Los recuerdos de Secundino Campano Rodríguez, un zamorano en el campo de Mauthausen

"Comprendo que mi padre quería ocultar de su mente ese periodo de 5 años de su vida y todas las barbaridades ocurridas en aquel campo de concentración, pero también se, que nunca lo pudo olvidar y que durante años tuvo pesadillas y reacciones que para cualquiera pueden parecer chocantes".

La hija de uno de los zamoranos internados en el campo de Mauthausen, Secundino Campano Rodríguez, natural de Coreses, recuerda las palabras de su padre hoy ya fallecido y que le contaba de pequeña.

Hoy vive en Francia y no ha podido borrar de su memoria el sufrimiento de su padre y de los miles de personas que sufrieron una barbarie sin prececendes en la historia.

El relato del recuerdo de Mauthausen

Por ejemplo: cuando éramos pequeñas, mi hermana y yo, algunas veces no nos gustaba algo de la comida que nos ponía nuestra madre o dejábamos algo en el plato por capricho, él no podía comprenderlo ni aceptarlo, y siempre nos decía "si tuvierais 8 días de hambre..." .

Muy pocas veces hizo comentarios intentado (creo yo) olvidar aquella barbarie, solo recuerdo estos tres:

Nos contaba que se encontraba en la cantera a la que le habían destinado y tenía que cargar piedras, como no iba bastante rápido, el "kapo" le dio una bofetada y le dañó el tímpano, después siguió golpeándolo con su porra con mucha violencia en la cabeza. El contaba que le caía la sangre por la cara y no veía nada. Comprendió en un segundo que lo iba a matar y se puso a coger piedras como un loco para satisfacerlo y que se parara. Era muy pequeña cuando hizo ese comentario y me chocó, me ha quedado la escena grabada como si la estuviera viendo.

El segundo episodio, fue muy duro también y nada más pensarlo, no lo quiero ver. Nos contó que una vez, pasó una semana encerrado en una caja de madera donde no se podía mover, al sol. Y en el tercer comentario que recuerdo también relató que de hambre, se comía las peladuras de las patatas y hasta piedras para calmar su necesidad y llenarse el vientre.

Comprendí después de mucho tiempo el mal que mi padre tenía en su memoria y nuestro capricho cuando el veía que dejábamos comida o que nos hacíamos las delicadas.

Toda su vida he visto mi padre recoger las migas de pan encima de la mesa y ponerlas en su plato. No dejaba nunca perder el pan duro de la manera que fuera. Estos fueron sus únicos relatos que siempre tendré en mi memoria.

Mi padre fue muy duro y tenia muchísima voluntad y fuerza, era complicado de carácter y pienso que por eso se salvó. Nos contó, como informó a los alemanes que sabía cortar el pelo, y gracias a su profesión lo quitaron de la cantera para ponerlo de peluquero.

Mi padre llegó a Alemania, cuando empezó la guerra civil con Franco y los fascistas. Él emigró y se fue al sur de Francia, concretamente a Saint Cyprien, muy cerca de Perpignan donde lo hicieron preso. Allí lo deportaron a Mauthausen donde estuvo 5 años.

Cuando fue liberado, estableció su residencia en Paris donde instaló su salón de peluquería hasta su retiro a los 60 años. Su jubilación la pasó en Perpignan hasta que falleció a los 99 años. Aquí vivimos ahora.

No se puede, ni se tienen que olvidar cosas semejantes. Todo puede ser peor de lo que se pueda imaginar.Y yo no he conocido guerra ni campo de concentración, me es muy difícil entender que tipo de seres humanos han podido cometer tantas atrocidades.
Por esto y por memoria a mi padre y lo que ha sufrido, quisiera que nunca más actos semejantes se repitan contra nadie.

Mi padre nació en Coreses, al lado de Zamora, y estuve en casa de su familia 3 meses durante mi comunión, yo entonces tenía 8 años.
No he vuelto más hasta un domingo del mes de enero en el año 2016, que volviendo de un viaje a Portugal que hice con mi marido, tuve la idea de pasar a ver el pueblo de mi padre.

En un café pregunté y me dijeron que aún había familia Campano y familia Hernández en el pueblo, me ofrecieron ir a ver el el libro del Ayuntamiento con la genealogía de Coreses. Un cliente del bar fue quién nos acompañó muy amablemente a casa de mi tío Gerardo Hernández que tiene hoy 91 años. Me dio un placer enorme poder verlo, hacía más de 50 años que no había vuelto. Mi otro tío Prudencio Campano también vive en el pueblo,  pero no pude llegar a verlo. Tengo 9 primos y primas en la localidad.

Gracias por recordar su memoria eso me alegra y me entristece a la vez pero creo que contar lo que mi padre sufrió puede ayudar a que nunca más se produzcan este tipo de atrocidades.