece futuro

Zamora es una tierra en la que el invierno siempre ha marcado el ritmo de vida. La Matanza es una de esas tradiciones que ha sobrevivido a los cambios, a la despoblación, a la modernidad y a la vida rápida. No porque sea exótica o pintoresca, sino porque tiene alma.

Quienes la mantienen lo saben: no se trata solo de carne y embutido. Es aprendizaje, comunidad, raíces, identidad y familia. Es un ritual que ha acompañado a generaciones enteras y que, pese a reducirse con el paso del tiempo, continúa recordándonos quiénes somos y de dónde venimos.

Este fin de semana, en este puente del 5 al 9 de diciembre, Zamora vuelve a reunirse en torno a la Matanza.
Entre el frío, las risas y el humo que sube desde los corrales, la provincia celebra una tradición que se niega a desaparecer. Y mientras haya quien encienda un brasero al amanecer para empezar el día más importante del invierno rural, esta fiesta seguirá viva.