Editorial | La DANA de la vergüenza: un año después, las excusas siguen empapadas

Dana Valencia
Ha pasado un año desde aquella tarde negra del 29 de octubre que arrasó el corazón de Valencia y su área metropolitana. Paiporta, Ribarroja, Aldaia, Quart de Poblet, Torrent, Paterna... nombres que ya no evocan solo calles y vecinos, sino dolor, pérdida y rabia. La DANA más trágica de la historia reciente de España se cobró más de 200 vidas y dejó a centenares de familias sin casa, sin recuerdos y sin consuelo.

Un año después, el presidente de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón, sigue en su despacho, impasible, aferrado al sillón y a las excusas.

Y lo hace pese a que en el momento más crítico de su mandato, cuando el agua se llevaba por delante vidas y hogares, él estaba de comida en el Ventorro con una periodista. La tragedia se desataba en la calle mientras el máximo responsable político disfrutaba del almuerzo. No dimitió entonces, no ha dimitido ahora.
La vergüenza institucional de aquel día sigue siendo un charco que no se seca.

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Este 29 de octubre Valencia acogerá un funeral de Estado en recuerdo de las víctimas. Pero los propios damnificados han pedido que Mazón no asista. Y no porque falte respeto, sino porque no soportan la hipocresía. Porque aquel día, mientras los vecinos sacaban a sus muertos del barro, la Generalitat se escondía detrás de los comunicados, los protocolos y la incompetencia.

Y sin embargo, España entera sí estuvo allí. Lo estuvo en los bomberos de media península que se desplazaron sin descanso. En los voluntarios de Andalucía, Aragón, Cataluña y Castilla y León que cargaron cubos, palas y víveres. En los miles de ciudadanos anónimos que acudieron a limpiar, a abrazar, a dar cobijo.
Entre ellos, también los zamoranos, que como siempre, no preguntaron —actuaron. Desde nuestra provincia salieron furgonetas cargadas de ropa, alimentos y manos dispuestas.

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Un mes después, cuando desde Zamora News volvimos a la zona cero, todavía quedaban coches atrapados en garajes, sótanos llenos de lodo y gente sin fuerzas, pero con una gratitud infinita hacia quienes llegaron sin uniforme ni orden, solo por humanidad. Recordamos con los compañeros de Acción Norte que llegaron de inmediato a la zona cero a las familias sobre todo de Ribarroja y a los de Paiporta, a Rubén y a sus hijos, a los que les faltaban sillas para sentarse en el cole y donde la directora del mismo agradecía los envíos de material y a la vez se enfadaba con el responsable de educación de la generalidad valenciana que aún no había pasado por el colegio un mes después.

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La DANA fue una lección brutal de meteorología y política. La naturaleza puede ser imprevisible, pero la dejadez no lo es.
Construir en zonas inundables, ignorar los mapas de riesgo y confiar en la suerte es una receta mortal. Y cuando se gobierna desde la soberbia y la improvisación, el resultado se mide en vidas.

Hoy, un año después, seguimos esperando respuestas, dimisiones y planificación. Los expertos aún analizan qué falló, pero el pueblo lo tiene claro: falló el poder y triunfó la gente.
Fueron los vecinos quienes rescataron a los suyos, los voluntarios quienes trajeron esperanza, los periodistas quienes mostraron la verdad.
Y también fueron los ciudadanos quienes abuchearon a los reyes cuando visitaron los escombros, hartos de la política del gesto vacío.

La DANA del 29 de octubre no fue solo una catástrofe natural. Fue una catástrofe institucional y moral. Y si algo debería quedar grabado en nuestra memoria colectiva es que el agua no discrimina, pero la negligencia sí.
La reconstrucción no empieza con ladrillos, sino con responsabilidad, humildad y memoria.

Porque la lluvia puede volver, pero la dignidad no debería volver a mojarse.

Valencia tras el paso de la DANA