Los Técnicos Superiores Sanitarios anuncian dos jornadas de huelga

Técnicos Superiores Sanitarios se manifiestan a las puertas del Virgen de la Concha
El colectivo denuncia décadas de abandono institucional

Durante décadas, han sido el pilar oculto del sistema sanitario. Están detrás de cada imagen que revela una enfermedad, de cada análisis que pone nombre a un síntoma, de cada prueba que permite tratar a tiempo. Los Técnicos Superiores Sanitarios —TSS, por sus siglas— han decidido que ya no basta con ser imprescindibles entre bastidores: los días 2 y 3 de junio pararán su actividad en todo el país para exigir el reconocimiento que, aseguran, se les niega desde hace más de 40 años.

Con una mezcla de firmeza y resignación, el colectivo ha difundido un comunicado en el que anuncia la huelga con un mensaje claro: “Lamentamos desde este momento los posibles trastornos que podamos estar provocando a los pacientes y ciudadanos”. La disculpa, sin embargo, no oculta la raíz del conflicto. Denuncian un “continuo maltrato y desprecio” por parte de la Administración, que, a su juicio, ha bloqueado sistemáticamente cualquier vía de desarrollo profesional para el sector. Se sienten ninguneados, invisibilizados y —sobre todo— cansados.

La movilización no responde a un episodio aislado, sino a una larga historia de reclamaciones desoídas. El colectivo recuerda que, desde la aprobación del Estatuto Básico del Empleado Público en 2007, la Administración ha incumplido la obligación de reconocer el grupo B para los TSS, una clasificación que cambiaría no solo su estatus laboral, sino también sus condiciones salariales y su proyección profesional. No se trata, dicen, de una simple mejora técnica: lo entienden como un acto de justicia.

Durante la pandemia, muchos descubrieron de golpe quiénes eran estos profesionales. Fueron ellos quienes realizaron las pruebas de imagen a los pacientes con COVID-19, los que procesaron millones de PCR en los laboratorios, los que estuvieron —literalmente— al otro lado del diagnóstico. Pero una vez superada la emergencia sanitaria, la visibilidad volvió a desaparecer. Y con ella, las promesas de cambio.

En su nota, los TSS trazan un retrato de su papel diario que pocas veces aparece en los discursos oficiales: son quienes toman las imágenes por resonancia magnética, quienes analizan biopsias y citologías, quienes garantizan la precisión de los análisis clínicos, hematológicos y genéticos. Están junto al paciente cuando se inicia un tratamiento de radioterapia, ayudan en la higiene dental, evalúan la salud auditiva. Su presencia recorre silenciosamente todas las fases del sistema de salud, pero su nombre raramente figura en los agradecimientos institucionales.

Ahora, reclaman más que una mención: quieren ser reconocidos como Profesiones Sanitarias Reguladas, con voz propia dentro del engranaje sanitario. Exigen que sus estudios se adapten al Espacio Europeo de Educación Superior, para acabar con lo que consideran una anomalía que lastra su presente y su futuro. Y, sobre todo, reivindican un perfil profesional definido, que no se diluya en categorías que, dicen, no responden a su realidad ni a su formación.

La huelga del 2 y 3 de junio será, en sus palabras, “la primera medida de fuerza” si no se abren caminos de diálogo real. Dicen que no quieren dejar de trabajar, pero que no pueden seguir haciéndolo en estas condiciones. Que su lucha no es solo por ellos, sino también por la calidad del sistema sanitario.