San Carlos Borromeo, patrono de seminaristas catequistas y banqueros
Hoyl 4 de noviembre tiene lugar una festividad muy significativa para la Banca, ya que se conmemora su Patrón, San Carlos Borromeo. Este día, es muy común que en el mundo financiero se lleven a cabo actos de reunión y de celebración.
San Carlos Borromeo, procedente de la noble familia de los Médicis, nació el 2 de octubre de 1538 en Arona (Milán). Llevó una vida cristiana y austera, en la que renunció a la fortuna familiar y luchó por su firme doctrina.
En su temprana juventud, con doce años, recibió la tonsura; y después, se trasladó a la Universidad de Pavía para estudiar Derecho, logrando el título de Doctor. A partir 1560, se ordenó sacerdote, y su tío el Papa Pio IV le atribuyó numerosos cargos de gran relevancia; entre los que fue nombrado Cardenal, y más tarde, tuvo lugar su consagración episcopal y ejerció el Obispado de Milán.
Desempeñó un papel esencial promoviendo las ideas surgidas en el Concilio de Trento, y falleció con 46 años de edad en la noche del 3 de noviembre de 1584. Y tras su muerte, el 1 de noviembre de 1610 fue canonizado.
San Carlos también se preocupó mucho por la formación de los sacerdotes. Destituyó a algunos presbíteros indignos y los reemplazó por personas que restauraran la fe y las costumbres del pueblo.
La vida de San Carlos Borromeo corrió grave peligro cuando la orden religiosa de los Humiliati, que poseía muchos monasterios, tierras y miembros corrompidos, intentaron desprestigiarlo para que el Papa anulase las disposiciones del Santo. Al no conseguir su cometido, tres priores de la orden armaron un complot para matarlo. Para con los necesitados era supremamente comprensivo. Para con sus colaboradores era muy amigable y atento, pero exigente. Y para consigo mismo era exigentísimo y severo. Fue el primer secretario de Estado del Vaticano (en el sentido moderno).
Fue blanco de un vil atentado, mientras rezaba en su capilla, pero salió ileso, perdonando generosamente al agresor. Fundó seminarios para formar sacerdotes bien preparados, y redactó para esos institutos unos reglamentos tan sabios, que muchos obispos los copiaron para organizar según ellos sus propios seminarios.
Fue amigo de San Pío V, San Francisco de Borja, San Felipe Neri, San Félix de Cantalicio y San Andrés Avelino y de varios santos más.
Murió joven con 46 años y pobre, habiéndo enriquecido enormemente a muchos con la gracia. Murió diciendo: "Ya voy, Señor, ya voy". En Milán casi nadie durmió esa noche, ante la tremenda noticia de que su queridísimo Cardenal arzobispo, estaba agonizando.