viernes. 29.03.2024

Carmelo Ferrero: el inventor con discapacidad "pegado" a su armónica que reparó las televisiones de casi "toda" Zamora

Su tienda, RTV Carmelo, en la Bajada de San Pablo, fue un referente de la reparación de pequeños electrodomésticos en la capital durante los años 70

Este inventor, que nació en Granja de Moreruela, donde contrajo la polio que le impedía andar desde niño, murió el pasado 6 de mayo tras una vida plena en la que tocó la armónica en un coro, dibujó, creó la Asociación de Empresarios de Reparaciones de Pequeños Electrodomésticos y patentó un remolque con asiento para sillas de ruedas que fue premiado por el Club de Inventores de España

Carmelo Ferrero Bodego
Carmelo Ferrero Bodego

Era el "alma de la fiesta" siempre pegado a su armónica y a una sonrisa que no perdió ni en los peores momentos. Un emprendedor nato, un inventor pero, sobre todo, una mente privilegiada que "escapó" con tesón de la discapacidad a la que le condenó la polio al año y medio de su nacimiento. Su tienda, RTV Carmelo, se convirtió en un referente en la reparación de radios, televisiones y pequeños electrodomésticos en aquellos años 70 de una España que aún se veía en blanco y negro.

Carmelo Ferrero Bodego murió el pasado 6 de mayo a los 79 años de edad, pero los acordes de su armónica siguen presentes en las fiestas familiares y también en el pueblo que le vio nacer, Granja de Moreruela. Dentro de unos días, este municipio celebra El Cristo del Amparo, una fiesta que Carmelo no se perdía junto con la romería de La Pedrera, siempre al lado de su mujer, Mari Paz, y siempre dispuesto a tocar una "pieza" para amenizar a sus vecinos.

De niño, a pesar de su discapacidad, fue un "trasto", un "artista" con el tirachinas, con el que dio más de un disgusto a su madre, "cazador" de lagartijas y un pequeño que jugaba sin complejos. 

De adulto se convirtió en un trabajador incansable, pero siguió siendo un hombre divertido y alegre, cuya inventiva le llevó a patentar, ya jubilado, un remolque con un asiento que se adaptaba a sillas de ruedas eléctricas y por el que obtuvo un premio del Club de Inventores de España.

Podía haber cobrado una pensión por su discapacidad y dedicarse a la vida "contemplativa", pero prefirió labrarse un futuro a base de formación y tesón. Precisamente, conoció a su mujer, natural de Pueblica de Campeán, en una oficina que tramitaba cursos para discapacitados y fue ella quien le eligió, entre otros, para realizar un curso de Radio y Televisión en Madrid.

Tras varios cursos más, entró a trabajar en el ya desaparecido Bazar Jota, donde arreglaba aquellos enormes aparatos de radio de lámparas, para después "independizarse" y establecerse con su tienda-taller, primero en Flores de San Pablo y, más tarde, en Bajada de San Pablo, hace ya medio siglo. En aquella época, los televisores llegaban en un "kit" metálico que reunía las piezas más importantes y él era uno de los pocos técnicos de la ciudad que en aquellos años se ponía manos a la obra para que los zamoranos pudieran ver aquellas emisiones en blanco y negro que se estrenaron en España mucho antes, en el año 1956.

Pero fue también un hombre de cultura, un artista autodidacta que dominaba el arte de dibujar, que tocaba la armónica en un coro, además del acordeón y el órgano y que también tenía una voz privilegiada. "Siempre le recuerdo tocando el órgano conmigo en su regazo antes de irse a trabajar", recuerda Rocío, una de sus hijas, emocionada junto a su hermana, Pilar, por el recuerdo de un hombre que, por encima de todo, califican de "buen padre". Fue él quien les inculcó el amor por la música y ha sido la música la que estuvo presente hasta el final, cuando a Carmelo le diagnosticaron Alzheimer. "No era capaz de recordar algunos nombres pero tocaba la armónica o comenzaba a cantar una canción y cuando se olvidaba de la letra, continuaba con la melodía", rememora la familia.

Carmelo, con su mujer Maruja y sus hijas Rocío y Pilar
Carmelo, con su mujer Mari Paz y sus hijas Rocío y Pilar

En sus últimas días de vida, su mujer y sus hijas, junto con el yerno que le cuidó hasta el final, que le califica "como el ser más bueno que he conocido", este hombre vital, que "exprimió" la vida, como dice una de sus hermanas, pudo disfrutar de las canciones que más le gustaban, como María la Portuguesa. "Siguió el pulso de la música hasta el último momento", aseguran. De hecho, Carmelo Ferrero era en sus años mozos el encargado, además de tirar los cohetes, de tocar el Himno Nacional en la Iglesia cuando llegaban las fiestas del pueblo o había una celebración.

Nunca se puso barreras y cuando el SEAT 600 se convirtió en el coche de los españoles por excelencia, él condujo uno adaptado en el que llegó a llevar hasta 13 pasajeros a las fiestas de la localidad vecina, Villarrín de Campos. Otras de las imágenes de Carmelo que se retienen en la memoria de su pueblo, es también sobre ruedas: su moto con sidecar.

Y fue un emprendedor que creó en Zamora la primera Asociación de Empresarios de Reparaciones de Pequeños Electrodomésticos, una labor que la CEOE le reconoció con la medalla a la dedicación empresarial, y un inventor que, ya jubilado, patentó un remolque con asiento para silla de ruedas eléctrica, un "vehículo" que comenzó a diseñar en su cabeza tras el esguince que impedía caminar a su mujer y que amagó con dejarlos sin las esperadas vacaciones en Benidorm. Gracias a este invento, la pareja disfrutó del descanso y Carmelo recibió un premio del Club de Inventores de España. 

Pero también creó un elevador para poder pintar la fachada de la casa o subir a podar árboles "Era tan ingenioso que si no podía hacer algo, inventaba como hacerlo", señala su yerno Fran, "su mejor amigo", que le cuidó hasta sus últimas días, cuando el Alzheimer le hizo ser esa persona dependiente que nunca quiso ser.

"Nunca le vimos como una persona discapacitada", aseguran sus hijas, acostumbradas a convivir con un padre que era capaz de hacer mil cosas, que lo mismo tocaba el órgano que pintaba a plumilla el Monasterio de Santa María de Moreruela o la Catedral de Zamora. A pesar de ser un hombre polifacético, a su hija Pilar le gustaría que lo recordasen por "la bondad de su ojos, su gran corazón y su eterna sonrisa".

Uno de sus dibujos. Fotos cedidas por la familia
Uno de sus dibujos. Fotos cedidas por la familia

"Los acordes de su armónica, las huellas de su sonrisa y su cordial saludo se seguirán sintiendo en cada momento, en las fiestas a las que no dejaba de acudir: La Pedrera, El Cristo y momentos muy memorables a los que él con su mujer, Maruja, y su familia tanto le gustaba disfrutar", leía en una misa en su honor en Granja su primo Chencho, el pasado 31 de julio.

"Estamos seguros que él, desde la atalaya del más allá sigue disfrutando de nuestro recuerdo. En las antenas de tantos tejados en los que instaló las televisiones seguirán conectando nuestras sensaciones y el recuerdo de su vida y su trabajo", continuaba. 

"Conocer gente extraordinaria es una suerte. Vivir y convivir con una persona tan extraordinaria como Carmelo es una gran fortuna", recalcaba su primo. Y esa fortuna la tuvo también Granja de Moreruela.

 

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