Más de cuatro décadas de aquel veintitrés de febrero

23-F. Foto: teinteresa.es

El intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, lejos de derribar el sistema democrático, contribuyó a su consolidación y reafirmación, marcando un hito en la historia de España

Hace cuarenta y tres años, España vivió uno de los capítulos más oscuros de su historia reciente: el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981. Aquel día, militares del antiguo régimen franquista desataron un intento de sublevación que puso en jaque al incipiente sistema democrático español, amenazando con sumir al país en una nueva dictadura.

El intento golpista sorprendió a la nación entera y representó una grave afrenta a la incipiente democracia española, que apenas había comenzado a tomar vuelo tras décadas de régimen autoritario bajo el gobierno de Francisco Franco. Los cambios políticos y sociales que siguieron a la muerte del dictador habían generado un profundo malestar en sectores del Ejército, que veían con recelo la transición hacia un sistema democrático.

El episodio más dramático de aquella jornada tuvo lugar en el Congreso de los Diputados, donde el teniente coronel Antonio Tejero irrumpió con un grupo de guardias civiles armados, intentando subvertir el orden constitucional. El forcejeo de Tejero con el general Gutiérrez Mellado, vicepresidente del Gobierno de España, y los disparos al techo del hemiciclo sembraron el pánico entre los presentes y conmocionaron al país entero.

Sin embargo, en medio del caos y la incertidumbre, hubo gestos de valentía y determinación que se convertirían en símbolos de resistencia. Figuras como Adolfo Suárez González, presidente del Gobierno de España, y Santiago Carrillo, líder comunista, desafiaron las órdenes de los golpistas y se mantuvieron firmes en sus asientos, negándose a arrodillarse ante el intento de golpe.

El secuestro de diputados y senadores en el edificio del Congreso dejó al país sumido en la angustia y la incertidumbre durante varias horas. La población española seguía con ansiedad los acontecimientos, mientras las noticias sobre lo que sucedía en el hemiciclo llegaban de forma fragmentada y escalonada.

A pesar del temor y la incertidumbre, aquel fatídico día se convirtió en un punto de inflexión para la democracia española. La firmeza de los líderes políticos y la respuesta ciudadana unánime en defensa de la legalidad constitucional demostraron la solidez y el compromiso del pueblo español con la democracia. El intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, lejos de derribar el sistema democrático, contribuyó a su consolidación y reafirmación, marcando un hito en la historia de España.