La crónica del retorno de los encierros a caballo en Fermoselle, jornada larga pero ilusionante
Crónica del retorno de los encierros a caballo en Fermoselle: Una jornada de tradición y esfuerzo
A las 11 de la mañana estaba previsto el encierro, pero diferentes trámites burocráticos tuvieron que resolverse hasta que por fin cerca de las 11.30 parecía que la campana torera y el cohete de inicio daban el aviso de que los toros ya estaban camino de la plaza.
Los astados salían acompañados de varios caballistas y los cabestros que enfilaban las calles de Fermoselle para llegar a una plaza repleta de público. Una recuperación de los encierros a caballo que ha sido accidentada en su trámite, pero bonita en su factura y por supuesto rápida y sin incidentes de mención salvo en encierro una vez llegados los astados a la plaza.
Una vez que los toros enfilaron San Albín y la ruta marcada por las talanqueras, el encierro transcurrió con normalidad. A la llegada a la plaza y tras la espera larga de los vecinos y visitantes en la plaza y calles aledañas, los toros y sus hermanos cabestros no quisieron entrar en sus toriles dando un espectáculo de trabajo para los pastores y caballistas.
Al final y tras varios intentos de encierro, tuvieron que reintegrar a los astados a los toriles de uno en uno utilizando una maroma para encaminarlos, ya que ni con los cabestros ni con los pastores los toros querían entrar en toriles.
Uno de los encierros más largos de la historia de Fermoselle. Cerca de una hora de encierro tras mil problemas para meter a los toros en su toril.
Los pastores eran incapaces de administrar la manada y se las vieron y desearon para hacer que los toros y cabestros quedaran encerrados. Los caballistas que los condujeron desde el Huerto del valle de las Huertas y una vez encaminaron San Albín, tras ver lo que ocurría, bajaron de sus equinos para ayudar en unas labores que tuvieron que inventar para poder encerrar a los toros. Una maroma fue la salvadora y tras mucho trabajo los toros quedaron encerrados.
El desenjaule de los cabestros lo llevaron a cabo los caballistas posteriormente, ya que tras más de una hora de empeño de todos para finalizar el evento no había lugar a más desgaste. Gracias a la charanga el Rotato la mañana se hizo amena, y hasta se hizo la ola mientras los pastores intentaban solucionar una entrada en toriles que se les seguía atragantando.
De uno en uno los astados fueron atados con maromas para poder encerrarlos. Caballistas con sus picas, pastores con sus varas, ayudantes con capotes pero sin resultado. Hasta que no se ataron a los cuatro toros, uno a uno, no pudieron dar por terminado el encierro que ha sido uno de los más largos de la historia de Fermoselle, o al menos el más largo de esta nueva fórmula recuperada de encaminar a los toros y bueyes a la plaza a caballo.
En resumen, una jornada soleada y de mucho esfuerzo para muchos, y divertimento para todos los que aman el mundo taurino en la provincia de Zamora. La campana torera sigue repicando en Fermoselle, y su alcalde hoy ha dado muestras de que con tesón y también coraje se devuelven las tradiciones a los pueblos, esos que marcan el agosto de una Zamora vaciada que en Fermoselle hoy ha sido lo contrario, la provincia llena y los visitantes a miles.
El esperado retorno de los encierros a caballo a Fermoselle, un evento que evoca las tradiciones más arraigadas de la región, se vivió este lunes con intensidad y un toque de tensión. Estos, toros de la ganadería de Andrés Celestino han sido tercos y reacios a entrar, y han protagonizado uno de los encierros más largos en la historia reciente de Fermoselle.
El evento finalizó después de un esfuerzo titánico por parte de todos los implicados, dejando una clara muestra de la pasión y el coraje necesarios para mantener vivas las tradiciones taurinas. Fermoselle, bajo un sol radiante, demostró que con tesón y trabajo duro se pueden recuperar las costumbres que definen la identidad de nuestros pueblos. Y en este día, el repique de la campana torera no solo anunció un encierro, sino también el retorno de un evento que, con dificultades, logró llenar las calles de Fermoselle de vida y tradición.