Y los sueños, sueños son
En el minutos 51 de partido sonó la marcha de Thalberg, marcha de Zamora, himno de Zamora, pero marcha fúnebre al fin y al cabo. La afición, después de todo un año apretando los dientes, despertaba del sueño de la Asobal y vivía nueve minutos muy largos de partido que fueron el epílogo final a una temporada que nadie olvidará.
Pese a la hora complicada para la afición, el Ángel Nieto volvió a vaciarse para empujar a los suyos. Era un imposible pero con este equipo nada lo es. Y por eso durante muchos minutos, pese a ir debajo en la clasificación, la grada confió en un equipo que se vació ante el tercer clasificado de la Asobal pero que no pudo hacer nada para evitar el descenso.
Los zamoranos mantuvieron el partido vivo durante toda la primera parte, con cinco o seis goles de diferencia negativa en los peores momentos, pero manteniendo la ilusión en la grada, que veía que todavía era posible, pese a lo complicado de la empresa. Y en la segunda mitad hubo momentos de verdadera fe que, en un minuto fatal, se desvanecieron e hicieron despertar a todo el Ángel Nieto.
La emotividad fue la tónica predominante del descenso ya que, restando todavía un minuto, la grada se puso en pie y aplaudió a un conjunto en el que las lágrimas aparecían ya en un banquillo en el que descansaban los guerreros que ya habían llegado a la extenuación. Allí Octavio y Salinas bajaban la cabeza y asimilaban un palo muy duro, Sebastián Ceballos rompía a llorar y Miranda, mientras trataba de animar a Catanas en portería, notaba sus ojos vidriosos.
Y con el bocinazo final, la grada “festejó” la valentía de los suyos, cerró la temporada con una ovación sincera y sus Guerreros, derrotados en mitad del coso, recibían el cariño y las primeras fuerzas para volver el próximo año.