Gaza: la barbarie que el mundo permite
El doble rasero es insoportable. Para que existe la ONU y los derechos humanos, para qué el político de turno no sea capaz de definir genocidio, el mundo se ha vuelto loco.
Rusia fue expulsada de competiciones deportivas tras invadir Ucrania y anexionarse parte de su territorio. Israel, en cambio, sigue participando como si nada mientras ha arrasado Gaza, dejando más de 65.000 muertos, en su mayoría civiles, un 85%, sin agua, sin alimentos, sin luz, sin hospitales. La imagen es clara: matar de hambre y con bombas a la población palestina, como en los guetos nazis donde se confinó y exterminó al pueblo judío. La similitud, décadas después, es escalofriante.
La entifada sionista, disfrazada de “operación militar”, contra Hamás, una organización terrorista que tampoco tiene cabida en la historia, es en realidad un exterminio programado, avalado por la indiferencia de un mundo que mira hacia otro lado. Y cuando un equipo ciclista israelí participa en la Vuelta a España, en pleno baño de sangre, no se trata de deporte: es propaganda. Su presencia es una provocación en toda regla. La protesta violenta no puede justificarse, pero la pregunta es inevitable: ¿no habría sido mejor impedir su participación antes de que la indignación estallara en las calles?. El deporte no sabe de guerras pero aquí no hay una guerra, hay un genocidio.
Mientras tanto, la comunidad internacional sigue midiendo palabras, condenas y titulares. Pero la realidad no entiende de eufemismos: se está matando a un pueblo entero. Y cada vez que se posterga la acción, cada vez que se suaviza el lenguaje, cada vez que se permite que los verdugos sigan bombardeando sin freno, se es cómplice del crimen.
La historia será implacable. Y si el precio de salvar una sola vida palestina fuera romper con toda hipocresía y levantar la voz sin miedo, ya merecería la pena. Lo indecente es seguir callando mientras los niños mueren bajo los escombros.
Es hora de que España y Europa, también el mundo entero dejen de esconderse detrás de comunicados tibios. Hace falta valentía política: boicot, sanciones, expulsión de Israel de competiciones y foros internacionales hasta que cese la masacre. Porque mientras el mundo siga otorgando, las bombas seguirán cayendo sobre Gaza. Y cada vida perdida será también responsabilidad de quienes, pudiendo parar la barbarie, eligieron mirar hacia otro lado.