Zamora, Tierra de Sabores: Riqueza enogastronómica de una provincia única

Mercado de Abastos. Imagen de archivo

Una gastronomía con raíces históricas

La tradición culinaria de la provincia de Zamora se remonta a siglos atrás y está marcada por una fuerte identidad propia. De hecho, la gastronomía zamorana aparece mencionada ya en crónicas antiguas: el árabe Iza Ben Ahmed, en el año 893, describía detalladamente los campos de olivares cercanos a la ciudad de Zamora Este temprano testimonio revela cómo productos como la aceituna formaban parte del paisaje agrario zamorano hace más de mil años (hoy persiste en la ciudad su barrio llamado Olivares).

Otro ejemplo ilustrativo surge en el siglo X: en 952, el rey Ordoño III de León otorgó derechos de pesca en el lago de Sanabria a los monjes del monasterio de San Martín de Castañeda. Este hecho histórico evidencia la afición por el pescado de río en la comarca sanabresa ya en la Alta Edad Media. Años más tarde, en el siglo XVI, el erudito Ambrosio de Morales constató igualmente el abundante uso de pescado local (truchas, barbos, etc.) en las cocinas de Sanabria. No es de extrañar, por tanto, que la trucha sanabresa se convirtiera con el tiempo en un manjar emblemático de la región, trascendiendo incluso al recetario nacional español.

La estrecha relación de Zamora con sus productos autóctonos también se refleja en episodios históricos singulares. Por ejemplo, la tradición vitivinícola de Toro (al sureste de la provincia) era tan apreciada que, según las crónicas, Cristóbal Colón decidió aprovisionarse de vino de Toro en Salamanca antes de emprender su primer viaje hacia América. Este detalle habla del prestigio que ya entonces tenían los caldos zamoranos, reconocidos por su robustez y calidad. En resumen, la cocina zamorana ha ido forjándose a lo largo de la historia gracias a las aportaciones de sus distintos pueblos y culturas, asentando unas raíces gastronómicas profundas que hoy son motivo de orgullo.

Productos de calidad, orgullo zamorano

Uno de los pilares de la gastronomía zamorana son sus productos agroalimentarios de primera calidad, muchos de los cuales cuentan con sellos oficiales de origen. La provincia ha sido tradicionalmente tierra ganadera y agrícola, de modo que dispone de una despensa autóctona excepcionales.. Para proteger y promocionar este patrimonio, la Diputación Provincial de Zamora creó en 2004 la marca de garantía “Alimentos de Zamora”, que agrupa a los productos locales con Denominación de Origen (D.O.), Indicación Geográfica Protegida (IGP) o marcas de calidad reconocidasagronewscastillayleon.com. Bajo este marchamo se integran 13 productos de prestigio, desde vinos, carnes y quesos hasta legumbres y otros ingredientes emblemáticos.

En el ámbito vinícola, Zamora cuenta nada menos que con tres Denominaciones de Origen históricas –Toro, Arribes y Tierra del Vino de Zamora– además de la categoría de Vino de Calidad de los Valles de Benavente, cada una con sus variedades de uva singulares (Tinta de Toro, Juan García, Prieto Picudo, entre otras)dcastillayleon.esperiodistadigital.com. El vino es un protagonista fundamental de la despensa provincial, presente tanto en la cocina tradicional (guisos al vino, adobos, etc.) como acompañando los platos en la mesa. No en vano, la provincia es considerada un “equilibrio geográfico” entre la Tierra del Pan al norte (zona cerealista y triguera) y la Tierra del Vino al sur (comarcas vitivinícolas a orillas del Duero)es.wikipedia.org. Esta dualidad se plasma en productos protegidos como la Harina Tradicional Zamorana, obtenida de los excelentes trigos locales y amparada bajo marca de garantíadcastillayleon.es, o los afamados vinos de Toro y Arribes, frutos de viñedos bañados por el sol castellano.

Rodajas de queso zamorano, uno de los productos estrella de la provincia. Este queso de oveja churra, con D.O.P. propia, es considerado uno de los mejores quesos curados de España por su sabor intenso y textura firme. La feria Fromago ha contribuido a difundir su fama a nivel internacional.

Más allá del vino, otros productos zamoranos ostentan sellos de calidad que garantizan su origen y elaboración tradicional. Por ejemplo, el Queso Zamorano (D.O.P.) es uno de los grandes estandartes lácteos de la región, elaborado con leche cruda de oveja churra y castellana; su reputación trasciende fronteras por su sabor inconfundibledcastillayleon.es. En el terreno cárnico, destaca la ternera autóctona de Aliste (IGP) y el Lechazo de Castilla y León (IGP, muy arraigado en Tierra de Campos), carnes tiernas y sabrosas fruto de la ganadería local alimentada de forma tradicionaldcastillayleon.es. Los embutidos tienen su representante insigne en el Chorizo Zamorano (Marca de Garantía), elaborado con magro de cerdo adobado con pimentón de la Vera y secado en el aire frío castellano. Entre las legumbres, brillan con luz propia los garbanzos de Fuentesaúco (IGP), pequeños pero de textura mantecosa y sabor excepcional, y la lenteja pardina de Tierra de Campos (IGP), base de potajes reconfortantes. También el pimiento de Fresno-Benavente (IGP), de carnes rojas y gruesas, y las apreciadas setas silvestres de los montes zamoranos (Marca de Garantía) figuran en esta selecta listad. En suma, la provincia presume de un catálogo de alimentos de altísima calidad amparados por sellos oficiales –un verdadero orgullo zamorano– que la Diputación promueve activamente bajo la marca Alimentos de Zamora. Este apoyo institucional ha sido clave para visibilizar dichos productos en ferias, foros gastronómicos y mercados, reforzando la economía rural y la imagen de excelencia de la provincia.

Platos emblemáticos y diversidad regional

Si por algo es conocida Zamora en el mapa culinario, es por sus platos típicos de sabor contundente y origen humilde, que han perdurado de generación en generación. Algunos de ellos se han convertido en verdaderos referentes de la gastronomía zamorana debido a su arraigo secular en el recetario popular y su estrecha vinculación al terruño. En el repertorio más afamado sobresalen preparaciones como el arroz a la zamorana, el bacalao a la tranca, la ternera de Aliste guisada y el pulpo (o trucha) a la sanabresa, considerados cuatro estandartes imprescindibles de la cocina provinciales.

Un tradicional arroz a la zamorana, plato de cuchara icono de la provincia. Nacido en las matanzas rurales de la comarca de Aliste, este arroz se enriquece con múltiples carnes de cerdo (costilla, panceta, chorizo, morcilla...) y verduras, resultando en un guiso contundente y pleno de sabores.

Llama la atención cómo en una región sin litoral marino abundan recetas de pescado: además del mencionado bacalao (un plato típico especialmente en Semana Santa) y de la trucha de río, también se consumen anguilas del Duero, ancas de rana en algunas zonas, e incluso pulpo –traído históricamente por arrieros gallegos hasta tierras sanabresas– preparado al estilo local. Esta tradición piscícola tierra adentro se explica, como vimos, por costumbres centenarias: ya en el siglo X había afición al pescado fluvial en Zamora, lo que ha dejado huella en sus platos típicos. Por su parte, el arroz a la zamorana –con su poderosa mezcla de carnes de cerdo– se considera una de las recetas de arroz más antiguas de España; se popularizó en el siglo XIX y aún hoy es sinónimo de cocina casera zamorana. El bacalao a la tranca, por otro lado, es un guiso de origen humilde a base de bacalao en salazón desalado, cocinado con pimientos rojos, ajo, aceite de oliva y coronado con huevo cocido: un plato sencillo pero lleno de matices, muy ligado a la tradición cuaresmalelpais.com. Y si hablamos de carnes, la ternera de Aliste es protagonista de asados y estofados memorables, gracias a la calidad de esta raza local alimentada en pastos libres. También el lechazo (cordero lechal) al horno o guisado es infaltable en celebraciones, así como el cochinillo asado –llamado tostón en la zona– siguiendo la estela castellana.

Cada comarca de Zamora aporta sus propias especialidades, configurando una rica diversidad regional de sabores. De hecho, muchos platos tradicionales llevan el “apellido” de su pueblo o comarca de origen, en un guiño toponímico que realza la procedencia de sus ingredientes. Por ejemplo, en Sanabria (noroeste montañoso) son célebres los habones de Sanabria –unas alubias blancas enormes y mantecosas– que se guisan con chorizo, así como los guisos de setas silvestres en temporada de otoño, las castañas (utilizadas en purés o postres) y los embutidos ahumados típicos de la sierra. En las tierras de Aliste y Sayago (oeste y suroeste fronterizos con Portugal) abundan los platos de caza como el jabalí al tinto de Toro (estofado de jabalí al vino) y los caracoles guisados, junto con las contundentes sopas de ajo pastoriles y los productos de la matanza (hornazo, farinato, etc.). La zona de Benavente y Los Valles, al noreste, es fértil en huertas: de allí provienen los reconocidos pimientos de Benavente (asados o en conserva) y preparaciones con legumbres, sin olvidar la tradición de palomares en Tierra de Campos, que legó recetas de pichones estofados apreciadas antaño. Mientras, en la capital Zamora y su entorno (Tierra del Pan), reinan las recetas cerealistas: las sopas de ajo, las rebojos zamoranos (unos bizcochos secos de harina candeal, típicos para mojar en el café) y otras delicias de panadería. Precisamente el pan zamorano de trigo candeal, de miga prieta y corteza recia, tiene fama histórica gracias a la excelente harina local –hoy protegida con marca de garantía, como se mencionó.

Por supuesto, no podemos olvidar el capítulo de los dulces tradicionales, modestos en sus ingredientes pero deliciosos. En los pueblos de la provincia perviven postres como las fiyuelas de Aliste (unas crepes finísimas fritas, espolvoreadas de azúcar), la tarta del Císter (bizcocho de almendra originario de un convento), las cañas zamoranas rellenas de crema, los bollos coscarón y los ya citados rebojos. Son recetas de antaño que suelen resurgir en fiestas locales y romerías, transmitidas por las abuelas y reposteras populares. Este vasto abanico de platos y productos, distribuidos por toda la geografía zamorana, refleja ese pasado agrícola y ganadero que mencionábamos, y demuestra el compromiso de sus gentes por mantener vivas las tradiciones culinarias de su tierra.

Identidad culinaria: sencillez, abundancia y buen vino. De octubre a febrero, puchero

La cocina zamorana se caracteriza, en términos generales, por la sencillez de sus ingredientes y la abundancia y variedad de carnes en los platos. Es un tipo de cocina forjada por pastores y agricultores, de origen humilde y profundamente artesanal, donde prima el sabor honesto de la materia prima sobre elaboraciones rebuscadas. Esa austeridad en los condimentos (sal, ajo, laurel, pimentón, aceite de oliva) y generosidad en las raciones le otorga un carácter campechano y auténtico muy apreciado. La mayoría de los guisos zamoranos nacieron para reponer fuerzas en duras jornadas de campo, por lo que no escatiman en calorías ni en contundencia: potajes de legumbre con sacramentos, asados en horno de leña, fritadas y escabeches, etc. Sin embargo, esa cocina tradicional se ha ido actualizando y modernizando con el tiempo, sin perder su esenciaperiodistadigital.com. Hoy día, muchos chefs locales reinterpretan las recetas de siempre con técnicas contemporáneas, logrando un equilibrio entre el respeto a la tradición y la innovación.

Otro sello de identidad de la gastronomía zamorana es la presencia de una amplia carta de vinos de calidad acompañando los platos. La provincia dispone de vinos tintos recios y aromáticos (Toro, Arribes), blancos frescos y afrutados (Tierra del Vino de Zamora, vinos de los Valles), e incluso rosados ligeros. Algunos de estos caldos están amparados por las denominaciones de origen locales ya mencionadas lo que garantiza su elaboración con uvas autóctonas y estándares reconocidos. Un buen menú zamorano difícilmente se concibe sin maridarlo con un vino de la tierra: por ejemplo, un arroz a la zamorana suele realzarse con un tinto joven de Toro, mientras que para unas truchas a la sanabresa podría elegirse un blanco de Arribes. Hasta el pan zamorano, producto básico por excelencia, tiene un protagonismo singular en la mesa: su calidad deriva de las excelentes harinas locales y de una tradición panadera centenaria, lo que le ha valido su propia marca de garantía. Pocos placeres hay comparables a mojar un buen pan candeal zamorano en la salsa de un bacalao a la tranca o acompañar con él unos quesos y embutidos de la tierra.

En definitiva, la cocina zamorana fusiona la robustez castellana con matices propios dados por su situación geográfica y su historia. Al oeste, en las comarcas de montaña y de dehesa, predomina la influencia ganadera, con carnes, caza y derivados lácteos en abundancia; al este, en las llanuras cerealistas y valles del Duero, pesa más la tradición agrícola y vinatera.. Esta riqueza de orígenes y paisajes se traduce en una culinaria variada pero coherente, donde siempre está presente un hilo conductor: el producto local de calidad y la transmisión de saberes de generación en generación. Zamora es, en esencia, una tierra de sabores auténticos, donde cada plato cuenta una historia de pastores, agricultores, monjes, nobles o viajeros que aportaron algo a la cultura gastronómica común.

Nuestros cocineros y restaurantes: tradición e innovación

Además del acervo tradicional, Zamora cuenta hoy con embajadores de excepción en sus fogones: chefs, restaurantes y emprendedores gastronómicos que están llevando la cocina provincial a altas cotas de excelencia, sin renunciar a sus raíces. Varios nombres propios destacan en este panorama. Por ejemplo, el restaurante El Ermitaño, en Benavente, fue pionero en lograr reconocimiento nacional: abierto en 1989 por la familia Pérez, ostenta una Estrella Michelin desde 2001 y se ha convertido en lugar de peregrinación para los amantes de la buena mesa. Sus chefs, los hermanos Pedro Mario y Óscar Pérez, combinan la cocina castellana heredada de sus padres con técnicas actuales, apoyándose en más de un 80% de producto zamorano en sus platos. Creaciones como el cochinillo confitado o sus célebres canutillos de cecina conviven con guisos tradicionales, elevando los sabores de la región sin perder autenticidad. No es casualidad que El Ermitaño esté enclavado en una antigua casona del siglo XVIII: el entorno rustico-chic subraya esa mezcla de tradición y creatividad que define su propuesta culinaria.

Otro referente indispensable es Restaurante Lera, en Castroverde de Campos, liderado por el chef Luis Alberto Lera. Famoso por su cocina cinegética de alto nivel (basada en carnes de caza), Lera ha refinado platos como el arroz con paloma torcaz, el guiso de liebre o los caracoles con huevo, ganándose también una Estrella Michelin reciente. Su filosofía pone en valor los productos locales de temporada y las recetas campesinas de Tierra de Campos, presentadas con técnica impecable y profundo respeto por el sabor. Tanto Lera como El Ermitaño ejemplifican esa fusión de tradición e innovación que caracteriza a la nueva ola de cocineros zamoranos.

Junto a ellos, existen otros establecimientos de renombre que están revitalizando la escena gastronómica provincial. El Restaurante España, en Fermoselle (pleno Parque Natural de Arribes), es una joya familiar de tercera generación: la chef Mar Marcos continúa el legado de su abuela y madre, preservando el recetario tradicional sayagués-sayaguano con toques personales. En su carta conviven platos caseros como las alubias blancas con chorizo, los callos o el lechazo guisado con almendras (receta local donde el cordero se cocina con almendra molida, ajo y cebolla)elpais.comelpais.com. Pero Mar también innova sutilmente, por ejemplo reinventando el bacalao a la tranca con técnicas modernas para aligerarlo. El compromiso con el producto local en Restaurante España es absoluto: utilizan aceite de oliva de sus propios olivos en Fermoselle, sirven quesos artesanos de queserías cercanas y cocinan con verduras de su huerta cuando es temporada. Incluso las carnes son kilómetro cero, como la ternera sayaguesa que compran a productores certificados de la zonaelpais.com. Todo ello ha hecho de este restaurante un baluarte de la gastronomía rural zamorana y un atractivo turístico más en el llamado "pueblo de las mil bodegas".

En la ciudad de Zamora, por su parte, encontramos propuestas tan consolidadas como el restaurante del Hotel Rey Don Sancho, que marida la cocina regional con guiños internacionales, siempre con un toque de calidad y buen sazónreydonsancho.es. Y para los más curiosos, la oferta gastronómica se extiende a tabernas de tapas por la zona antigua (donde probar unas tradicionales crestas de gallo o unos revoltillos de hígado), así como a asadores y mesones donde el lechazo asado es religión.

Finalmente, es justo reconocer a quienes difunden la riqueza culinaria zamorana más allá de los restaurantes. Un ejemplo es el chef Jonatan Garrote, natural de Zamora, quien funge de profesor en los campamentos MasterChef para niños. En esas actividades pedagógicas, Garrote se ha encargado de que los pequeños chefs trabajen con ingredientes zamoranos –quesos, garbanzos, setas, pimientos, carnes, etc.– inculcándoles el valor del producto local y del sabor de su tierra, Iniciativas así, de la mano de cocineros apasionados, fomentan en las nuevas generaciones el orgullo por la cultura gastronómica propia y aseguran su continuidad en el futuro.

Pasado, presente y futuro de una tierra de sabores

En conjunto, la provincia de Zamora se erige como una verdadera tierra de sabores, donde convergen pasado y presente en la mesa. Sus productos con denominación de origen, sus recetas centenarias y sus chefs innovadores forman un mosaico enogastronómico de enorme riqueza. Pocas regiones pueden presumir de una cocina tan pegada al terreno y a sus gentes, y a la vez tan capaz de reinventarse para sorprender paladares actuales. Hoy, gracias al impulso de instituciones como la Diputación (que promociona los Alimentos de Zamora y apoya a productores locales) y al trabajo de cocineros comprometidos, la gastronomía zamorana vive un auténtico renacimiento.

Quien visite Zamora no solo descubrirá monumentos románicos o paisajes naturales inolvidables, sino que también podrá saborear su identidad en cada plato: un trozo de queso zamorano curtido por el viento de la meseta; un sorbo de vino de Toro que condensa siglos de viticultura; una cucharada de arroz a la zamorana que revive antiguas matanzas; o un simple pedazo de pan candeal que sabe a trigal y horno de leña. Así es Zamora, tierra humilde y generosa, tierra de sabores que perduran en el paladar y en la memoria. Buen provecho.