El mandil sayagués y alistano se apunta a la moda de las mascarillas

Tradición folklórica popular en tiempos de Covid. En un momento en el que los trajes regionales se amontonan en los armarios y baúles y el sonido de las castañuelas, de la flauta y el tamboril y de la dulzaina se apagan, ni siquiera los telares cesan. Porque sí, todavía hay quien, de manera cada día más marginal, sigue dando vida a estos tesoros relegados a mero objeto de coleccionista.

La riqueza de los mandiles sayagueses y alistanos cobra vida en forma de mascarillas gracias a Mónica Castelo, la creadora de la marca "Qué mona!". Una apuesta que trata de llevar el colorido y la tradición de estas comarcas a nuestro nuevo día a día marcado, irremediablemente, por este complemento de seguridad.

Tras unos meses de confinamiento y reticencia, Mónica cedió al paso natural de extender sus creaciones al mundo de las mascarillas higiénicas, con sus ya conocidos dibujos de caperucitas, zamoranas y charras. Una línea que, si bien ha tenido buena acogida, da un salto de calidad con su nueva apuesta por rescatar los trajes regionales del olvido en esta época de pandemia. Tres diseños sobre una mascarilla de doble capa homologada y con exterior de algodón imitan a los mandiles de lana que la propia Castelo ha elaborado en alguna ocasión en su telar. Toda una obra de arte que no descarta extender a nuevos modelos. 

Y es que, en un momento marcado por las restricciones que han limitado al máximo la movilidad y las reuniones sociales, la provincia se resiste a perder su esencia, su arte, su música. Nada, ni siquiera esta pandemia, es capaz de acabar con el espíritu de pertenencia a la tierra que promueven sus artistas locales y que tiene una gran acogida entre quienes necesitan proclamar a los cuatro vientos su identidad. Ese sentimiento es ya de por sí fuerte entre los sayagueses, pero la necesidad de visibilizarlo es más patente por parte de quienes viven fuera. 

Bien lo sabe Mónica. Seducida por el encanto y sosiego de Sayago, esta berciana de origen y bióloga de formación lleva más de dos décadas asentada en la comarca, concretamente en el municipio de Villadepera, y cerca de 10 años entregada a la elaboración de piezas artesanales. Su pasión por esta tierra alcanza cotas impensables hasta el punto de fusionarse en las clases de bailes regionales e impregnarse de la técnica de los últimos tejedores de la zona. Dos facetas que, cosas de la vida, le han llevado a lanzar su propia marca con una esencia tan única como identificativa.