No creo que haya un solo sanabrés al que le apetezca imaginar el bellísimo Lago convertido en cloaca. Nadie puede desear para el más hermoso de nuestros parajes provinciales la simple y pura destrucción. Pero hacia ello vamos, con paso firme y sin que se levanten otras voces que las que llegan desde fuera, desde lejos.
La última vez que estuve junto al Lago, hará cosa de un año, el día era bueno, soleado y aquello estaba lleno de bañistas. Ya saben, como si fuese un pedacito de mar con playa. Miré la estampa con melancolía.
-No creo que dure mucho esto.
Eso pensé. Y no por el Lago en si, sino en referencia a que pueda seguir usándose para el turismo masivo, de baño, merendola y chapoteos.
Un lago no es un mar, para nuestra desgracia. El mar está vivo, se regenera, puede depurarse. El Lago es agua estancada, que no se regenera, carece de mecanismos de autodefensa o depuración. Aguanta porque es grande, pero todo tiene un límite. He visitado lagos similares por Suiza y Alemania. Son grandes imanes para el turismo, pero obviamente está prohibido bañarse en ellos. Se explotan de otra manera, más natural, sostenible, respetuosa.
El uso que en Zamora hacemos del Lago de Sanabria es de otra época, de hambre y moscas. Pero a ver quién es el guapo que les dice a los zamoranos que no, que se acabó lo de bañarse en ese charco inmenso y milenario. Y a ver quién es el que se atreve a decir a los sanabreses que aquello nada tiene que ver con playas o chiringuitos.
Solo faltaba -y ya tampoco falta- lo que vienen denunciando estos días los grandes diarios nacionales: el Lago se está usando de cloaca por parte de núcleos de población cercanos que vierten en él, para escándalo mundial, cagadas y meadas. Pues vale. Destruyamos lo poco de bueno que nos queda. Pero que no se queje nadie si dentro de unos años se habla solo de La Inmunda Cloaca de Sanabria. La Naturaleza nos hizo un gran regalo. ¡Si somos tan idiotas como para usarlo de retrete...!